X-Men: Mujeres en Peligro Las chicas son guerreras
Chris Claremont siempre ha tenido debilidad por las mujeres X. Su habilidad para dotar a los personajes femeninos de complejidad quedó más que patente en los ochenta, cuando Jean Grey se convirtió en Fénix Oscura y Tormenta cabalgó los vientos embutida en un fantástico estilo motero. Eran los tiempos de las entradillas prolijas en calificativos hiperbólicos, marca de la casa; por aquel entonces, Kitty Pride y Rachel Summers se nutrían de los interesantes giros argumentales que hacían más enrevesado, aún si cabe, el mapa emocional de estas superheroínas. Estas tres últimas han sido escogidas para la ocasión, junto a Pícara y Mariposa Mental, para irse de vacaciones a Grecia. Los problemas no tardarán en aparecer, al igual que la villana interesada, una tal Baronesa Krieg obsesionada, como buena mala, en el negocio de la guerra.
Lejos de ofrecer un exhaustivo estudio de personajes femeninos, Claremont echa mano del clásico argumento de aventuras para dar cabida a los lápices de Milo Manara. En flamante blanco y negro, estas mutantes son retratadas en posturas imposibles, entreabiertos los labios y con la melena al viento. Cada viñeta ofrece su justa ración de carne, perfectamente envuelta y lista para consumir. Y, sin embargo, apenas saltan las alarmas porque en este delirio onanista la coherencia entre dibujo y relato brillen por su ausencia. Porque X-Men: Mujeres en Peligro no es un cómic de aventuras, sino un ejercicio de estilo, un homenaje a dos autores en decadencia; un producto de autor para las masas con pretensión de fetiche para coleccionistas. Joe Quesada lo advierte en el prólogo: “Puro disfrute”.
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