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La Atalaya del Vigía Comic Digital
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Superhéroes 100% celuloide (II)

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 07/01/2016

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En la anterior Atalaya hablábamos de películas de superhéroes sin relación directa con el cómic. Títulos que, sin ocultar su deuda conceptual, toman elementos definitorios argumentales y/o estéticos del comic de superhéroes con intenciones y enfoques muy distintos, ofreciendo así interesantes variaciones del mismo. Producciones de muy distinto origen, medios e intenciones como las siguientes:


Special (2006): después de probar un antidepresivo experimental, el aficionado a los cómics Les Franken comienza a desarrollar superpoderes que emplea como justiciero contra el crimen… o eso es lo que cree. Los debutantes Hal Haberman y Jeremy Passmore juegan la carta de la ambigüedad, dejando la duda de si las proezas de su protagonista son reales o solo delirios de una mente perturbada. Una interesante mezcla de comedia absurda y drama sobre la alienación urbana donde sobresale la estupenda y emotiva interpretación protagonista del siempre solvente y nunca suficientemente valorado Michael Rapaport.



Hancock (2008): el guión original del debutante Vincent Ngo trataba sobre un superhéroe alcoholizado y amoral que se inmiscuye en la vida de un matrimonio corriente y su hijo pequeño, convirtiéndose en una suerte de acosador. Una visión oscura, violenta y nada complaciente del género que pasó más de una década en el limbo hasta que llamó la atención de Will Smith. El precio por recibir luz verde fue reescribir el libreto convirtiéndolo en un vehículo estelar para su protagonista y eliminando sus elementos más polémicos. El film resultante, rodado con corrección pero sin brío por Peter Berg, rebaja el nivel de crudeza original y se convierte en una convencional historia de redención que, de forma puntual, conserva retazos de su mala uva primigenia.



Super (2010): en Kick-Ass Mark Millar imaginó que pasaría si un tipo normal y corriente se plantease de verdad convertirse en un superhéroe y las funestas consecuencias derivadas de tal acción. La adaptación cinematográfica de Matthew Vaughn acabaría traicionando al original para convertir a sus trastornados protagonistas en los héroes que solo creían ser. En cambio esta comedia negra firmada por James Gunn abraza aquel concepto llevándolo hasta sus últimas consecuencias con la historia de un don nadie (Rainn Wilson) que, tras ser abandonado por su esposa (Liv Tyler) para largarse con un traficante (Kevin Bacon), decide convertirse en un superhéroe para recuperarla. Una mixtura de violencia absurda y realismo miserable donde sobresale Ellen Page como una dependienta de cómics transformada en sidekick enmascarada con un alarmante gusto por la violencia ajena.



Chronicle (2012): en plena fiebre del formato found footage, Josh Trank debutó con la historia de tres adolescentes que adquieren poderes telekineticos tras entrar en contacto con un meteorito. Manejando hábilmente distintos formatos de imagen, el guión firmado por Max Landis explora las consecuencias de depositar un gran poder en las manos del individuo equivocado. Su hábil metáfora sobre el drama adolescente y el maltrato así como su inteligente puesta en escena -supliendo la escasez de presupuesto a base de ingenio- son las credenciales de un film donde los referentes -Carrie (1976), Akira(1987)- no impiden al conjunto lograr una entidad propia.



Lucy (2014): mientras Marvel Studios no acaba de decidirse a realizar un film con protagonista femenina, Luc Besson no dudó en “robarles” a Scarlett Johansson para esta historia donde una estudiante de intercambio es obligada por la mafia taiwanesa a transportar una droga experimental dentro de su cuerpo. La substancia en cuestión potencia su capacidad cerebral dotándola de habilidades sobrehumanas cada vez mayores. Aunque su mezcla de acción espectacular y ciencia-ficción metafísica naufraga por momentos, el realizador francés recupera aquí su mejor pulso para la puesta en escena al tiempo que propone un interesante contraste entre la evolución hacia la omnipotencia de la protagonista y la pérdida progresiva de su propia humanidad, desembocando en un abstracto final tan osado como coherente con su planteamiento.


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