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Darwyn Cooke: Pasión por el cómic

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 17/05/2016
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El pasado sábado se hacía pública la desgraciada noticia: Darwyn Cooke fallecía a los cincuenta y cuatro años víctima del cáncer. Una enfermedad que había mantenido en privado y que, en ningún momento, le apartó de sus grandes pasiones: el cómic y la animación. Dos disciplinas donde el autor canadiense logró realizar una carrera ejemplar que le han convertido en uno de los autores más sólidos y (justamente celebrados) de las últimas dos décadas.

Aunque debutó en el mundo del cómic a mediados de los ochenta con pequeñas historias en la serie antológica New Talent Showcase, el noveno arte se mostró inicialmente esquivo con su talento. Tanto que, ante la falta de ofertas, Cooke se inclinó hacia el mundo del diseño publicitario. Pero su amor incondicional por el medio acabaría devolviéndole al mismo por el desvío de la animación. Su carrera dio un giro de 180º cuando a principios de los noventa Bruce Timm le contrató para formar parte del staff de animadores de Batman: The Animated Series (1992-1995). Una labor que se prolongaría a lo largo de la década en producciones como Superman: The Animated Series (1996-2000) y Batman Beyond (1999-2001). El bagaje y contactos obtenidos durante dicho periodo permitían a Cooke hacer su reentrada en el cómic por la puerta grande como autor completo del especial Batman: Ego.



Demostrando una solidez impropia de un guionista supuestamente debutante, Cooke trazaba un intrigante retrato psicológico del Hombre Murciélago con sus dos personalidades enzarzadas en una batalla mental por el control de su mente. Un relato intimista al que aportó un agradecido dinamismo fruto de su dominio de los mecanismos narrativos y cuyo aspecto cartoon no empañaba el tono adulto y siniestro del la trama. Establecido ya como autor completo, DC le asignaría el relanzamiento de Catwoman junto a Ed Brubaker, con el que dotaría al personaje de un nuevo enfoque próximo a la serie negra. Cooke estableció el tono y la estética de la serie en sus primeros cuatro números, pero el autor ambicionaba más. Así, tras una breve colaboración para Marvel en los inclasificables X-Force de Peter Milligan, Cooke se responsabilizó como autor completo del especial El Gran Golpe de Selina, una historia de atracos en la tradición del film noir donde su grafismo evolucionaba para (sin dejar en ningún momento su ya característica estética animada) adoptar un tono más seco y lleno de claroscuros en consonancia con el argumento.


Pero tan interesantes trabajos no hacía prever el impacto de su siguiente obra. DC: The New Frontier. Ambientada en la década de 1950, a lo largo de sus seis entregas Cooke dibujó un fresco histórico donde se muestra la transición entre los viejos personajes de la Edad de Oro y el surgimiento de una nueva generación en un retrato coral donde se daban cita desde los grandes iconos de la editorial (Superman, Batman, Wonder Woman) hasta personajes poco conocidos como Los Perdedores, King Faraday o el Escuadrón Suicida original. Una historia épica donde la continuidad superheroica se fundía con sucesos –la caza de brujas anticomunista, la Guerra de Corea, el terror atómico, la lucha por los derechos civiles- y personajes -Eisenhower, Nixon, Edward R. Murrow- reales y que finalizaba con la creación de la Liga de la Justicia. Ilustrada con un estilo deliciosamente retro dotado de la fluidez narrativa característica del mejor cine de animación, los resultados de The New Frontier igualaron su enorme ambición, convirtiéndose en uno de los mejores cómics (no solo de superhéroes) de los últimos quince años. Prueba de su repercusión fue que poco después el título era adaptado en forma de largometraje animado –con Cooke colaborando en el guión y la dirección artística- y el propio autor, a petición de los lectores, realizaría un especial de historias cortas donde se exploraban pequeños detalles citados en la trama principal.


Convertido ya en uno de los autores más solicitados, DC mimaría al máximo a su nueva estrella dedicándole en exclusiva uno de los números de su prestigiosa antología Solo, utilizando sus colaboraciones como reclamo de lujo para llamar la atención sobre ciertas series –el Green Lantern de Geoff Johns, la nueva cabecera de Jonah Hex- y confiando en su habilidad para sacar adelante proyectos tan polémicos como las miniseries Minutemen y Espectro de Seda de Before Watchmen o una nueva versión de The Spirit. Dos desafíos que Cooke pasaría con nota, sobreviviendo a las temibles comparaciones con el trabajo de Will Eisner y el dúo Alan Moore/Dave Gibbons y siendo capaz de aportar novedad y entidad propias a lo que sobre el papel parecía una mera explotación de viejos éxitos.


Sin embargo la última gran obra de Cooke no se publicaría en DC, sino en la independiente IDW. Demostrada con creces su pasión por la serie negra, Cooke se encargaría de llevar a las viñetas las novelas de Parker, antihéroe creado por el escritor Donald Westlake bajo el seudónimo de Richard Stark. Cooke adaptaría cuatro de las novelas manteniendo intacta la crudeza de la prosa original y entregando sus dibujos más elaborados, experimentando con el sombreado y la coloración bitono dándo al resultado un agradecido look de cine policiaco clásico.


Resulta casi imposible terminar esta reseña sin una nota de lamento por la desaparición de un autor de tanto calibre, cuya evolución resultó tan meteórica como merecida y que, más allá de su innato talento gráfico, logró labrarse una entidad propia como guionista. En lugar de ello recomendaría revisar las obras antes citadas así como rastrear esas pequeñas gemas que fue dejando en forma de historias cortas. Apreciar su trabajo y mantenerlo fresco en la memoria es posiblemente el mejor homenaje que podemos dedicarle.


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