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X-Men: Evolución de una saga cinematográfica (I)

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 01/06/2016
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Sexta entrega (spin-offs aparte) de la versión cinematográfica de los mutantes de Marvel, el estreno de X-Men: Apocalipsis (2016) invita a mirar hacia atrás para realizar un repaso a la saga que dio inicio a la fiebre de grandes producciones superheroicas y universos cinematográficos compartidos. Una saga cuya evolución a lo largo de tres lustros es clave para entender lo mejor y lo peor del género.


Tras más de una década de rumores e intentos fallidos –el más ambicioso de los cuales estuvo a cargo de James Cameron- los X-Men se convirtieron en personajes de carne y hueso en el 2000 de manos del realizador Bryan Singer. Asiduo al thriller y las historias de corte realista, a priori el responsable de Sospechosos Habituales (1995) no parecía la opción correcta para el despliegue de acción y efectos especiales que implicaba la premisa.



Afortunadamente, y pese a su total desconocimiento inicial sobre los cómics, Singer fue capaz de conectar con el material y apreciar su trasfondo argumental con los mutantes como metáfora de temas como el racismo, la homofobia, la xenofobia o la angustia adolescente. Un enfoque serio y adulto que enriqueció la propuesta dándole una pátina de seriedad frente al público ajeno a las viñetas. Algo respaldado por la elección de un interesante reparto formado por veteranos -Patrick Stewart, Ian McKellen-, jóvenes promesas –Famke Janssen, Halle Berry, Anna Paquin- y arrolladoras revelaciones –Hugh Jackman como Lobezno- que aportaron peso dramático a un film que supuso para todos ellos su espaldarazo profesional. Y aunque el ajustado presupuesto y la bisoñez de Singer en el terreno blockbuster eran evidentes, el resultado sorprendió gratamente a propios y extraños, demostrando que tanto industria como público al fin estaban listos para este tipo de films.


El éxito, además de dar luz verde a otras adaptaciones, sirvió para que Singer contase con más medios y libertad creativa a la hora de realizar la inevitable secuela. Libremente inspirada en Dios Ama, el HJombre Mata, X-Men 2 (2003) desmiente el típico dicho sobre segundas partes. Mejor ejecutada en sus apartados técnicos la secuela supone una mejora de todos los aciertos de la original, donde la introducción de nuevos personajes –Rondador Nocturno, Pyro, Dama Mortal, el villano William Stryker- y la multiplicación de tramas –la relación amistad odio entre Xavier y Magneto, el esquivo pasado de Lobezno, el creciente exceso de poder de Jean Grey- se desarrollan en un sólido guión en el que cada parte complementa al resto para logar un todo mayor. Un blockbuster modélico en su equilibro entre contenido y espectacularidad que regalaba escenas memorables tanto en el primer apartado –el Hombre de Hielo confesando su condición de mutante a su familia, Lobezno renunciando a su oscuro pasado- como en el segundo -el asalto de Rondador Nocturno a la Casa Blanca, la pelea entre Lobezno y Dama Mortal- y que se cerraba con un espectacular guiño en forma de ese Fénix mostrándose bajo las aguas. Un adelanto de lo que se preveía una épica tercera parte que hizo salivar a los fans.



Desgraciamente dicho promesa no se cumpliría como estaba previsto. En una sorprendente decisión Singer decidió “cambiar de bando” y aceptar la oferta de Warner para relanzar a Superman en el cine, acabando X-Men: La Decisión Final (2006) en las anodinas manos de Brett Ratner.


Fusionando los argumentos de La Saga de Fénix Oscura y El Don, Ratner supo ser estéticamente continuista con el trabajo de su predecesor pero entregó una película tremendamente descompensada a nivel argumental. Nuevos personajes con un desarrollo nulo (Ben Foster como Ángel), acumulación de tramas pobremente desarrolladas (Pícara y el dilema de la cura mutante) y la clara primacía del espectáculo sobre el contenido acababan torpedeando la función. Con todo aportaciones como un ajustado Kelsey Grammer como Bestia, la sorprendentemente contundente muerte de varios protagonistas o el entregado trabajo de Janssen como una Jean Grey consumida por su lado oscuro impedían renegar por completo del resultado final.


Pese a superar en taquilla a las dos primeras entregas, esta tercera parte no podía evitar desprender una sensación de cierre. La opción a seguir por la productora fue poner en marcha una nueva saga de spin offs centrados en personajes individuales, siendo la popularidad de Lobezno la opción más viable para abrir esta nueva etapa. Pero ni siquiera ese as en la manga pudo evitar ese desastre llamado X-Men Orígenes: Lobezno (2009). Continuos problemas de producción –un guión mediocre reescrito sobre la marcha, el director Gavin Hood apartado del film tras el rodaje, decisiones creativas incomprensibles como convertir a Masacre en mudo y con la facultad de copiar poderes (sic)- convirtieron esta lamentable adaptación de Arma-X en un traspiés que casi destruye la franquicia que dio inicio al boom superheroico justo cuando este se disponía a dar un nuevo salto creativo. Por ello, la Fox decidió replantear seriamente sus planes para la franquicia. Pero eso es un tema para otra Atalaya.


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