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Odio: Crónica vital de los noventa y sus secuelas

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 28/06/2016
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Etiquetas: La Atalaya del Vigía / Freak /

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La enésima reedición de Odio que llega esta semana a las librerías supone una prueba fehaciente de la condición de fenómeno de la serie creada por Peter Bagge. Un fenómeno minoritario y especializado si se quiere, pero que ha conseguido trascender el ghetto del cómic independiente para convertirse en un referente generacional cuyo alcance trasciende las barreras del medio y cuyas virtudes van más allá de la mera parodia humorística.


Odio nació casi por pura casualidad. Sus orígenes se remontan a la serie Neat Stuff -Mundo Idiota en la traducción española-, primer trabajo destacado de su autor para la editorial Fantagraphics. Entre los muchos personajes que poblaban las historias de esta cabecera antológica se encontraban los Bradley, parodia de la típica familia norteamericana de clase media formada por un matrimonio y sus tres hijos. Historia coral ambientada en New Jersey, presentaba una estampa familiar protagonizada por un padre vago y de vuelta de todo, una madre trabajadora y beata, una hija promiscua y sin muchas luces y un hijo pequeño con problemas de ira y mentalidad pro-fascista. Pero rápidamente el protagonismo se centró en Buddy Bradley, el hijo mayor marcado por el desencanto de la adolescencia, su pesimismo por el futuro, su precariedad académica y laboral y su amor por la música rock. Un personaje que representaba el epítome de lo que se vendría a llamar la Generación X.


El personaje, en el que Bagge volcó numerosos rasgos autobiográficos, pronto capturó la atención tanto de los lectores como del propio autor hasta el punto de que en 1990 decidió darle continuidad haciéndole protagonista de Odio (Hate). Un título que casi parecía una declaración de intenciones a la hora de describir la mordaz e irónica visión del mundo del personaje. Tras independizarse y mudarse a Seattle, Odio describe los avatares cotidianos de Buddy Bradley, lidiando con los problemas que provoca su volátil colega Leonard “Apestoso” Brown, las excentricidades de su extraño e intelectual compañero de piso George Hamilton III, sus líos con el sexo opuesto como la pija Valerie Russo y la paranoica Lisa Leavenworth, sus desventuras laborales como dependiente de librería y sus desastrosos intentos de convertirse en manager musical de un aún más desastrosa banda grunge liderada por el citado Apestoso y compuesta por una serie de músicos todos ellos llamados Kurt (sic).


Rebosante de cinismo y humor negro potenciados por un trazo de rasgos caricaturescos con una patina de suciedad en blanco y negro en la línea de clásicos del underground como Robert Crumb y Gilbert Shelton, Odio consiguió trascender su condición original de cómic humorístico para convertirse en la crónica generacional de una época, una juventud y una cultura popular que, vistos desde la perspectiva actual, casi funciona como una cápsula del tiempo de los años noventa. Y no solo referida al ámbito estadounidense, como demuestra el éxito de Odio en países europeos como Italia, Alemania o España, donde apareció originalmente seriada en las páginas de la revista El Víbora. Un éxito que cogió por sorpresa incluso al propio Bagge hasta el punto de que incluso autorizó la creación de historias del personaje a cargo de otros autores creadas específicamente para la edición alemana y ambientadas en Berlín.


Llegados al #16, con la serie y su protagonista convertidos en un fenómeno cultural a pesar de su irregular periodicidad –se llegaron a tantear ofertas para una adaptación animada para televisión que no vieron la luz por desacuerdos sobre el tono-, Bagge decidió darle un giro tanto al fondo como a la forma. Así Buddy regresa a New Jersey para rencontrarse con su disfuncional familia, montar su propio negocio en forma de tienda de coleccionismo junto a un viejo compañero de escuela y sentar la cabeza junto a la inestable Lisa. Un cambio que se reflejó estéticamente cuando la serie pasó a editarse en color y con Jim Blanchard entintando los lápices de Bagge suavizando así el resultado. Suavidad que, por supuesto, no rebaja el humor negro marca de la casa, con el protagonista enfrentándose de la forma más absurda posible a la aburrida vida de los barrios residenciales, roces familiares, problemas laborales, infidelidades e incluso muertes. Bagge hace madurar así a su criatura de forma paralela a sus lectores y él mismo, concluyendo la serie en 1998 con la publicación del #30 y Buddy a las puertas de la paternidad.


Retomada a partir del 2000 en forma de especiales aperiódicos bajo el título de Hate Annual, Odio parece resistirse a desaparecer. Y pese a la versátil, interesante y para nada despreciable trayectoria posterior de su creador, ninguna de sus siguientes obras ha cosechado el impacto y la efectividad de las crónicas de ese entrañable perdedor llamado Buddy Bradley. La actual edición en tomos por parte de La Cúpula supone la oportunidad perfecta para descubrir por qué.


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