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Big Numbers: El cómic que nunca fue

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 14/09/2016

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El reciente anuncio por parte de Alan Moore de su “retirada” del cómic ha llevado a repasar su trayectoria en el medio. Una trayectoria plagada de proyectos (Miracleman, V de Vendetta) cuya producción ha sido accidentada y/o dilatada en el tiempo debido a circunstancias que no han restado un ápice de calidad al resultado final una vez concluido. Pero en la bibliografía de Moore existe un proyecto cuya accidentada elaboración supera a su ambiciosa propuesta creativa. Se trata de Big Numbers, obra maldita e inconclusa de la que se cumple un cuarto de siglo desde su debacle.


Concebida en 1990, Big Numbers surge en un periodo delicado en la trayectoria del guionista británico después de que este haya roto relaciones con DC y tome la decisión de abandonar el cómic de superhéroes. Harto de imposiciones editoriales y constreñido por las limitaciones de género superheroico y por consejo de Dave Sim, Moore decide fundar su propia editorial –Mad Love- junto a su esposa Phyllis para dar salida a una historia sobre los habitantes del ficticio pueblo británico de Hamptonshire –trasunto del Northampton natal del autor- y como sus vidas se ven afectadas por la apertura de un moderno centro comercial en el mismo.


Una premisa de corte costumbrista y protagonismo coral repartido entre docenas de personajes de toda clase y condición que, bajo la aparente sencillez de su propuesta, escondía un complejo entramado lleno de saltos temporales, secuencias paralelas, giros argumentales y toda clase de filigranas narrativas cuya complejidad parecía rivalizar con la sofisticación de Watchmen. Para dicha narración el guionista se había inspirado en los trabajos sobre la teoría del caos del matemático Benoit Mandelbrot –de hecho, el título inicial del proyecto era The Mandelbrot Set-, que establece como un pequeño hecho concreto puede tener enormes e inesperados efectos en todo aquello que le rodea. Tal era la complejidad de Big Numbers que para su escritura Moore trazó un detallado esquema en un enorme folio de un metro cuadrado dividido en doce columnas –una por cada número- y cuarenta filas –una por cada página- donde se describía al detalle lo sucedido en cada momento en forma de anotaciones y bocetos garabateados. La propia edición de cada entrega, con formato casi cuadrado y tapa dura similar a los álbumes europeos, rompía los esquemas habituales del cómic anglosajón.


Para plasmar semejante torrente de información, Moore recurrió a los servicios de Bill Sienkiewicz, cuyo rompedor y versátil estilo gráfico se ajustaba a los pliegues de una narración que alternaba el realismo casi fotográfico con el minimalismo simbólico y esquemático recorriendo todo el espectro visual entre ambos extremos. Pero el exigente trabajo de plasmar al detalle los densos guiones y la ajustada retribución económica –pese a la fama de su responsable, seguía siendo un cómic editado con escasos recursos- acabaron haciendo mella en el dibujante, quien decidió renunciar tras la publicación del segundo número. Los problemas personales de Moore, que afrontaba el divorcio de su esposa –y, recordemos, también socia empresarial- complicaron aun más la edición que, de buenas a primeras, se quedó huérfana de editorial. Kevin Eastman, co-creador de las populares Tortugas Ninja y fundador del sello de cómic independiente Tundra Publishing –donde Moore publicaba From Hell y The Lost Girls- acudió al rescate para continuar la publicación de Big Numbers, pero el remedio acabó siendo peor que la enfermedad.


Tras la renuncia de Sienkiewicz se optó por un joven y desconocido Al Columbia, que había trabajado como asistente del propio Sienkiewicz, para continuar con el dibujo de la serie. Sin embargo poco después de asumir el puesto Columbia desapareció, llevándose las páginas que había dibujado y el dinero adelantado por Eastman por las mismas. En un bizarro giro de los acontecimientos fue encontrado dos años después trabajando en un restaurante tras haber pasado por lo que definió como una crisis creativa que le hizo destruir sus propios originales. Para entonces Tundra había quebrado y Alan Moore había renunciado a continuar con el proyecto, volviendo al cómic mainstream de mano de Image Comics.


Con solo dos números publicados –aunque según Sienkiewicz el tercer número fue dibujado por completo- y completado solamente el guión de las cinco primeras entregas, durante los años posteriores los rumores sobre una continuación han sido intermitentes, con dibujantes como Dave McKean, John Jay Muth o el propio Sienkiewicz asociados a la misma. En 2001 Moore comentaría el interés del productor cinematográfico Axel Usborne por convertir Big Numbers en una miniserie televisiva para la BBC, pero dicho proyecto quedó en nada. Frustrado por los continuos problemas de su elaboración, Moore parece haber renunciado a completar algún día la que prometía ser una de sus obras más ambiciosas. Pero la teoría del caos nos enseña que los actos más nimios pueden tener las más inesperadas consecuencias. Quizá, en uno de esos impredecibles giros de los acontecimientos, Big Numbers deje de ser una idea olvidada para convertirse en una realidad tangible. El tiempo y el efecto mariposa lo dirán.


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