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La Patrulla Condenada: Los superhéroes que no querrías ser

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 28/09/2016
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La política de ECC Ediciones de recuperar obras señeras del catálogo de DC devuelve a la actualidad editorial a la Patrulla Condenada (Doom Patrol), personajes de culto minoritario que a largo de su trayectoria se han ganado a pulso su sobrenombre de “los héroes más extraños del mundo”. En especial durante su etapa a manos de Grant Morrison, quien llevó la cabecera a sus cotas de mayor genialidad y delirio.


Creada originalmente por Arnold Drake, Bob Haney y Bruno Premiani en 1963 en las páginas de la cabecera antológica My Greastest Adventure, la primera historia de la Patrulla Condenada narraba como el científico parapléjico Niles Caulder reclutaba a Robotman, Elasti- Girl y Negative Man, tres personajes dotados de habilidades sobrehumanas cuya obtención les había supuesto grandes desgracias y traumas personales, convirtiéndoles en parias repudiados por la sociedad. Una situación que Caulder esperaba revertir poniendo sus poderes al servicio de la humanidad. Una premisa que recuerda poderosamente a la de los X-Men creados por Stan Lee y Jack Kirby ese mismo año y que ha sido objeto de numerosas discusiones entre autores y lectores.


Lo inusual de los personajes (un piloto de coches que sobrevive en un cuerpo robótico, una actriz con capacidad incontrolada para alterar su tamaño y un aviador militar invisible y radiactivo al mismo tiempo) y su enfoque argumental fueron un éxito. Tanto que apenas seis meses después My Greastest Adventure fue rebautizada con el nombre del grupo. Las siguiente historias, que incluían nuevos miembros como el telépata Mento y el metamorfo Beast Boy y villanos tan extraños como el general Inmortus, el Hombre Animal-Vegetal-Mineral (sic) o la Hermandad del Mal –liderada por un cerebro viviente (sic)-, dieron a la serie un tono que no se parecía a nada de cuanto se publicaba en la época. Incluso el final de la serie en el #121 resultaba inusual, con el grupo siendo aniquilado para pasmo de los lectores. Uno de ellos fue el guionista Paul Kupperberg que, junto al dibujante Joe Stanton, “resucitaría” al grupo en la antología Showcase en 1977. El propio Kupperberg escribiria diez años después de una nueva serie regular a raíz de Crisis en Tierras Infinitas con nuevos personajes como Celsius, Tempest, Negative Woman, Karma y Dorothy Spinner. Pero en el #19 Kupperberg fue sustituido por Grant Morrison. Y fue entonces cuando las cosas se volvieron extrañas de verdad.


Hasta ese momento, la serie se había distinguido por historias de superhéroes inusuales, aunque de superhéroes al fin y al cabo. Pero, como previamente había hecho con Animal Man, el guionista escocés aprovecharía el tono excéntrico de la cabecera para volcar sus inquietudes creativas y personales. Primero “limpió” el reparto de la serie dejando solo a los personajes que realmente le interesaban: Caulder, Robotman, Dorothy Spinner y Rebis -fusión hermafrodita de Negative Man y Negative Woman-, añadiendo a Crazy Jane –una esquizofrénica con 64 personalidades, cada una con su propio superpoder-. Partiendo de ese reparto, el guionista empezó a elaborar una serie de argumentos cada vez más absurdos y enloquecidos que combinaban la acción y aventuras del género superheroico con elementos como sociedades ocultistas, el arte surrealista, la narrativa avant-garde y guiños a escritores como Jorge Luis Borges y Williams Burroughs. Empezando por su primera historia con el grupo haciendo frente a la secta de los Hombres-Tijera -seres ficticios con el poder de “recortar” la realidad haciéndola desaparecer-, la etapa se fue volviendo más y más extraños, caminando por la línea que separa la trascendencia de la parodia y donde uno nunca sabía lo que podía encontrarse al pasar la página. Una etapa cuyo resultado global quizá se vea lastrado por el competente pero convencional trabajo de Richard Case, responsable ilustrar unos guiones que exigían un mayor afán de experimentación y versatilidad gráfica parejos a las intenciones de Morrison.


Pero todo ese afán de experimentación no implicaba descuidar un desarrollo de personajes, con interesante relaciones como la mantenida entre Robotman y Jane –el tipo normal atrapado en un cuerpo de monstruo y la mujer(es) enloquecida atrapada en un cuerpo normal-, la de Rebis con los dos seres que integran en su propia existencia o la de la infantil y simiesca Dorothy con el resto del grupo. Secundarios y villanos como el culturista Flex Mentallo (que obtendría su propia miniserie), el ocultista Willoughby Kirby, Jack el Rojo -mezcla entre Jack el destripador y… ¡¿Dios?!-, la anarco-terrorista Hermandad Dada o Candlemaker -ente maligno creado por la imaginación de Dorothy- son algunos de particulares personajes que desfilaron por esta etapa que, fiel a su espíritu, ofrecía un chocante desenlace en el #63: un personaje se revelaba como traidor, un terrible secreto sobre los orígenes del grupo era desvelado y el lector se quedaba con la duda razonable de si lo que había leído era real ó no.


A la marcha del guionista la cabecera tendría una errática trayectoria posterior, entrando y saliendo de la línea Vértigo y pasando por las manos de autores tan dispares como Rachel Pollack, John Arcudi, John Byrne y Keith Giffen, siendo sus protagonistas relegados a un terreno secundario tras el reseteo editorial de los Nuevos 52. Esa discreta trayectoria posterior refuerza el prestigio de la etapa de Morrison, siendo asimismo unos de los trabajos más interesantes de su prolífico y poco ortodoxo autor. Víctima de problemáticas y/o discutibles ediciones anteriores en nuestro país a cargo de Zinco y Planeta, la ocasión brindada por ECC es demasiado buena para dejarla pasar.


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