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Mort Cinder: La nueva vida editorial de un hombre inmortal

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 14/11/2017

Yo estuve allí”. De esa forma tan sencilla como intrigante solían comenzar las aventuras de Mort Cinder, título de culto de la historieta argentina firmado por dos de sus nombres más emblemáticos: Hector Germán Oesterheld y Alberto Breccia. Un título casi legendario para los estudiosos del medio y que, como su personaje titular, ha conocido varias vidas azarosas a lo largo de los años. La más reciente a manos de la editorial Astiberri Ediciones, de cuya mano vuelve a las librerías en una lujosa edición cargada de material extra.


Mort Cinder apareció en las páginas de Misterix, revista de cómics publicada por la argentina Editorial Abril, responsable del despegue de autores como Hugo Pratt, José Muñoz, Francisco Solano López o Hector German Oesterheld, siendo este último principal guionista de sus cabeceras. Oesterheld fundaría posteriormente Editorial Frontera, cuna de títulos tan emblemáticos como El Eternauta, Ernie Pike y Sherlock Time, esta última junto a Alberto Breccia. Pero una serie de reveses económicos que le obligaron a cerrar, regresando a Misterix junto a Breccia a principios de los sesenta para crear Mort Cinder.


Inspirándose inicialmente en su propio trabajo para Sherlock Time, Oesterheld y Breccia elaboraron una historia de misterio que narra el encuentro del anticuario británico Ezra Winston con Mort Cinder, un extraño personaje con el ¿Don? ¿Maldición? de morir y renacer a lo largo de los siglos desde época inmemoriales. Publicada entre 1962 y 1964 mediante capítulos semanales de tres a cinco páginas, la serie puede dividirse claramente en dos partes, cada una perteneciente a un género distinto. En su primera mitad Oesterheld desarrollaría una larga historia de misterio relacionada con el secreto de la inmortalidad de Cinder y la persecución a la que es sometido por el siniestro científico profesor Angus y sus sicarios Ojos de Plomo, esbirros letales carentes de voluntad propia. En cambio la segunda mitad de la serie narraba como, a través de las antigüedades que pasan por manos de Winston, Cinder va recordando sus vidas pasadas. Memorias que le llevaban a épocas y lugares tan distantes como la Francia de la Iª Guerra Mundial, la antigua Babilonia, un barco esclavista en el África del siglo XIX o la Esparta del siglo V antes de Cristo,entre otras.


La curiosa relación entre Cinder y Winston, con el primero aparentemente mucho más joven que su compañero ejerciendo de guía del segundo, a su vez fascinado por ver como la historia real se abre ante él, servía de núcleo argumental para la cabecera. Partiendo de este los guiones de Oesterheld iban repasando diferentes épocas de la historia de la humanidad desde un matiz crítico e incluso pesimista, pero sin descuidar elementos como la acción y el suspense. El guionista, que nunca escondió su fuerte convicción política de carácter izquierdista –la misma que le acabaría costando la vida a manos de la dictadura militar argentina de finales de la década de los setenta-, utilizaba aquí la ficción como vehículo para dar pie a cuestiones de carácter humanista donde, bajo la coartada del entretenimiento, pueden leerse reflexiones en contra de las persecuciones políticas, el abuso de poder, la restricción de las libertades o la opresión de las masas por parte de sus dirigentes. Aspectos de la civilización humana que son puestos de relieve por un Mort Cinder que ejerce de silencioso testigo de los acontecimientos, dejando en manos del lector reflexionar sobre lo narrado.


Tan peculiar tratamiento argumental necesitaba una labor análoga en la parte gráfica, y la encontró el arte de un Breccia creativamente desatado. Publicada en sobrio blanco y negro, las ásperas y detalladas figuras de los personajes se completaban con un sofisticado dominio de las masas oscuras. El resultado era una atmósfera inquietante, digna del cine expresionista alemán y creada partiendo de innovadoras técnicas en el uso del entintado. Técnicas que desgraciadamente los materiales de la época no eran capaces de reproducir de manera completamente fiel a las intenciones del dibujante, obviando la mayoría de ediciones el uso de pinceladas de gris claroscuro en beneficio de un contraste total entre blanco y negro. Una atmósfera opresiva que podía alternar el minimalismo más expresivo con un detallismo extremo y que, especialmente durante la segunda mitad de la serie, hacía gala de un gran trabajo de documentación al plasmar fielmente los detalles (vestimentas, armas, escenarios) de cada época retratada.


En 1964, tras concluir su historia sobre la batalla de las Termópilas –en cuya ejecución buena parte de los críticos europeos vieron más de un parecido (y más de dos) con el posterior trabajo de Frank Miller en 300- la serie llegó a su fin debido a los compromisos de Oesterheld y los problemas de Breccia –el fallecimiento de su esposa y lo mal pagado de su trabajo le harían abandonar el medio durante varios años para dedicarse a la enseñanza-. Y aunque ambos autores volverían a colaborar juntos tiempo después, la idea de revivir Mort Cinder nunca se concretó –entre los documentos del desaparecido Oesterheld fue hallado un guión inédito ambientado en el salvaje Oeste- y el asesinato del escritor pocos años después lo impidió definitivamente.

En España, Mort Cinder gozó durante décadas de un estatus casi maldito debido a una sucesión de ediciones defectuosas y/o incompletas por parte de sellos como Buru Lan Ediciones, Lumen o Toutain. Ediciones que remontaban las viñetas de las páginas originales –publicadas en Misterix alternando dos formatos: apaisado y vertical-, modificaban libremente los diálogos, publicaban los episodios sin orden concreto o todo lo anterior a la vez. Hubo que esperar a 2002 para que Planeta Cómics publicase una edición restaurada que respetaba las características del original, si bien su impresión eliminaba todo rastro de grises del dibujo original. Una edición difícil de encontrar actualmente que Astiberri viene a sustituir con la que promete ser la más fiel y cuidada hasta la fecha. Una obra imprescindible que puede amedrentar al neófito por su antigüedad o por sus poco comunes formas pero que, como su personaje, es un pedazo vivo de historia.


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