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WildC.A.T.S de Alan Moore: El disfrute mayor de una obra menor

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 26/12/2017
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Los años noventa y la explosión de Image Comics tuvieron como una de sus puntas de lanza a WildC.A.T.S, serie creada, escrita y dibujada por Jim Lee para capitalizar su mediático estatus de dibujante estrella en beneficio propio. Se trataba de un supergrupo rodeado de un llamativo escenario donde la Tierra era el escenario de una secreta guerra milenaria entre dos razas alienígenas –los humanoides Kherubines y los reptiloides Daemonitas-. Pero como sucedía habitualmente con aquella primera Image, la propuesta ofrecía un notable desnivel entre su vistoso e impactante dibujo y unos guiones faltos de originalidad y de ínfimo desarrollo. Consciente de ello, Lee recabó la ayuda de guionistas como Chris Claremont y James Robinson para darle mayor empaque argumental a la cabecera, sorprendiendo a propios y extraños cuando logró que Alan Moore aceptase escribirla.


Sorprendente por cuanto el guionista que había revolucionado el cómic de superhéroes –Watchmen, Miracleman, La Broma Asesina- había manifestado de forma clara y rotunda su cansancio con el género, dedicándose desde hacía años a proyectos más personales y minoritarios -From Hell, Big Numbers-. Sin embargo, el paso del tiempo, problemas económicos, la libertad creativa ofrecida por la recién creada editorial o una combinación de todo lo anterior le llevaron –previa colaboración con el Spawn de Todd McFarlane – a aceptar la oferta de Lee de ocuparse de la serie estrella del sello Wildstorm. Moore comenzaría su labor en el #21 USA y, fiel a su imagen rompedora, la primera decisión creativa fue destruir al grupo matando a sus protagonistas.


Aprovechando las consecuencias del evento WildStorm Rising, Moore envió a los protagonistas al espacio haciendo que todos los creyesen muertos. Mientras el grupo original liderado por los Kherubines Lord Emp y Zealot, acompañados por el androide Spartan, la misteriosa Void y los mestizos Vodoo, Maul y Warblade viajaban rumbo a Khera (su mundo de origen), en la Tierra Savant (hermana de Zealot) y Mr. Majestic formaban un nuevo grupo para cubrir el hueco del original, reclutando a nuevos personajes como el pistolero Max Cash (hermano de Grifter), el enigmático e intrigante Tao y la inestable delincuente cibernética Maxine Manchester, alias Ladytron.


Dividiendo la acción en dos, Moore narraba por un lado la guerra que los nuevos WildC.A.T.S emprendían contra el crimen superhumano, provocando una alianza entre sus enemigos para destruirles. Por otro, se mostraba la llegada del viejo grupo a un planeta Khera donde la guerra contra los Deamonitas terminó en victoria hace siglos dando pie a una utopía. Utopía que, sin embargo, pronto se revelaba como una desigual tiranía donde los complots políticos, las diferencias de clase y la segregación racial estaban al orden del día.


En ambas historias –aunque en registros muy distintos-, Moore aprovechaba para dar mayor entidad a unos personajes que previamente apenas escapaban del tópico. Así, las diferencias entre los miembros del equipo original frente a la situación en Khera minaban poco a poco la amistad y confianza entre ellos, mientras que la relación entre el grupo de la Tierra provocaba no pocos contrastes debido a sus diferencias de personalidad. Interacciones sazonadas con grandes dosis de humor negro especialmente en lo referido a la impulsiva y poco ortodoxa Ladytron. El inevitable reencuentro entre ambos grupos –con Moore obligado a detener la trama en los #29 y #30 como parte del megacrossover editorial Fire from Heaven- culminaba en el #34, revelándose la traición de uno de los integrantes del grupo que había manipulado todos los sucesos previos en su propio beneficio.


El apartado gráfico de esta etapa corrió a cargo de un ascendente Travis Charest que iniciaba aquí su evolución hacia un estilo propio que lo convertiría en una de las mayores promesas del cómic USA de la época. Por desgracia, Charest también demostró el problema que lastraría el resto de su carrera, haciendo gala de una lentitud que le impediría no ya encargarse de toda la etapa, sino incluso de algunos números completos. Y aunque el guión ofrecía la hábil solución de tener a un ilustrador distinto según la trama argumental transcurriese en Khera o en la Tierra, el baile de dibujantes –Kevin Maguire, Ryan Benjamín, Dave Johnson, Matt Broome y el propio Jim Lee entre otros- y su diferencia no solo de estilos sino también de calidad –con algunos demostrando carencias referentes a los fondos o la expresividad de los personajes- aportó un tono irregular al conjunto solventado en parte por un homogéneo y llamativo coloreado infográfico.


La breve etapa de Moore en WildC.A.T.S difícilmente puede medirse frente a sus trabajos más prestigiosos dentro y fuera del género superheroico. Sin embargo, su influencia en la trayectoria de su autor no es baladí, reconciliándole con el cómic de superhéroes y motivándole de nuevo a explorar sus mecanismos mediante obras como Supreme, Top 10 y Promethea que se encuentran entre sus mejores trabajos. Moore inició asimismo una relación profesional con Jim Lee que llevaría a la creación del sello ABC Comics, cuna de proyectos más personales como The League of Extraordinary Gentlemen. Y finalmente su trabajo aportó nuevos e interesantes elementos al entonces floreciente universo Wildstorm, listos para ser aprovechados por otros autores como fue el caso de Ed Brubaker convirtiendo a Tao en pieza fundamental de su Sleeper. Todo ello, así como su más que competente historia llena de elementos de interés, hace de su nueva edición a cargo de ECC una curiosidad que los interesados por la obra menos conocida del bardo de Northampton no deberían dejar pasar.


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