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La Máscara del Fantasma: 25 años del mejor Batman animado

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 10/01/2018

El paródico Hombre Murciélago de Adam West. El siniestro vigilante gótico de Tim Burton. El justiciero idealista de Christopher Nolan. El veterano cruzado enmascarado de Zack Snyder… Varios son los rostros que Batman ha ofrecido en la gran pantalla a lo largo de sus ocho décadas de existencia. Sin embargo, pocas veces el personaje creado por Bill Finger y Bob Kane ha sido trasladado al cine conservando de forma tan certera su esencia básica como en Batman: La Máscara del Fantasma (1993), largometraje animado del que ahora se cumple su 25º aniversario.



La Máscara del Fantasma tiene su origen en Batman: the Animated Series (Warner Bros Animation, 1992-1995), la estupenda serie animada diseñada por Paul Dini y Bruce Timm. La calidad de unos guiones por encima del supuesto enfoque infantil de la producción y el delicioso diseño de su animación rápidamente convirtieron dicha serie en una obra celebrada tanto por los aficionados veteranos como por los espectadores neófitos. El éxito fue tal que, tras su primera temporada, Warner propuso a sus responsables prolongar la cabecera en forma de largometraje. Para elaborar el mismo, Dini y Timm mantuvieron el equipo y método de trabajo de la serie, con Dini compartiendo la autoría del libreto con guionistas como el televisivo Alan Burnett, el veterano escritor de cómic Marty Pasko (La Cosa del Pantano) y el novelista Michael Reaves mientras que la dirección se dividió entre Timm y el animador Eric Radomski. Pero pese a la gran cantidad de cabezas pensantes incluidas, el film resultante fue una obra tan sólida como homogénea.


Inspirándose muy libremente en el argumento de Batman: Año Dos de Mike W. Barr, Alan Davis y Todd McFarlane, el libreto final retomaba varias de las ideas más potentes de aquella accidentada saga –la aparición de un nuevo y violento vigilante enmascarado de aspecto fantasmagórico, Batman falsamente acusado de asesinato por la policía, Bruce Wayne cuestionando su labor como justiciero a raíz de una nueva relación romántica- para una trama que buceaba no en la figura del héroe enmascarado, sino en la del hombre que se oculta bajo la capa y sus razones para combatir el crimen dando la espalda a su felicidad personal. Narrada en forma de flashbacks, el guión presenta la lucha entre Batman y un letal vigilante conocido como El Fantasma, quien ha comenzado una campaña de asesinatos contra los jefes del crimen organizado de Gotham. Mientras intenta desenmascarar a su adversario, siendo confundido con este por las autoridades, Bruce Wayne se reencuentra con Andrea Beaumont, un antiguo amor repentinamente desaparecido años atrás, reavivando en el protagonista viejas heridas sentimentales.


Con una trama deudora del cine negro en su descripción de vendettas mafiosas, chantajes y falsos culpables, el verdadero hallazgo del guión estaba no en las trepidantes secuencias de acción, sino en esos flashbacks mostrando a un Batman en los inicios de su carrera sometido a la disyuntiva entre el dolor por la pérdida de sus padres y la esperanza que supone su relación con Andrea. Entre su juramento como protector de Gotham y la promesa de felicidad que se abre gracias a esa mujer. Momentos como la visita de Wayne a la tumba de sus padres para disculparse por no cumplir su juramento de vengar su crimen o la secuencia donde, tras ser abandonado sin explicación por su pareja, Bruce Wayne asume definitivamente el manto de Batman renunciando a su parte humana siguen estando entre los más dramáticamente intensos que el personaje ha ofrecido nunca. Y si bien la inclusión del Joker en la segunda mitad de la trama parece un recurso de cara a dar mayor empaque comercial al conjunto, lo cierto es que está resuelta sin estridencias, dando pie a un explosivo clímax en el atractivo escenario de un parque de atracciones abandonado. Clímax que incluso se permite homenajear la enloquecida estética de los cómics de la Edad de Oro con esa pelea entre héroe y villano sobre una maqueta en miniatura de Gotham.


Exprimiendo a fondo su ajustada hora y cuarto de metraje, la película consiguió superar una accidentada producción trastocada por la decisión de estrenar el film en pantalla grande. Algo que obligó a cambiar sobre la marcha el enfoque de una producción inicialmente destinada al mercado del vídeo domestico. El incremento del presupuesto permitió una animación de mayor formato respecto a los estándares televisivos y con elementos insólitos para la época como esos títulos de crédito realizados mediante animación digital o una banda sonora a cargo de Shirley Walker –responsable de las composiciones de la serie animada- que rivaliza con la icónica labor de Danny Elfman para las películas de imagen real, incluyendo piezas tan memorables como esa sintonía interpretada por coros en latín que abre la cinta. Todo un logro si además se tiene en cuenta que la decisión del estudio también acortó notablemente el calendario de producción, obligando al equipo a terminar el film en un tiempo récord de apenas ocho meses de cara a un estreno en salas en plena época navideña. Estreno que irónicamente se saldó con un fracaso -apenas recuperó cinco millones de los seis que costó- debido a la poca publicidad con la que la cinta llegó a las salas.



Pese al descalabro en taquilla, la crítica se rindió a las virtudes de la cinta citándola como una de las mejores producciones animadas de la época superando incluso a las versiones en imagen real del personaje. Convertida en objeto de culto con el paso de los años, la cinta supuso asimismo el arranque de la división de film animados de DC Comics que tantas alegrías ha proporcionado a los aficionados en los últimos años, estando considerada como una de las mejores plasmaciones del Hombre Murciélago en cualquier medio. Mientras Warner se debate en la actualidad sobre el futuro de Batman en la gran pantalla, no le vendría mal aprender una o dos cosas de esta joya animada que, como dicen que hace el buen vino, no hace más que mejorar con el paso del tiempo.


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