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Punisher de Steve Grant y Mike Zeck: Los sangrientos inicios de un justiciero

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 17/01/2018

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Actualmente puede parecer incomprensible pero hubo una época donde Marvel era reacia a publicar un personaje como Punisher. Creado en 1974 como secundario de las series de Spiderman, el alter ego de Frank Castle era en aquel momento un personaje extraño dentro del universo de ficción de la editorial. Su carácter realista y su espinoso código ético como letal justiciero armado hasta los dientes llamaban la atención del lector en una época donde ese tipo de personaje eran poco frecuentes en el cómic de superhéroes. Pero esas características también le hacían demasiado polémico a ojos de una compañía que aún se las veía con el Comics Code. Por ello, Castle deambularía durante la siguiente década sin conseguir protagonismo pese a poseer un potencial discretamente señalado por autores como Frank Miller.


Sin embargo a mediado de los ochenta la situación había cambiado. La expeditiva política de la administración Reagan, la explosión del cine de acción y la renovación adulta del cómic mainstream a cargo de autores como el ya citado Miller posibilitaron un escenario que permitió al Castigador la oportunidad de gozar de una cabecera propia mediante el entonces aún novedoso formato miniserie. Un joven pero ya veterano Steve Grant fue el encargado de escribir la misma tras varios intentos fallidos de propuestas sobre el personaje rechazados por una editorial que no las tenía todas consigo al dar luz verde al proyecto. Al menos hasta que, poco después de llegar a las tiendas, la tirada del primer número se agotase por completo, obligando a realizar una segunda edición.


Publicada en 1986, Círculo de Sangre era una miniserie de cinco números –aunque un malentendido del departamento de marketing anunciaba en las portadas una duración de cuatro- que comenzaba con Frank Castle ingresando en la cárcel tras un episodio psicótico mostrado en las series de Spiderman. Semejante estado era resultado de drogas secretamente suministradas por su viejo enemigo Puzzle para provocar su muerte. Tras un violento reencuentro entre Castle y su némesis que terminaba en un motín, Punisher recuperaba la libertad tras llegar a un trato con el Trust, una misteriosa organización clandestina formada por gente influyente para luchar contra el crimen fuera de la ley. Con su apoyo Castle provocaba una guerra entre mafiosos que pronto escapa a su control. Sobre todo cuando el justiciero descubría que en realidad estaba siendo manipulado por el Trust para hacerse con el control del crimen eliminando a la competencia.


En unas ajustadas 140 páginas, Grant elaboraba una trepidante historia cargada de acción –con elementos de una crudeza poco habitual en la Marvel de la época como decapitaciones, suicidios, niños tiroteados y conductas sexualmente explícitas- cuya intriga criminal si bien tiene algunos elementos pobremente trabajados –en concreto el plan de los villanos y sus métodos- aporta un interesante retrato de su protagonista, menos siniestro y crepuscular que posteriores acercamientos como el de Garth Ennis y más humanizado, mostrando a un justiciero implacable pero con dudas y debilidades que tiene la curiosa costumbre de referirse en tercera persona a su antigua identidad civil como si se tratase de un difunto. Mike Zeck, entonces en la cresta de su popularidad gracias a su labor en Secret Wars, se encargó de la parte gráfica aportando su excelente y detallada narrativa así como una espectaculares portadas pintadas. Desgraciadamente, problemas de agenda le impidieron ocuparse del último número, que recayó en un mucho menos dotado Mike Vosburg cuya inferior labor desluce la conclusión.


El enorme éxito de ventas provocó el inmediato lanzamiento de una serie regular a la que pronto seguirían otras dos a cargo de autores como Mike Baron, Klaus Janson, Chuck Dixon o un primerizo Jim Lee, convirtiendo rápidamente al personaje en el más prolífico de la editorial (solo superado por Spiderman) y dando pie a toda clase de proyectos especiales. Uno de ellos sería Regreso a Gran Nada, obra de gran formato donde el personaje volvía encontrarse con Grant y Zeck para una trama de tráfico de armas que involucraba a un viejo conocido de Castle durante su estancia en Vietnam, desatando en el protagonista el resurgir de toda clase de viejos fantasmas. Un especial –curiosamente editado por Epic, el sello adulto e independiente de Marvel- donde el dúo creativo volvía a demostrar una estupenda sintonía con el personaje y sus claves.


Más allá de algún episodio suelto de sus series a mitad de los noventa, Grant no ha vuelto a tocar el personaje. Tampoco Zeck ha vuelto a dibujarlo aparte de alguna portada ocasional. Con una evolución posterior llena de altibajos, la labor del tándem Grant/Zeck sigue estando entre lo más sólido de la trayectoria del personaje, como da fe la reciente reedición por parte de Panini que rescata sus dos principales aportaciones a la figura del justiciero de la calavera. Un pequeño clásico cuyas formas quizá acusen en parte el paso del tiempo pero que sigue ofreciendo una lectura más que aconsejable, mostrando una versión menos conocida pero fundamental del ya icónico personaje.

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