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Ultraverse: 25º aniversario de un destello superheroico

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 13/03/2018

Los años 90 fueron una época de luces y sombras para el cómic USA. Pero sobre todo fueron un momento irrepetible para la industria. Las cifras de venta millonarias y el despegue de editoriales independientes como Dark Horse, Valiant y, sobre todo, Image Comics animaron a muchos a dar el salto a primera línea. Entre ellos estaba una pequeña editorial llamada Malibu Comics fundada por un distribuidor llamado Scott Mitchell Rosenberg en 1986 y cuyo catálogo era un batiburrillo de licencias de otros medios –Mortal Kombat, Star Trek-, títulos de autor –Dreadstar de Jim Starlin, Star Slammers de Walter Simonson- y series originales como Ex-Mutants y Men in Black (origen de la franquicia cinematográfica protagonizada por Will Smith). Pero en 1993 la bonanza del sector hizo que Malibu decidiera subir las apuestas y publicar su propio universo superheroico.


Para hacerlo no se reparó en gastos, contratando para la creación del mismo a reputados y veteranos guionistas bregados en el género como Mike W. Barr, Steve Englehart, Steve Gerber, Gerard Jones, James Hudnall y James Robinson. Con la colaboración de Barry Windsord-Smith –deseoso de dar salida a un personaje llamado Rune en el que llevaba años trabajando-, Howard Chaykin –encargado del diseño gráfico de varios personajes- y el novelista de ciencia ficción Larry Niven, dicho grupo desarrollaría un vasto universo de ficción con una detallada cronología, una serie de reglas comunes y un abundante reparto de personajes que protagonizarían varias series ambientadas en un escenario compartido donde un extraño fenómeno otorga diferentes poderes sobrehumanos a varios individuos denominados Ultras.


Lo cierto es que, a poco que se mire, sus creaciones no eran precisamente un dechado de originalidad. Varios personajes como Prime –un niño atrapado en el cuerpo de un superhéroe-, Hardcase –un superhéroes retirado y reconvertido en actor de Hollywood-, Solitaire –un mercenario enmascarado con poderes regenerativos-, Frexx –un grupo de adolescentes marginales con poderes- o Sludge –un hombre convertido en una suerte de monstruo de barro- recordaban sin apenas disimulo a creaciones previas como Shazam, Wonder Man, Deathstroke, los Nuevos Mutantes o el Hombre Cosa. Night Man –un vigilante con la habilidad de oír los pensamientos malignos-, Mantra –un guerrero de otra dimensión reencarnado en el cuerpo de una mujer-, Firearm –un detective privado especializado en casos de ultras- o el mentado Rune –un vampiro alienígena de miles de años que se muere debido a una explosión nuclear- completaban en elenco principal de un reparto coronado por Ultraforce, principal grupo de la editorial integrado por algunos de los antes mencionados.


Pero aunque el diseño de los personajes no fuese original, su desarrollo sí lo era, procurando los guionistas dar a cada serie un tono y estilo diferenciados. El terror de Rune, la serie negra de Firearm, el drama fantástico de Mantra, el humor de Prime, el misterio de Night Man o la narración 100% superheroica de Ultraforce ofrecían al lector un abanico de posibilidades que combinaba unos guiones sólidos –en una época donde la importancia de estos parecía haber pasado a un segundo plano- con un interesante staff de dibujantes que reunía a reputados veteranos –el citado Windsor-Smith, George Pérez, Norm Breyfogle- con jóvenes promesas que daban sus primeros pasos en la industria como Gene Ha, Cully Hamner, Aaron Lopresti, Terry Dodson, Kyle Hotz y Darick Robertson, todos ellos respaldados por un entonces innovador coloreado digital y una publicación en papel de mayor calidad respecto al resto de editoriales.


El Ultraverso se lanzaría con un total de quince series regulares que fueron generalmente bien recibidas por la crítica y cuyas cifras de venta (sin alcanzar los números estratosféricos de los miembros fundadores de Image) permitieron calificar la empresa de éxito. Un éxito efímero que apenas duro dos años hasta que Malibu fue devorada por la vorágine de un mercado inflado por la especulación. Las portadas cromadas y múltiples empezaron a proliferar tanto como en otras editoriales. La prometida independencia creativa a sus guionistas pronto se vio comprometida por la necesidad de crear eventos en forma de crossovers -Break-Thru, Godwhell, Septiembre Negro- que obligaron a modificar y/o interrumpir los planes para las series regulares. Y finalmente en 1995, una Marvel que veía sus cifras desplomarse tomó la inesperada decisión de comprar Malibu a Rosenberg matando dos pájaros de un tiro al adquirir su sistema de coloreado digital y quitarse un competidor al mismo tiempo.


Inicialmente Marvel anunció sus planes de seguir adelante con el Ultraverso, publicando varios cruces entre personajes de ambos universos -Rune/Silver Surfer, Lobezno/Night Man, X-Men/Exiles- e incluso trasladando elementos –las Gemas del Infinito, la fuerza Fénix- y personajes –el Caballero Negro, Loki, Juggernaut- de un universo a otro. Tras el crossover Ultraforce/Vengadores, el Ultraverso fue rediseñado por completo y varias de sus series reiniciadas con Warren Ellis encargándose de las principales cabeceras. Un reinicio que apenas duró un año hasta que una Marvel que afrontaba su peor periodo empresarial, con la sombra de la bancarrota planeando sobre su cabeza, empezó a cancelar docenas de series. El Ultraverso en pleno fue la primera víctima de dicha purga, condenando así a sus personajes a un limbo que ya dura más de dos décadas.


Sin ediciones en tomo recopilatorio que les otorgasen una segunda vida editorial y o una supervivencia en el sector del coleccionismo, las cabeceras de Malibu languidecen en el olvido, en forma de tebeos de grapa ocasionalmente ocultos en algún rincón polvoriento de las librerías especializadas en material antiguo. Hace una década, el entonces editor jefe de Marvel Joe Quesada se planteó la posibilidad de recuperar el Ultraverso pero el asunto no fructificó debido a problemas relacionados con los derechos cinematográficos de los personajes. Derechos que aún son propiedad de Rosenberg y su actual compañía Platinum Studios, dedicada a la producción tanto de cómics como de películas. Un escenario editorial plagado de complicaciones legales que ha hecho que pese a la calidad que atesoraban algunos de sus títulos hoy convertidos en objeto de culto –en especial Rune y Firearm- sean prácticamente desconocidos salvo por un puñado de veteranos nostálgicos que aún recuerdan con nostalgia esa extraña mezcla de comercialidad e ingenio que pudo ser y no fue.

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