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The Fade Out: Luces y sombras en la Babilonia hollywoodiense

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 28/03/2018
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A estas alturas el dúo creativo formado por Ed Brubaker y Sean Phillips no debería necesitar presentación. Obras como Sleeper, Criminal o Fatale dejan constancia de que estamos no solo ante una de las alianzas entre un guionista y dibujante mejor engrasadas y fructíferas que el cómic ha tenido en los últimos veinte años, sino también ante unos de los equipos creativos que más y mejor han hecho por recuperar y dignificar el género de serie negra en viñetas. Incluso mezclándolo con otros géneros como el espionaje, los superhéroes y el terror, el dominio de las claves del género por parte del dúo va más allá de la superficie de sus tropos argumentales y tópicos visuales para destilar la esencia de su contenido dramático y psicológico.


En ese sentido The Fade Out supone un paso más allá en su peculiar reivindicación de las esencias del noir mediante una historia de apariencia clásica ambientada en el fascinante mundo del Hollywood de finales de la década de 1940. Un mundo que el propio Brubaker conoce de primera mano gracias a las historias que siendo joven le relataba su tío el guionista cinematográfico John Paxton –firmante del libreto de clásicos del séptimo arte como Historia de un Detective (1947), Salvaje (1953) y La Hora Final (1959)-. Inspirándose en las mismas, Brubaker construye aquí un relato enmarcado en el Hollywood de postguerra donde los glamurosos focos del estrellato proyectan alargadas sombras de corrupción, abusos y violencia que medran en la trastienda de los grandes estudios.


El guionista nos hace partícipes de las peripecias de Charlie Parish, un guionista que ha conocido tiempos mejores en los que llegó a ser nominado a un Oscar. Sin embargo, su traumática experiencia en primera línea durante la IIª Guerra Mundial le ha provocado un bloqueo creativo que parece incapaz de romper, sobreviviendo gracias a su alianza con el también guionista Gil Mason, verdadero autor de sus actuales guiones ante la imposibilidad de firmarlos él mismo tras haber sido represaliado por los estudios debido a su afiliación comunista.


La trama arranca cuando tras una noche de borrachera Charlie despierta junto al cadáver estrangulado de Valerie Sommers, ascendente actriz de la película en la que trabaja actualmente. Sin recuerdos de lo sucedido, su desconcierto crece aún más cuando la muerte de Valerie es encubierta como suicidio por el jefe del estudio y sus brutales esbirros. Espoleados uno por la culpabilidad y el otro por las ansias de venganza contra el sistema, Charlie y Gil se lanzan de cabeza a una investigación que incluye a femme fatales de oscuro pasado, turbios abusos de directivos sobre jóvenes aspirantes a estrella, chantajes, asesinatos y la paranoia anticomunista que empezaba a devorar el país.

A medio camino del sórdido, delictivo y decadente retrato de la meca del cine descrito por Kenneth Anger en su escandalosa antología Hollywood Babilonia y la densa, afilada e implacable revisión del noir literario que supone la obra de James Ellroy –y más en concreto su saga literia conocida como Cuarteto de los Ángeles-, la prosa de Brubaker teje un tapiz oscuro, cínico y nada complaciente que reproduce la atmósfera de aquellas mismas películas de serie negra clásica en las que el propio Parrish trabaja pero que se beneficia de un enfoque más actual, que permite mostrar de forma más explícita elementos como el sexo y la violencia de formas que la censura no permitía. La crudeza del relato no desvirtúa sin embargo su sofisticación, contribuyendo a moldear un retrato mucho más rico en detalle de sus personajes y que, como el buen noir, se sirve de la intriga y el suspense como vehículo para denuncia social de la corrupción política y financiera y que, como es tradición entre los grandes títulos del género, cierra su enrevesada trama con un final nada complaciente cuyo desolador impacto resuena cual bofetada tanto para los personajes como para el lector.


Manteniendo la perfectamente engrasada sintonía de sus colaboraciones previas con el guionista, el dibujo de Phillips gana aún más enteros a raíz del tremendo trabajo de documentación sobre la época que desprenden sus páginas, incluidas unas portadas que reproducen la estética de las revistas pulp que vieron nacer al género. Su trazo de formas afiladas y prolijo en pequeños detalles, su versátil planificación de página y la estética sombría, a ratos onírica sin perder el tono realista aportado por el color zambullen al lector sin remedio en el ambiente oscuro y retro descrito por el relato.


Planificada con una duración de doce entregas donde cada página importa, publicada en USA por Image Comics, llega a nuestro país de manos de Panini Comics en una edición integral cargada de extras que, además de los consabidos bocetos, ilustraciones y entrevistas con los creadores incluyen un puñado de artículos sobre el género, la época y la industria del cine –el cinéfilo veterano reconocerá entre los personajes secundarios a sosias de Clark Gable, Verónica Lake y Otto Preminger entre otros- que contribuyen a una mayor comprensión y disfrute de la obra. Un tomo cuyo precio quizá haga dudar a algún indeciso, pero cuya calidad debería disipar cualquier duda acerca de la adquisición de uno de los títulos más destacados de este 2018 que acaba de empezar.


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