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The Private Eye: Rompiendo los esquemas

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 07/07/2018

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Convertida en sinónimo de calidad en lo referente a la literatura fantástica -ahí está su recién concluida edición de las aventuras de Fafhrd y el Ratonero Gris para demostrarlo-, Ediciones Gigamesh se zambulle en el terreno del cómic de forma lenta pero segura con su edición de The Private Eye, original obra de Brian K. Vaughan y Marcos Martín que destaca no solo por su contenido sino también por las peculiaridades de su publicación.


La buena sintonía entre ambos autores lograda tras su estupenda colaboración en Doctor Extraño: El Juramento tuvo como consecuencia que Vaughan y Martín se asociasen para dar salida a un proyecto de creación propia. Una propuesta tan original como aquellas a las que acostumbra el artífice de Ex Machina o Saga y que, al igual que en aquellas, utiliza la ciencia ficción y las herramientas habituales de dicho género para tocar cuestiones cotidianas de plena actualidad. En el actual mundo de comunicación 2.0, donde existen personas que viven más tiempo conectadas a las redes que fuera de ellas por motivos profesionales, personales o ambas cosas a la vez, el guión de Vaughan lleva esa deriva social y cultural convertida en algo común varios pasos más allá.


La premisa de la serie presenta una sociedad sita en el año 2076, décadas después de un catastrófico evento informático llamado El Gran Diluvio (sic) que filtró todos los datos digitales privados: desde cuentas bancarias a historiales médicos, pasando por fichas policiales, contraseñas informáticas, e-mails clasificados, fotografías comprometedoras, videos íntimos… hasta el último detalle sobre cualquier gobierno, entidad privada y/o individuo particular quedó al alcance de cualquiera. Un cataclismo del concepto de privacidad que alteró profundamente a una sociedad que, décadas después, tiene como práctica habitual proteger su intimidad portando máscaras e sirviéndose de falsas identidades.


Tan peculiar terreno es en el que se mueve Patrick Immelmann (cuyo verdadero nombre desconocemos más allá de las siglas P.I.), un reportero gráfico que se gana la vida espiando por encargo la identidad de otros en un mundo donde Internet ha sido abolida pero la necesidad de conocer las intimidades del prójimo parece seguir intacta pese a lo ilegal de dicha práctica. En el más puro estilo de serie negra, Patrick recibe el insólito encargo de una misteriosa mujer llamada Taj McGill de investigarla a ella misma. Cuando poco después esta aparece asesinada, P.I se ve involucrado sin pretenderlo en el centro de una peligrosa conspiración que podría derribar los cimientos de esta nueva sociedad.


Traiciones, asesinatos, conspiraciones, persecuciones… a lo largo de las diez entregas de las que consta la historia Vaughan teje una trama digna del mejor thriller policiaco que apenas deja respiro al lector. Pero en realidad eso solo es un vehículo gracias al cual el guionista se permite reflexionar sobre temas tan candentes como los peligros del Big Data y el espionaje informático, la violación de las libertades individuales, la inexistencia de la intimidad, el uso interesado de datos privados por parte de gobiernos y empresas privadas, la falta de control de la información clasificada, la alienación social de los usuarios de las nuevas tecnologías… cuestiones perfectamente hiladas con las acciones de los protagonistas sin necesidad de grandes soliloquios ni el error de sacrificar la trama y su agilidad en favor de subrayar un discurso aleccionador. Todos lo contrario: The Private Eye goza en cada entrega de un ritmo endiablado al que no es ajena la aportación de Marcos Martín en el apartado gráfico. El dibujante español aprovecha al máximo las posibilidades del formato apaisado para dar una lección de versatilidad narrativa en páginas que van de las ilustraciones únicas a láminas que contienen hasta una docena de viñetas describiendo con todo detalle una única acción y/o dialogo.


Con una estética reminiscente del Moebius más estilizado, Martín convierte cada página en un espectáculo relleno de pequeños detalles dignos de relectura, que saca partido visual a las peculiaridades del mundo distópico descrito por el guión -esos llamativos disfraces con que los personajes ocultan su identidad, empezando por la vistosa gabardina con capucha del protagonista- y elaborando una deliciosa estética retrofuturista que alterna elementos del futuro (coches voladores, pantallas holográficas) y del pasado (cabinas de teléfono, tubos neumáticos que transportan mensajes en papel) todo ello servido con una paleta de colores brillantes que evita la postal hipertecnificada mostrada en tonos grises y oscuros habitual del género.


Pero más allá de las virtudes de su contenido, The Private Eye merece ser destacada por las circunstancias de su publicación. Originalmente editada directamente para el medio digital a través de la plataforma Panel Syndicate (fundada por el propio Marcos Martín), cada entrega fue publicada mediante un sistema de pago opcional que permitía al usuario descargarse cada episodio completamente gratis o bien hacer un pago voluntario no fijado si así lo deseaba para financiar la publicación tanto de las siguientes entregas como de nuevos proyectos. Un sistema de edición y distribución directa disponible en varios idiomas (inglés, francés, portugués, español y catalán) y cuya viabilidad económica sorprendió incluso a sus propios autores, permitiendo la publicación tanto de nuevas obras propias -Barrier, un drama de suspenses sobre la inmigración ilegal- como de otros autores -Universe! de Albert Monteys, BlackHand Ironhead de David López, Umami de Ken Niimura-. Tras ser editada en formato físico por Image Comics en EE.UU., Gigamesh acaba de poner en las estanterías españolas la versión en papel de la obra, en una espectacular edición que respeta el formato apaisado original y viene cargada de contenidos extra que desgranan los pormenores de su proceso de creación. Una obra de lo más interesante que nos hace reflexionar alternativamente sobre el futuro del cómic como medio y sobre el futuro a secas.

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