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Centinela de la libertad: El renovado origen del Capitán América

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 12/02/2019
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Aunque el lector actual esté acostumbrado a las historias de superhéroes que revisitan y/o actualizan el origen de un personaje, hace treinta años tal maniobra no era lo habitual. Especialmente en Marvel, donde se gozaba de una continuidad mucho más sólida y sin necesidad de ser relanzada prácticamente desde cero como DC se había visto obligada a hacer en la década de los ochenta. Sin embargo en 1991, con motivo de un evento tan significativo como el 50º aniversario del Capitán América, la editorial decidió que una cifra tan redonda y significativa merecía algo más que un número especial de la serie regular y encargó una miniserie que rememorase los orígenes del personaje y, de paso, sirviese de punto de entrada a los nuevos lectores.

Las Aventuras del Capitán América: Centinela de la Libertad fue planteada como una suerte de Año Uno del personaje. Pero las ambiciones de Fabian Nicieza y Kevin Maguire, guionista y dibujante respectivamente designados para hacerse cargo del proyecto, iban mucho más allá. Maguire, que se había hecho un nombre gracias a su hilarante labor en la Liga de la Justicia, se vio tentado por la posibilidad de dibujar al que consideraba su personaje favorito e involucró a un ascendente Fabian Nicieza para dar a esa historia de origen un empaque más cinematográfico. Una suerte de película en papel que serviría asimismo como sustituta ante los paupérrimos resultados del film sobre el personaje dirigido por Albert Pyun que acabaría siendo estrenado directo a video un año después. Fuese una reacción o no ante lo decepcionante de aquella adaptación al celuloide, la miniserie gozaba de una estructura argumental y un empaque visual que parecían más propios de una producción cinematográfica que de un cómic de superhéroes estándar.


Durante sus cuatro entregas, el guión de la miniserie narraba la transformación del debilucho y enfermo Steve Rogers en el primer y único supersoldado norteamericano al inicio de la IIª Guerra Mundial, sus primeras aventuras como azote de espías e infiltrados nazis, su encuentro con Bucky Barnes, su incursión en la Francia ocupada y el primer enfrentamiento con su némesis Cráneo Rojo. Un inspirado Maguire aportó a la serie no solo el detalle y la expresividad de los personajes que se han convertido en su marca personal, sino también una cuidada labor de ambientación de los años 40 reflejada en el vestuario, peinado, vehículos y edificios. La narración de página, alternando láminas de 3x9 y 4x12 con splash pages según el diferente ritmo y tono del argumento, hace que la lectura se asemeje en ocasiones a la de un detalladísimo storyboard, aportando asimismo ciertas innovaciones en el diseño del héroe (la cota de mallas, la cartuchera con pistola) que en los años posteriores serían adoptadas por otros dibujantes.


Pese a su deuda con el trabajo de autores previos, el guión de Nicieza lograba gozar de una entidad propia tanto en la descripción de los personajes –desde el idealismo casi inocente de Steve a la picaresca de Bucky- como en la narración, que proponía una trama de intriga llena de traiciones, agente dobles, escenas de acción (la pelea en la Torre Eiffel), humor (los intentos de Rogers de mantener su doble identidad ante sus compañeros de cuartel) y drama (el rescate de un personaje que termina en tragedia), aportando interesantes secundarios como el coronel Fletcher, la teniente Cindy Glass o los Vernichtungs Kommandos, el siniestro trío de sicarios de Cráneo Rojo.


Por desgracia, todas esas virtudes se diluían tras una estupenda primera mitad. En buena parte debido a que la proverbial lentitud de Maguire, que acabó abandonando la serie a mitad del tercer episodio, obligó a que el resto de la serie tuviese que ser completado por los mucho menos dotados Kevin West y Steve Carr. Y pese a la esforzada labor en el entintado de Terry Austin tratando de minimizar ese cambio en los lápices, la lectura del tramo final se resiente no solo de una estética más rígida y simple, sino también con un clímax argumental con la lucha entre héroe y villano en una suerte de coliseo ante el mismísimo Adolf Hitler que se antoja demasiado simple y apresurado.


Un desenlace agridulce que quizá haya contribuido a la discreta atención recibida por esta obra concreta dentro de la trayectoria del personaje (la actual edición de Panini Cómics es la primera que ve la luz en España casi tres décadas desde la realizada por Planeta a través del extinto sello Cómics Forum). Pero ello no logra eclipsar sus virtudes como una obra de disfrute independiente, perfecto punto de entrada para quien quiera aproximarse por primera vez al personaje, y cuya influencia posterior tanto en etapas posteriores como en la primera película protagonizada por Chris Evans para Marvel Studios es tremendamente difícil de negar.


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