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The Umbrella Academy: (Super)psicodelia pop

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 09/03/2019
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Reciente el estreno de su adaptación televisiva a cargo de Netflix, Norma Editorial ha decidido retomar la edición en tomo de gran formato de Umbrella Academy, peculiar acercamiento al cómic de superhéroes que ha logrado aportar una diversión y energía al género que lo han hecho destacar dentro del mismo por encima de la maraña de títulos, personajes y autores mucho más reconocibles que ofrece el cómic norteamericano.

Umbrella Academy tiene su origen en Gerard Way, líder y vocalista del grupo de rock My Chemical Romance. Lo que a priori podría parecer una hueca operación de marketing para aprovechar la sinergia comercial del músico en realidad suponía la puesta de largo de un guionista que llevaba años macerando su talento. Licenciado en Bellas Artes y enamorado del cómic desde su adolescencia, Way había hecho sus pinitos en publicaciones aficionadas antes de alcanzar el éxito con la música. Pero el estrellato musical no eliminó su interés en las viñetas, así que cuando en 2007 la editorial Dark Horse le ofreció la oportunidad de crear su propia serie Way se lanzó de cabeza.


Umbrella Academy transcurre en un mundo alternativo donde un curioso fenómeno cósmico provocó el nacimiento de 43 bebes dotados de habilidades sobrehumanas. El misterioso científico y potentado Sir Reginald Hargreaves –alias El Monóculo- adoptó a siete de ellos para criarlos y prepararlos de cara a su futuro papel como salvadores del mundo. Años más tarde este disfuncional grupo de hermanos, bautizados como Umbrella Academy ha separado sus caminos y mantiene una tirante e inestable relación entre ellos determinada en buena parte por sus habilidades, que incluyen viajes en el tiempo (el Nº 5), un cuerpo de gorila superfuerte (Spaceboy), alterar la realidad mediante el habla (Rumor), comunicarse con los muertos (Seance), la invulnerabilidad (Kraken), invocar criaturas monstruosas (el fallecido Horror) y poderes telequinéticos durmientes (Violín Blanco)-. El fallecimiento de Hargreaves (en realidad un alienígena oculto en nuestro mundo) hace que vuelvan a reunirse por primera vez en años, iniciando una serie de acontecimientos que les llevarán a hacer frente a la amenaza por cuya causa fueron educados.


Este resumen a grandes rasgos de Suite Apocalíptica, primer volumen de seis entregas de la cabecera, no acaba de describir totalmente el tono de la serie. Aficionado fervoroso antes que profesional, los guiones de Way demuestran claras influencias, señaladas por el propio guionista en entrevistas, que incluyen el tono aventurero y fantástico-científico de Los 4 Fantásticos, la dinámica familiar y la metáfora social de los X-Men y, sobre todo y ante todo, el enloquecido surrealismo con toques de parodia y elementos terroríficos de la Patrulla Condenada de Grant Morrison.

El estrambótico diseño steampunk de los personajes –que incluye a chimpancés parlantes ejerciendo diversos oficios-, la problemática relación de amor/odio entre los protagonistas, el imaginativo uso de sus poderes –que no siempre controlan y/o se manifiestan de formas imprevistas- y los golpes de efecto plagados de humor negro –el ataque de una torre Eiffel viviente (sic) o la escena de la masacre en la cafetería- conforman una historia que si bien deja ver claramente sus influencias, es capaz de manejarlas dotándolas de un ritmo y una diversión desvergonzadas que rompen con numerosas convenciones propias del género. Una ejecución que al mismo tiempo sabe aprovechar las posibilidades del cómic como medio narrativo mediante una planificación argumental capaz de sorprender casi a cada página. Algo a lo que no es ajena la labor del dibujante brasileño Gabriel Bá, cuyo trazo adopta aquí un aire casi caricaturesco dando al resultado una estética propia de un demente film animado donde todos los escenarios enloquecidos y personajes delirantes imaginados por Way adquieren una inesperada coherencia y verosimilitud. Incluso cuando provocan lo apuesto a ambos términos.


El éxito de la primera miniserie (galardonada con un premio Eisner) se prolongaría en Dallas, siguiente volumen cuya premisa implicaba que el grupo debía detener los planes del Nº 5 –cuyos devaneos por la corriente temporal le han dejado con una mente anciana en un cuerpo de niño- para viajar en el tiempo y asesinar a John F. Kennedy mientras lidian con el acoso de una pareja de sicarios enmascarados del futuro. Frente a interminables sagas, eventos editoriales y repetición poco disimulada de lugares comunes, el segundo volumen confirmaba la frescura de una propuesta sin mayores ambiciones que las de ofrecer una lectura tan entretenida como sorprendente.


Por desgracia los compromisos de Way con su carrera musical y su labor como guionista y editor de la línea Young Adult de DC Comics –que incluye la escritura de la nueva serie de la Patrulla Condenada: el círculo se cierra- fueron retrasando más y más la publicación del siguiente volumen. Un hiato, apenas paliado con un trío de historias cortas editadas en formato digital en la antología Dark Horse Presents, que duraría casi diez años antes de la publicación de Hotel Oblivion. Un tercer volumen aún en publicación en los EE.UU. que enfrenta al grupo con una coalición de supervillanos y que, según las primeras críticas, conserva intacta la energía de los dos primeros. Mientras esperamos que Norma Editorial de salida al mismo en nuestro país no es un mal momento para (re)descubrir su lectura.


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