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La Atalaya del Vigía Comic Digital
REVISTA ESPECIALIZADA EN CÓMIC
"Creía que tras siete temporadas de Expediente X, el hombre moderno gozaría de cierto sano escepticismo." Rush / The Authority #32
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La Liga de los Pintores (de cómic) Extraordinarios

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 28/09/2019
La Atalaya del Vigía

Recién recuperada por Panini Cómics, la miniserie Kaos y Lobezno: Fusión (Meltdown en el original) llamó la atención en el momento de su publicación no por el tirón comercial de los mutantes protagonistas, ni por su eficaz mezcla de acción y espionaje escrita por Walter y Louise Simonson sino por su vistoso apartado gráfico elaborado a cuatro manos por Kent Williams y John J. Muth. Dicha miniserie supuso uno de los puntos álgidos de una breve e interesante etapa dentro del cómic mainstream USA que dio como resultado un puñado de obras irrepetibles.

Más allá de Alex Ross y su luminoso arte hiperrealista deudor del arte figurativo de Norman Rockwell, entre las décadas de 1980 y 1990 surgieron una serie ilustradores de estilo ecléctico que apostaron por aplicar técnicas pictóricas modernas al lenguaje del cómic comercial. Un grupo que tiene en Bill Sienkiewicz a su punta de lanza, siendo su explosión gráfica en la serie de Los Nuevos Mutantes lo que abrió las puertas a la llegada de talentos como George Pratt, John Van Fleet, los hermanos Scott y Bo Hampton o los ya citados Kent Williams y John J. Muth. Todos ellos aplicaron a la narración secuencial en papel un estilo de corte expresionista entre el realismo más acusado y la abstracción más simbólica, tendiendo más hacia lo uno que hacia lo otro según sus preferencias particulares. Un tipo de dibujo que dejaba de lado el lápiz y tinta habituales para aplicar técnicas como óleo, collage o mimeografía y cuyas influencia incluían por igual a pintores clásicos, fotógrafos y caricaturistas.


Esta corriente artística puede vertebrarse en torno a dos nombres clave. El primero es Epic Comics, sello editorial creado por Marvel a instancias del entonces editor jefe Jim Shooter y supervisado por Archie Goodwin que entre 1982 y 1994 dio salida a publicaciones alternativas destinadas a un público más adulto. Publicaciones que iban desde títulos propiedad de sus autores (Dreadstar, Marshall Law, Groo) a la edición de cómics europeos y mangas (Blueberry, Akira) pasando por proyectos ambientados en el universo Marvel a los que se quería dar una entidad y sensibilidad distintas. De estos últimos Elektra Asesina de Frank Miller y Sienkiewicz fue el que hizo que muchos lectores desprevenidos girasen la cabeza preguntándose como semejante explosión gráfica era posible dentro de los márgenes del mainstream. Posteriores títulos como Daredevil: Amor y Guerra (también del dúo Miller-Sienkiewicz) o la citada Fusión posibilitaron singulares obras de creación propia como Stray Toasters, inclasificable pastiche de serie negra, terror y drama familiar escrito e ilustrado por Sienkiewicz; Blood: Un Relato Sangriento, surrealista historia vampírica firmada por J.M. DeMatteis y Kent Williams; o Moonshadow. Este último título (nunca editado en España) era una miniserie de doce entregas donde DeMatteis narraba una historia a medio camino entre la fantasía y la ciencia ficción sobre el viaje de un muchacho en busca de su padre, pintado a seis manos por Muth, Williams y Pratt en una combinación de estilos tan ecléctica como sorprendentemente coherente.


El otro nombre ineludible es el de Barron Storey. Este artista que comenzó su carrera en el campo de la publicidad y la ilustración literaria, ejercería una influencia decisiva en el grupo de autores antes citados a través de su labor como profesor en instituciones como la School of Visual Arts de Nueva York y el Pratt Intitute donde la mayoría de ellos habían cursado estudios de Bellas Artes. Curiosamente y pese a la clara y decisiva huella en el trabajo de sus alumnos (entre los que también figuran autores de perfil radicalmente distinto como Scott McCloud, Daniel Clowes y Seth), la carrera de Storey en el cómic ha sido más bien discreta, destacando la miniserie The Marat-Sade Journals, peculiar adaptación gráfica de una polémica obra teatral editada por la independiente Tundra Publishing y nominada a los Eisner así como una de las historias del especial Sandman: Noches Eternas dedicada al personaje de Desespero.


Mientras tanto en DC Comics tomaron buena nota dando luz a obras de perfil pictórico como El As Enemigo: Amor por la Guerra o Batman: Harvest Breed firmadas por George Pratt y recientemente recuperadas por ECC Ediciones. Pero fue en la entonces naciente línea Vertigo donde este tipo de iniciativas florecieron mediante títulos como Dime Oscuro (obra del novelista Karl Edward Wagner y Kent Williams), El Misterio Religioso (de Grant Morrison y Muth) o la miniserie original de Los Libros de la Magia escrita por Neil Gaiman. Vertigo abriría asimismo la puerta a ilustradores británicos de registro pictórico como Dave McKean, John Bolton, Charles Vess o el impactante Simon Bisley cuyo arte germinaría en títulos visualmente arrebatadores como Orquídea Negra, Arkham Asylum, Mr. Punch, la miniserie original de Lucifer, a las que se añade la experimental Cages editada originalmente por la ya mentada Tundra Publishing.


Durante la segunda mitad de los noventa este tipo de proyectos comenzaría a desaparecer del panorama de las grandes editoriales. El cambio en los gustos del público en las tendencias gráficas, la importante cantidad de tiempo exigida por este tipo de proyectos y los intereses creativos y económicos de los propios autores –muchos de los cuales pasaron a centrarse en otros campos profesionales como la publicidad, los medios audiovisuales o la enseñanza- pusieron fin de manera discreta y silenciosa a dicha etapa, revivida ocasionalmente con la aparición de nuevos talentos de irregular trayectoria como David Mack, Ashley Wood o Ben Templesmith y algún ocasional “comeback” de veteranos como Kent Williams y su adaptación en viñetas del film de Darren Aronofsky La Fuente de la Vida o Black Dog: Los Sueños de Paul Nash, el más reciente trabajo firmado por McKean. Una época dentro de las grandes editoriales norteamericanas cuyo arrojo a la hora de ensanchar las fronteras de cómic como medio es encomiable y de la que en nuestro país existen numerosos títulos descatalogados y/o directamente inéditos que nos impiden apreciarla debidamente.

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