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La Atalaya del Vigía Comic Digital
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Freak Brothers: La contracultura vive

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 15/02/2020

Si puedes recordar los sesenta es que no los viviste” dice una popular frase tratando de recoger el espíritu de rebelión de la juventud occidental de la época y su intención de revolucionar la sociedad en ámbitos como la política, la cultura o el sexo. Un cambio de paradigma que incluía la espiritualidad y las drogas como medio para alcanzar esa revolución en una coyuntura informe que acabaría denominándose contracultura. Pese al axioma que abre este texto dominó medios como el cine, la literatura o la música que se han encargado de preservar la visión de aquella época que logró cambiarlo todo para que aparentemente no cambiase nada y cuyas luces no estaban exentas de sombras. Pero poco se habla de cómo el cómic, y en concreto las viñetas del underground norteamericano, dio un testimonio más fidedigno del zeitgeist de la Norteamérica de los sesenta gracias a autores como Gilbert Shelton y sus Freak Brothers.


Con el medio de la viñetas en una situación económica crítica y su creatividad limitada debido al escándalo de La Seducción del Inocente de Fredick Wertham y la posterior implantación del Comics Code durante la década de los cincuenta, la creatividad y la experimentación en el cómic USA encontró durante la década posterior un refugio en los fanzines gracias a jóvenes autores inmersos en el espíritu contestatario y de cambio como Robert Crumb, Trina Robbins, Vaughn Bode o Gilbert Shelton entre otros. Este último había cosechado él éxito gracias a El Superserdo (Wonder Wart-Hog), absurda parodia de Superman y el subgénero de los superhéroes en general. Pero sería en capital año 1968 cuando publicaría en las páginas The Rag (un periódico undergroung de su Texas natal) las primeras tiras de The Fabulous Furry Freak Brothers, serie sobre un trío de hippies que malviven en un destartalado piso de la ciudad de San Francisco.


Inspirados según su propio creador en los hermanos Marx (aunque, y pese al nombre, no existe parentesco entre ellos), el trío formado por Freewheelin Freek –siempre caracterizado por su mostacho y sombrero de cowboy-, Phineas T. Phreak –activista político de izquierdas y experto en química- y Fat Freddy Freekowski –rubio gordinflón eternamente despistado- el trío protagonista protagonizaría toda clase de desventuras en historias cuyo tamaño variaba entre una única página y otras de mayor extensión en las que vemos como viven sin dar palo al agua, con la búsqueda de drogas y mujeres como único objetivo vital y con una capacidad innata para meterse en toda clase de problemas sin proponérselo.


Tres personajes que Shelton retrata como unos perdedores cuyos planes siempre acaban con el tiro saliendo por la culata en historias que se inician con un tono realista pero que progresivamente se va haciendo más exagerado y paródico, llegando a incluir elementos fantásticos como alienígenas y/o viajes en el tiempo (sic). Y aunque las historias poseen cierto trasfondo de crítica referente a temas como la inmigración, el gobierno o las fuerzas del orden (cuyos integrantes son mostrados casi ineludiblemente como ineptos, corruptos y/o ambas cosas a la vez), Shelton no duda en reírse también de los propios ideales y costumbres del movimiento hippie mediante numerosos gags acerca de las vicisitudes del amor libre, la espiritualidad exótica o el choque generacional.


Sin embargo frente al tono cínico y transgresor de contemporáneos como Crumb, Shelton hace gala de un humor mucho más blanco y menos pretencioso, procurando siempre provocar la risa del lector antes que mandar un mensaje y/o establecer una postura ideológica. Un enfoque este último que provoca que la lectura de sus historias pueda ser disfrutada eficazmente de forma independiente, sin tener que recurrir al contexto histórico y cultural en el que fueron creadas para que la lectura alcance pleno sentido. El trazo exagerado y expresivo de los personajes, siempre próximo a la caricatura aunque cada vez más cargado de detalles a medida que pasa el tiempo, sigue esa misma línea, si bien incluye varios homenajes a dibujantes de la Edad de Oro como Chester Gould –cuya famosa creación Dick Tracy aparece parodiada mediante el personaje secundario del detective ciego y sordo llamado Tricky Prickears) o George Herriman.


La referencia a este último es especialmente importante ya que Shelton solía completar las páginas de los personajes con una viñeta final en la que homenajeaba/parodiaba las tiras de Herriman sobre Krazy Kat mediante la incursión de Fido, la mascota felina de Fat Freddy. Un gato que era mucho más inteligente que sus dueños –como expresaba mediante sus pensamientos- y de los que se burla defecando en los lugares más insospechados (sic). Considerado un precedente directo del Garfield de Jim Davis, la popularidad de El Gato de Fat Freddy llegaría a ser tanta que el propio Shelton no solo realizaría varias historias protagonizadas exclusivamente por el felino sino que también llegaría a concederle su propia cabecera.


Compartiendo ocasionalmente labores de guión junto a colegas como Dave Sheridan y Paul Mavrides, las historietas de los Freak Brothers fueron publicadas originalmente en varias revistas tanto de corte alternativo como mainstream, incluida la emblemática Playboy. Debido a su popularidad serían recopiladas en su propia cabecera de publicación aperiódica entre 1971 y 1992, alcanzando un total de trece entregas en formato blanco y negro, aunque varias de ellas incluían ocasionalmente el uso de color. En España las primeras historias vieron la luz durante los setenta en varios fanzines pero su publicación regular llegaría en la década de los ochenta de mano de Ediciones La Cúpula, que además de incluir regularmente a los personajes en las páginas de la emblemática revista El Víbora también publicaría las primeras recopilaciones de la serie en castellano. Precisamente La Cúpula es la responsable de la reciente edición integral que recopila en dos volúmenes la obra completa que recoge el espíritu de una época pero cuya disfrute no parece haber perdido vigencia más allá de su valor histórico e influencia.

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