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Los Perdedores: Apuesta segura

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 23/05/2020
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Existe cierta concepción generalizada de que la línea Vertigo de DC Comics estaba ligada a historias de fantasía y terror. Pero un rápido repaso a los títulos publicados a lo largo de su trayectoria descubrirá una mayor variedad temática que abarca géneros como la acción, la intriga o el bélico. Incluso es posible encontrar una combinación de los tres anteriores como en el caso de Los Perdedores, obra firmada por el eficaz dúo de autores británicos Andy Diggle y Jock.

Los Perdedores surgió en 2003 como un encargo de los editores de Vertigo para relanzar al homónimo grupo de personajes del cómic bélico de los sesenta. Se trataba de un olvidado serial ambientado en la IIª Guerra Mundial publicado en la cabecera antológica Our Fighting Forces y que pese a haber contado con autores como Joe Kubert y Jack Kirby había caído en el olvido. Pero a diferencia de la recuperación de compañeros de quinta como el Sargento Rock, el As Enemigo o el Soldado Desconocido, Diggle decidió hacer borrón y cuenta nueva con los personajes originales, quedándose solo con el nombre y el concepto básico de un grupo de soldados dados por muertos en combate y dedicados a realizar misiones suicidas. Ambientada en el más rabioso presente, la serie de los nuevos Perdedores estaba protagonizada por una unidad de las fuerzas especiales del ejército de los EE.UU. liderada por el coronel Franklin Clay y formada por Roque (el frío y expeditivo segundo), Puma (francotirador), Jensen (comunicaciones) y Chucho (transporte). Dados por muertos tras una misión en Pakistan debido a la traición de un misterioso agente de la CIA conocido únicamente como Max, cinco años después reaparecían con la intención de limpiar sus nombres.


Perseguidos por la CIA, que encargaba su captura a un veterano agente llamado Marvin Stegler, y ayudados por Aisha, una despiadada y escalofriante asesina de origen afgano con su propia agenda personal –y su propia colección de orejas humanas (sic)-, los Perdedores iniciaban una búsqueda que les llevaría por medio mundo siguiendo los pasos de Max, misteriosa y legendaria figura del mundo del espionaje dueño de un inmenso poder e influencia con características rayanas en lo sobrenatural. Un poder que planeaba utilizar para un fin tan grande que podría cambiar el mundo tal y como se conoce.

Partiendo de referentes que iban desde la televisiva El Equipo-A (1983-87) a las novelas de Tom Clancy, pasando por films como Doce del Patíbulo (1967), Sospechosos Habituales (1995) y la saga de James Bond además de la tradición del cómic bélico de DC antes citada, Diggle logró ensamblar una obra con identidad propia que equilibraba unas elaboradas y espectaculares escenas de acción con un trasfondo de crítica política con un ojo puesto sobre los excesos de la Guerra contra el terror que comenzaba a desplegarse en Oriente Medio y Asia así como los tejemanejes del complejo militar-industrial y la corrupción y falta de control de los organismos gubernamentales. Un trasfondo que no buscaba aleccionar ni desarrollar sesudas reflexiones geopolíticas pero que, dentro de su apuesta por la pura diversión, tampoco tenía miedo a meter el dedo en la llaga. Todo ello mientras se tomaba su tiempo para definir al reparto protagonista, cada uno dotado de una personalidad perfectamente definida y cuyas características –el patriotismo de Clay; la falta de escrúpulos de Roque; el humor de Jensen y sus continuas referencias a la cultura pop; la melancolía de Puma; la faceta familiar de Chucho; la sádica mentalidad de Aisha- se complementaban a la perfección.


A dicha personalidad contribuía sobremanera los trazos angulosos y cargados de sombras de Jock (seudónimo artístico del ilustrador Mark Simpson), que no solo transmitían en cada página el tono de thriller de conspiraciones de la trama, sino que potenciaban la intensidad de las abundantes secuencias de acción que incluían acciones de infiltración, seguimiento, peleas cuerpo a cuerpo, tiroteos, explosiones y persecuciones por tierra, aire y mar en localizaciones como los montañosos valles de Afghanistan, las calurosas calles de Qatar, una isla volcánica del Caribe, el subsuelo de Londres, un carguero de la marina repleto de material nuclear o la abandonada ciudad de Pripyat cerca de las ruinas de Chernobyl. Acciones y localizaciones mostradas en viñetas que recurrían a diferentes composiciones de página según el ritmo de la trama dándole un acabado cinematográfico que suplía con su potente planificación cierta parquedad a la hora de dibujar fondos. Tan eficaz era la labor del dibujante que cuando los plazos de entrega obligaban a delegar algún número en dibujantes invitados (Nick Dragotta, Ale Garza, Ben Oliver) el resultado se resentía notablemente pese a los esfuerzos de dichos sustitutos para intentar reproducir el estilo de Jock. Solo Colin Wilson (La Juventud de Blueberry) logró salir con éxito de dicho envite, irónicamente por la decisión de mantenerse fiel a su propio trazo.


Los Perdedores acabaría alcanzando un total de treinta y dos números, concluyendo en un desenlace satisfactoriamente cerrado por iniciativa de sus propios autores. Pese a quedar muy lejos de la repercusión de otros títulos de Vértigo, el eficaz y trepidante resultado tuvo una buena acogida, hasta el punto de recibir varias nominaciones a los premios Eisner e incluso dar pie a Los Perdedores (2010), adaptación cinematográfica protagonizada por Jeffrey Dean Morgan, Zoe Salzana, Idris Elba, Chris Evans y el español Oscar Jaenada y basada en el primer arco argumental. Pese a su interesante reparto el resultado fue un tremendo fiasco debido a los numerosos cambios respecto al cómic destinados a limar cualquier atisbo de crítica política (el trasfondo del terrorismo en Oriente Medio era sustituido por el del narcotráfico en América Latina), reducir notablemente el contenido violento y aumentar el humor. Todo de cara a obtener una calificación por edades reducida que aumentase su público potencial, convirtiendo inexplicablemente de paso a un antagonista tan atractivo e intrigante como Max en un paródico villano propio de un cartoon infantil.

Publicada originalmente en España por Norma Editorial y Planeta Cómic, actualmente no existe ninguna edición disponible del cómic original, lo que ha provocado la paradoja de que muchos conozcan (o crean conocer) la obra de Diggle y Jock únicamente a través de su libérrima y decepcionante versión fílmica. Hasta que ECC Ediciones se decida a rescatarla sirva este breve repaso para reivindicar las virtudes de uno de los títulos más disfrutables del catalogo de Vértigo.


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