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Series son Amores - Space Force: La conquista del espacio no es cosa seria

El equipo de la recordada The Office nos lleva de odisea galáctica

Un artículo de José María Amores Casado y JJJ - Introducido el 04/06/2020
Series son Amores - Space Force: La conquista del espacio no es cosa seria

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Ningún fan catódico pudo ocultar su entusiasmo ante la noticia de la nueva colaboración entre Greg Daniels y Steve Carell en una de las series más anticipadas de Netflix. Cualquier espectador televisivo tiene claro que la versión americanizada de The Office es una de las más brillantes aportaciones de los últimos años y Michael Scott -el personaje encarnado por Carell- uno de los indiscutibles iconos de la pequeña pantalla que se han convertido en indispensables en la cultura popular. No olvidemos que aquel show consiguió encontrar su identidad propia a pesar de ser una adaptación de la brillante The Office británica nacida de la mordiente pluma de los enormes Ricky Gervais y Stephen Merchant, además de lanzar las carreras de intérpretes como el mismísimo Carell, John Krasinski, Mindy Kaling o Rainn Wilson gracias a los brillantes guiones y geniales secundarios del show.

Ya han pasado 15 años desde el lanzamiento de aquel falso falso documental que narraba el día a día de los empleados de la oficina de la compañía papelera Dunder Mifflin de Scranton (Pensilvania) y cabe reseñar que la serie ha gozado de una segunda etapa de gloria tras su incorporación a la programación de Netflix, donde se ha situado desde su reestreno en las listas de programas más vistos de la cadena. Por esta razón, la plataforma no lo dudó a la hora de ofrecer a sus principales responsables la posibilidad de crear una nueva propuesta que incorporar al creciente catálogo de series de la compañía y, tras meses de angustiosa espera, al fin hemos podido disfrutar de ella en modo binge-watching.



En esta ocasión, Daniels y Carell figuran como responsables de los guiones de esta sátira nacida de la más rabiosa actualidad mundial que nos narra el nombramiento del estoico Mark R. Naird (Carell), general de cuatro estrellas que ansía convertirse en el máximo responsable de la Fuerza Aérea norteamericana, como director de la nueva rama del ejército estadounidense y proyecto fetiche del presidente de los EE.UU.: la Fuerza Espacial.

Los responsables del show vuelven a lanzarnos una sitcom situada en el mundo laboral, aunque esta vez cambian la industria papelera por la carrera mundial por hacerse con el control de las estrellas. Como cualquier persona que esté un poco al tanto de los últimos sucesos políticos de nuestro planeta puede observar, la propuesta parece arrancada de los noticiarios debido a los indiscutibles paralelismos con la administración Trump y esa insana fijación del presidente naranja por la conquista del espacio como plataforma para hacer olvidar a los votantes su incapacidad para guiar de manera competente una de las más poderosas potencias mundiales.


Hay que llegar a la Luna de nuevo (… o por primera vez, si eres un conspiranoide diplomado)


La serie comienza tras el nombramiento de Naird y nos sumerge de lleno en el día a día de un departamento militar que lucha continuamente contra la falta de un objetivo claro más allá de ser los primeros en llegar a todos los cuerpos celestes que existen, la presión mediática ante el gasto estratosférico de la empresa que les ha sido asignada y los caprichos de un presidente y clase política que sólo busca la publicidad y rédito político que lleva unido la conquista del espacio.

La incorporación de secundarios interesantes capitaneados por un magnífico John Malkovich interpretando al doctor Adrian Mallory, científico jefe de la Fuerza Espacial, convierte el show en una interesante adición a la oferta de sitcom actual. Junto a Carell y Malkovich, encontramos a Jimmy O. Chang (Silicon Valley) como el doctor Chan Kaifang, mano derecha de Mallory; Tawney Newsome en el papel de Angela Ali, piloto personal de Naird y aspirante al programa de astronauta de este departamento; Ben Schwartz (Parks and Recreation) como Tony Scarapudicci, jefe de prensa obsesionado con las social media; Don Lake como el despistado Brad Gregory, asistente personal del general Naird; Lisa Kudrow (Friends) y Diana Silvers (Súper Empollonas) como la esposa e hija de Naird; o el tristemente desaparecido Fred Willard (Modern Family) en su último papel como el padre del general Naird.


El problema con el que se enfrentan los responsables de la serie es que, como parece haberse puesto de moda en las plataformas televisivas que ahora lideran la oferta de series, la extensión de esta primera temporada solo alcanza los diez episodios de media hora de duración. Daniels y Carell son maestros a la hora de construir personajes en cuyo centro brilla una emocionante humanidad conforme vamos arrancando esa pátina de defectos y taras que lo rodea pero, como no podía ser de otra manera, eso requiere que pasemos el suficiente tiempo con ellos para llegar a conocerlos. Al igual que ocurría en Upload, la otra serie de Daniels estrenada en este 2020, la corta extensión de esta primera entrega no permite el crecimiento de estos personajes y debemos conformarnos con pequeños destellos de genio que nos harán preguntarnos que hubieran podido conseguir con una temporada clásica de 22 episodios.

La realidad supera a la ficción y eso da mucho miedo


Como hemos comentado, la serie no esconde sus paralelismos con la actualidad geopolítica actual y, desgraciadamente, eso termina convirtiéndose en un pequeño lastre para la temporada. La Era Trump nos ha demostrado que nada es imposible en este mundo y que cualquier cosa -y cuanto más ridícula mejor- puede ocurrir en el futuro de nuestro planeta. Cualquier situación imaginada por los guionistas de esta serie va a ser automáticamente superada por las noticias reales y, cuando hablamos de la enfermiza imaginación de un megalómano al frente de una de las grandes potencias mundiales, la apuesta se multiplica automáticamente por diez.


La decisión de Daniels y Carell de presentarnos personajes simpáticos choca directamente con la tendencia general de ofrecer el protagonismo de las últimas propuestas televisivas -y mucho más aún cuando se trata de comedias- a personajes abiertamente desagradables y cubiertos de una capa de desencanto y molesta irritación que impregna por completo esa corriente actual de dramedia televisiva que inunda la oferta seriéfila. No quiere esto decir que el show no se hubiera beneficiado de un enfoque con mayor carga satírica y mordiente que otorgara al producto final algo más de mala leche y empaque.

Los creadores del show han alcanzado su objetivo de entretener a la audiencia con una comedia divertida y acertada que crece cuando Malkovich y Carell comparten escenas y que ofrece a los espectadores momentos brillantes como la audiencia ante el Congreso para defender el presupuesto del proyecto -con un repaso completo a la política estadounidense con manifestantes, congresistas rebeldes y políticos terraplanistas incluidos-; las visitas de Naird a su encarcelada esposa en uno de los misterios que esta primera etapa deja sin contestar; o las reuniones entre los distintos responsables del ejercito americano con intérpretes de la talla de Jane Lynch (Glee), Noah Emmerich (The Americans), Patrick Warbutton (Agentes de S.H.I.E.L.D.) o Diedrich Bader (Napoleon Dynamite) discutiendo la posibilidad de arreglarlo todo -absolutamente todo- con una bomba.

En resumen, una propuesta que no alcanza la genialidad que podría pero que se convierte en una apuesta fresca y divertida que podría transformarse en imprescindible en temporadas futuras. Esperemos que con un mundo algo menos desequilibrado que poder parodiar.


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