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La Atalaya del Vigía - Epic Comics: Cuando otra Marvel fue posible Comic Digital
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La Atalaya del Vigía - Epic Comics: Cuando otra Marvel fue posible

Una mirada a uno de los sellos del cómic que redefinió el género

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 11/06/2020
La Atalaya del Vigía - Epic Comics: Cuando otra Marvel fue posible

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La edición de Moonshadow supone no solo el rescate de cómics que permanecían tristemente descatalogados y/o inéditos en España. También devuelve a la actualidad a Epic Comics, sello editorial de Marvel que permitió que su creación fuese posible y que aportó en su conjunto nuevos aires creativos y editoriales al cómic mainstream USA.

Corría el año 1980 y Jim Shooter era el editor jefe de Marvel. Amado y odiado a partes iguales, pese a las luces y sombras que rodean su figura nadie puede discutir las innovaciones y el olfato comercial de su mandato. En pleno auge del mercado de venta directa gracias a las librerías especializadas, el surgimiento de editoriales independientes y la renovación temática hacia contenidos adultos, Shooter decidió publicar una revista orientada a capitalizar dicha coyuntura. No sólo apostando por géneros ajenos a los superhéroes sino también otorgando como aliciente a sus creadores los cada vez más demandados derechos de autor sobre sus propias creaciones. Claramente inspirada en la exitosa Heavy Metal –adaptación a su vez de la francesa Metal Hurlant- nació Epic Illustrated, cuya dirección Shooter puso en manos de Archie Goodwin, guionista y editor de dilatada experiencia y todo un referente dentro de la industria del cómic USA.
Orientada a la ciencia ficción y fantasía, Epic Illustrated alternaba a autores mainstream con ganas de probar cosas diferentes y jóvenes promesas provenientes del cómic independiente. La Odisea de la Metamorfosis de Jim Stalin, Marada la Mujer Lobo de Chris Claremont y John Bolton, Abraxas and the Earthman de Rick Veitch, Elric de Roy Thomas y P. Craig Russell según las novelas de Michael Moorcock e historias cortas a cargo de Neal Adams, Bernie Wrightson, Trina Robbins e incluso el adalid de la independencia Dave Sim fueron algunas de las perlas ofrecidas por la cabecera a lo largo de sus treinta y cuatro números. Historias de tono adulto dotadas en su mayoria de una sofisticación visual más cercana a la pintura que a la ilustración de cómic habitual y en sintonía con las impactantes portadas firmadas por ilustradores como Frank Frazetta y Boris Vallejo. Mención aparte merece La Última Historia de Galactus, serial obra de John Byrne que pese a utilizar a un personaje del universo Marvel se alejaba de la continuidad de este para abrazar la ciencia ficción pura y dura.


Pese a unas ventas discretas Shooter quedó tan satisfecho con la revista que propuso a Goodwin crear un sello editorial de idénticas características. En 1982 nacía Epic Comics cuyo primer título regular fue Dreadstar de Jim Starlin, épica space opera que continuaba lo narrado en su serial de Epic Illustrated y a la que seguirían el moderno western mitológico Coyote de Steve Englehart y el bélico espacial Alien Legión creado por Carl Potts, Alan Zelenetz y Frank Cirocco. En los años siguientes se irían sucediendo –principalmente en el recién descubierto formato miniserie- títulos tan dispares como Starstruck y su ciencia ficción feminista firmada por Elaine Lee y Mike Kaluta; la intriga espacial Six From Sirius del exitoso tándem Doug Moench y Paul Gulacy; la experimental y desconcertante Void Indigo de Steve Gerber; el primer volumen de Elfquest de Wendy y Richard Pini; la paródica Groo de Sergio Aragonés (que acabaría siendo la cabecera más longeva del sello); la fantasía medieval El Dragón Negro de Claremont y Bolton; la hiperviolenta sátira superheroica Marshal Law de Pat Mills y Kevin O´Neill; o la ya citada Moonshadow de J.M. DeMatteis y John J. Muth que inauguró la tendencia de los cómics pictóricos. Mostrando una amplitud de miras que iba más allá del mercado USA, Epic ejerció asimismo como editor norteamericano de obras foraneas como el Akira de Katsuhiro Otomo (al que añadió un discutido y pionero coloreado digital obra de Steve Oliff), Blueberry y numerosos títulos de Moebius como El Incal y El Garaje Hermético.


A todas estas series propiedad de sus respectivos creadores pronto se unieron un puñado de obras que utilizaban personajes del universo Marvel sin restricciones referentes a la continuidad o la censura del Comics Code. De esa iniciativa surgieron obras tan estimulantes como Elektra Asesina de Frank Miller y Bill Sienkiewicz; Estela Plateada: Parábola de Stan Lee y Moebius; Iron Man: Crash de Mike Saenz (historia futurista dibujada íntegramente mediante ordenador); Lobezno-Kaos: Fusión, escrita por Louise y Walter Simonson y pintada por Kent Williams y John J. Muth; o Punisher: Regreso a la Gran Nada de Steve Grant y Mike Zeck. En paralelo, Epic llegaría a crear su propia línea original de superhéroes compuesta por tres series –Dr. Zero, Power Line y St. George- englobadas bajo el título genérico de Shadowline Saga. Su creación supuso la última aportación de Archie Goodwin al sello antes de renunciar a su cargo y pasar a ejercer como editor en DC Comics.


Tras su partida la dirección del sello pasó a manos de Carl Potts, bajo el cual comenzaría la década de los noventa marcada por las adaptaciones de novelas y películas como Fafhrd y el Ratonero Gris de Fritz Leiber –firmada por de Howard Chaykin y Mike Mignola-, la antología literaria Wild Cards de George R.R. Martin y muy especialmente las obras del escritor y cineasta Clive Barker, punto de partida de series como Hellraiser -antología de historias cortas de terror a cargo de varios autores- y Nightbreed –que adaptaba y continuaba la trama del film Razas de Noche (1990)-. Pero esto no supuso descuidar la faceta “de autor”, que aún produciría obras tan interesantes como la frenética y sensual Sachs & Violents de Peter David y George Pérez, Los Agentes de la Noche del mencionado Chaykin, Abraham Stone de Joe Kubert o Sam & Max, creación de animador Steve Purcell posteriormente adaptada con gran éxito al mundo del videojuego por su propio creador.


Pese a tan interesante material Epic acabó siendo víctima de un mercado sumido en el caos especulativo y la crisis que llegó a poner a Marvel al borde de la bancarrota en 1995, año en que el sello cerró oficialmente sus puertas tras haber reducido sus publicaciones al mínimo. En 2003, bajo el mandato de Joe Quesada como nuevo editor jefe, se intentó resucitar el sello pero de todos los proyectos previstos solo dos llegaron a ver la luz: Trouble, polémica miniserie sobre los orígenes de Spiderman firmada por Mark Millar y Terry Dodson, y Epic Anthology, cabecera de la que solo llegó a publicarse un único número. Un triste epílogo para un sello pionero dentro de las grandes editoriales y cuyo papel –predecesor de iniciativas posteriores como la línea Vertigo de DC, el sello Legends de Dark Horse o la política de derechos de autor de compañías como Image o Aftershock- no parece disfrutar del reconocimiento que realmente merece. Algo desafortunado si se tiene en cuenta su notable legado en forma de obras merecedoras de una nueva vida editorial.


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