Fandigital y Comicdigital emplean cookies para determinadas funcionalidades. Si continúa navegando asume la aceptación de las mismas.
La Atalaya del Vigía Comic Digital
REVISTA ESPECIALIZADA EN CÓMIC
"'Estaré fuera volándome los sesos, General Furia'. 'Procure no salpicar'." (Carol Danvers y Nick Furia / Special Ultimates & Ul. X-Men #4)
ID

El Reloj del Juicio Final: De finales, secuelas y reinicios

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 12/07/2020
La Atalaya del Vigía

Artículos relacionados

· Sister Night proclama que ha llegado la hora de Watchmen

· #SDCC2019 - HBO estrena nuevo trailer de Watchmen

· Antes de Watchmen: Minutemen

Recién publicado su duodécimo y último episodio en España toca hacer la valoración de El Reloj del Juicio Final (Doomsday Clock en el original), maxiserie con la que Geoff Johns y Gary Frank asumieron el reto casi suicida de realizar una secuela del Watchmen de Alan Moore y Dave Gibbons. O eso parecía, porque en realidad la labor de Johns y Frank ha acabado siendo al mismo tiempo mucho más (y mucho menos) que una simple continuación tardía del título que más de tres décadas atrás redefinió el cómic de superhéroes. Y lo es para lo bueno y para lo malo.

La idea de continuar Watchmen siempre fue una tentación que flotaba en el ambiente desde la misma conclusión de la obra original. Pero durante décadas DC Comics –y más en concreto su entonces editor jefe y presidente Paul Levitz- se resistió admirablemente a ella, prefiriendo mantener la carta del prestigio al riesgo de dilapidar este a base de sobreexplotarlo comercialmente. Tras la marcha de Levitz y su sustitución por el polémico Dan Didio esa firmeza empezó a resquebrajarse con Before Watchmen, proyecto que a modo de precuela expandía el universo creado por la obra original con resultados más que dignos. Pero la serie de Moore y Gibbons seguía allí, como un referente inalterado que parecía imposible tocar… hasta que en 2016 el enésimo relanzamiento editorial (Rebirth) incluyó una clara alusión al mismo que luego se concretaría en La Chapa, cruce entre Flash y Batman. Una trama que daba a entender que el hasta entonces estanco universo de Watchmen iba a ser integrado dentro de la continuidad principal de DC, tal y como recientemente había sucedido con resultados no especialmente memorables con otras continuidades como las de Wildstorm y Vertigo. El anuncio de la miniserie que nos ocupa y su encargo a Geoff Johns, principal vertebrador de la continuidad del universo DC implicado en sus más recientes reajustes, parecía certificar dicha sospecha… que ha resultado ser algo muy diferente.


El Reloj (…) se inicia como una secuela directa de Watchmen, dejándonos entrever que ha sido de sus protagonistas y el mundo que les rodea cinco años después de los eventos allí narrados. Pero rápidamente la historia revela sus cartas como parte del universo DC tradicional. La búsqueda del desaparecido Dr. Manhattan por parte de Ozymandias y un nuevo Rorschach después de que la farsa pergeñada por el primero para salvar al mundo haya sido descubierta, convirtiendo el remedio en algo peor que la enfermedad, es el punto de partida de una nueva intriga que pese a sus novedades –el citado Rorschach II, los personajes de Mimo y Marioneta- ya en el segundo numero abandona el escenario original para trasladarse al mundo de Superman y cia. Y es la intención última de Johns no es la de continuar la trama concebida por Moore, sino realizar un nuevo reajuste a la tumultuosa continuidad de DC de la última década y más en concreto al renqueante rumbo de la misma tras el reseteo total que supusieron Los Nuevos 52.


Sí, se recuperan tramas (la revelación del diario de Rorschach) y personajes de Watchmen. Y se echa mano de detalles narrativos como los anexos en prosa que acompañan cada capítulo aportando información adicional a la trama o las citas literarias que cierran los mismos. Pero desde un primer momento la atención del guión se centra en el universo DC y dos tramas paralelas: una de tintes conspirativos llamada la Teoría del Superhombre según la cual la creación de metahumanos respondería a la acción interesada del gobierno de los EE.UU. Algo que da pie a crecientes tensiones internacionales entre diferentes países con un ambiente similar a la guerra fría. La otra es la llegada previa del Dr. Manhattan al universo DC y como su fascinación por este unida a sus poderes para rehacer la realidad a su antojo habrían sido los responsables de los diferentes cambios en la continuidad de dicho universo durante los últimos años. Una trama que adquiere tintes metanarrativos que sirven a Johns para lucir su enciclopédico conocimiento de la editorial así como para “arreglar” numerosas inconsistencias del mismo, poniendo en el centro de dicha labor a Superman y subrayando la importancia de dicho personaje no solo como pilar del universo DC, sino también como arquetipo primigenio del concepto de superhéroe en el imaginario colectivo.


En ese sentido El Reloj … fracasa como secuela de Watchmen, sintiéndose que la relación con esta y sus personajes es poco menos que un pretexto para una historia sobre el universo DC que podría haberse contado prácticamente igual sin recurrir a la conexión con la obra de Moore y Gibbons. Sí, episodios como el que explica el origen del nuevo Rorschach o el desarrollo de los ambiguos y carismáticos Mimo y Marioneta son interesantes, pero su peso en el resultado final no deja dar la sensación de tangencial. Asimismo, y por muy bien que Johns sepa captar su personalidad, el uso de los personajes originales se antoja como algo puramente circunstancial (Ozymandias, Manhattan) cuando no directamente gratuito (El Comediante). Mucho más interesante resulta en cambio el tratamiento de personajes como el citado Superman, el uso de villanos como Lex Luthor y Black Adam, el papel de Firestorm como cabeza de turco de un conflicto internacional o la investigación emprendida por Lois Lane que le lleva a deshacer un nudo gordiano relacionado con el pasado (la JSA) y el futuro (la Legión de Superhéroes) y en virtud de lo cual Johns se permite restaurar la continuidad previa y las posibilidades de la misma que habían sido cercenadas.


Metanarrativa y retrocontinuidad aparte, el guión también es un eficaz relato de acción e intriga superheroica que, si bien posee una estructura y desarrollo mucho más simple y directo que el poliédrico trabajo de orfebrería narrativa de Moore, no por ello deja de ser menos eficaz, administrando con gran pulso el ritmo entre la acción más espectacular (la fuga carcelaria que abre la trama, la multitudinaria batalla en Marte, el asalto a la Casa Blanca) y el suspense perfectamente medido. A ello contribuye el espectacular despliegue visual de un apoteósico Gary Frank, que combina el gran detalle y expresividad de los personajes con una poderosa narrativa visual donde la composición de páginas y transiciones entre viñetas dicen tanto o más que los dibujos contenidos en estas. Y aunque la elaborada narración gráfica parezca un homenaje a las intricadas composiciones de Gibbons para Watchmen (flashbacks, saltos temporales, narraciones paralelas, cambios de punto de vista… todo mediante el reiterado uso de la rejilla de nueve viñetas), su eficacia a la hora de reforzar el relato va más allá de la mera imitación, adquiriendo una valía propia que nos deja de paso uno de los cómics mejor narrados de los últimos años.


Planificada para ser publicada a lo largo de doce meses, El Reloj … acabó necesitando dos años para ser finalizada debido principalmente a los diversos compromisos laborales de Johns. Y si bien esto tuvo una parte buena, permitiendo a Frank más tiempo para elaborar el apartado gráfico y pulir aún más el ya excelente resultado, los retrasos de hasta cuatro meses entre un número y el siguiente no solo enfriaron el ritmo de lectura sino que hicieron que el resultado fuese sobrepasado editorialmente. Tanto por el siguiente reinicio editorial (que arruinó más de una sorpresa que fue revelada antes de la conclusión) como por la emisión en paralelo de la serie televisiva de Watchmen producida por HBO, que le robó parte del foco mediático proponiendo una secuela alternativa del cómic de Moore y Gibbons mucho más original y satisfactoria como prolongación de la trama y personajes de aquella.

La valoración final de la obra se antoja por tanto complicada y depende en buena medida de las expectativas con las que el lector se acercase al proyecto. Más allá del pecado de incumplir una tarea por otro lado imposible de cumplir (ser Watchmen en lugar de Watchmen), el trabajo de Johns y Frank resulta plenamente satisfactorio como obra enmarcada dentro del género superheroico, con la propina añadida de enriquecer las posibilidades de su universo editorial mientras rectifica varios de sus errores más recientes. Un trabajo que quizá no marque un antes y después en la forma de entender y hacer el medio, pero que tanto a guión como a dibujo ofrece una labor muy por encima del nivel medio al que el reciente cómic del género nos tiene acostumbrados. El que no se no se contente con ello es simplemente porque no quiere.


contactarEdición impresa