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La Atalaya del Vigía - Marvel Knights Castigador: La risa con sangre entra Comic Digital
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"¿Tú te crees toda esa mierda que estás vomitando?" Ojo de Halcón a Norman Osborn / Vengadores Oscuros #8
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La Atalaya del Vigía - Marvel Knights Castigador: La risa con sangre entra

Garth Ennis presenta su versión de Frank Castle

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 18/03/2021
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La más reciente entrega del sello Marvel Must-Have de Panini Cómics recupera Bienvenido, Frank, acertado título de la miniserie publicada por el sello Marvel Knights que supuso la resurrección (en todos los sentidos del término) de Frank Castle, el letal vigilante conocido como el Castigador. Y es que la presente miniserie, junto a la posterior cabecera regular publicada en el mismo sello, no solo reverdeció los laureles del personaje de cara al nuevo milenio, sino que también supuso el encuentro entre el personaje y Garth Ennis, el guionista que más y mejor parece haberle entendido.

Previamente a esta miniserie Punisher no pasaba precisamente por su mejor momento. Pese a su enorme popularidad -que le llevó a protagonizar tres cabeceras regulares simultáneas a principios de la década de 1990 más numerosas miniseries, especiales y apariciones en serie ajenas-, los cambios en los gustos del público unidos al estallido de la burbuja editorial del cómic USA provocaron que en 1995 las citadas cabeceras fuesen canceladas en bloque y el personaje iniciase una travesía por el desierto donde nadie parecía saber qué hacer con él. Literalmente, porque en los años siguientes el personaje lidiaría con argumentos tan descabellados como ser sometido a un lavado de cerebro para asesinar a Nick Furia (sic), convertirse en integrante de una familia mafiosa (¿¡!?) o ser transformado en un ente sobrenatural enfrentado a ángeles y demonios (no es broma). Nada funcionaba pues semejantes cambios ni convencían a los viejos fans ni eran capaces de atraer a nuevos lectores. Hacía falta alguien que conociese al personaje y supiera darle un nuevo barniz sin por ello renunciar o pervertir su esencia. Y ese alguien respondía al nombre de Garth Ennis.


Guionista con un amor mayúsculo por el género bélico, los personajes duros envueltos en situaciones violentas y un odio confeso al género superheroico, Ennis parecía haber nacido para escribir a este veterano de Vietnam embarcado en una lucha en solitario contra el crimen tras la muerte de su familia y que sufría frecuentes encontronazos con los superhéroes del universo Marvel. Recién salido de la conclusión de la mayúscula Predicador, Ennis aterrizó en la línea editorial liderada por Joe Quesada tras una fructífera etapa en DC, trayéndose consigo a su habitual compinche Steve Dillon para relanzar a un personaje al que había tocado brevemente unos años antes con Punisher Asesina al Universo Marvel, especial fuera de la continuidad de inequívoco argumento.


Ya en su primer número Ennis recuperaba con creces todo el tiempo perdido devolviéndole a Castle a sus raíces: no solo el personaje recuperaba su rol de azote letal de los criminales, sino que en apenas una página y mediante un monologo en off desmantelaba todos los controvertidos cambios a los que el personaje había sido sometido en los años anteriores. Asimismo, el dúo de autores irlandeses aportaron a las aventuras del personaje un peculiar tono de humor absurdo y negrísimo traducido en secundarios como Soap, el inepto detective encargado de arrestar al protagonista; la peculiar colección de freaks que ejercen como vecinos del justiciero en su nuevo escondite; Ma Gnucci, cruel matriarca mafiosa que acaba perdiendo brazos y piernas después de que Castle la arroje al foso de los osos en el zoo (sic); El Ruso, imparable sicario soviético obsesionado con la cultura popular; o un trastornado trío de vigilantes urbanos que, a imitación del propio Castle, deciden iniciar su propia campaña contra el crimen. Personajes que orbitan alrededor del protagonista durante los doce números de la serie y donde lo absurdo, escatológico y brutal de sus acciones deviene en tronchante por el contraste que supone respecto al serio e imperturbable protagonista.


El enorme éxito cosechado por la miniserie dio pie una cabecera regular a la que los propios Ennis y Dillon no dudaron en sumarse manteniendo e incluso incrementando la formula previa. Así, tras una primera saga narrando el regreso El Ruso tras haber sido modificado cibernéticamente por un ejército de mercenarios (y las secuelas físicas de dicha modificación sinceramente hay que verlas para creerlas), Ennis y Dillon se embarcaron en una serie de historias cortas de entre uno y tres números donde daban rienda suelta a las ideas más locas, violentas y absurdas que se les pasaban por la cabeza: desde un enfrentamiento con un grupo de caníbales que habita en la cloacas a un encuentro con un calamar gigante (cosa que ni el propio Castle afirma poder creerse), pasando por un pelotón de criminales enanos dedicado a mutilar a personas más altas que ellos (sic) o a un periodista sin escrúpulos que acaba conociendo de la peor manera el día a día del protagonista.


Sin embargo, de forma intermitente, Ennis se desmarcó con historias de un tono más sobrio como La Hermandad (#20-22), sobre un grupo de policías corruptos que preludia su trabajo en la futura Equipo Rojo; Downtown (#18), que retorna a un tema tan personal el terrorismo en Irlanda del norte; o la melancólica No Caigas en Nueva York (#6), donde Frank persigue a un homicida que resulta ser un viejo compañero del ejercito al que debe la vida. Historias que se ajustan a las impactantes y realistas portadas de la serie firmadas por Tim Bradstreet y que fijan el camino por el que Ennis llevaría al personaje posteriormente.

Pero antes de llegar a eso y aprovechando la coyuntura editorial, Ennis dio rienda suelta a su desprecio por los superhéroes utilizando al propio Castigador como instrumento: si en la miniserie original Daredevil sufría un impactante correctivo –dando pie a uno de los más memorables desencuentros en la larga y peculiar relación entre ambos personajes-, por la serie regular desfilarían un Spiderman que sufre la paliza más gratuita de su carrera y un Lobezno cuyo factor curativo sirve a Ennis de excusa para hacerle sufrir toda clase de salvajadas. Solo Elektra, con la que llega a insinuar un conato de romance, se salva de una quema que culmina en La Conjura de los Necios (#33-37), donde los héroes antes citados (más una aparición sorpresa) unen fuerzas para intentar capturar a Castle y de nuevo salen trasquilados.


Dibujada principalmente por Dillon manteniendo su habitual buen hacer junto al guionista, la serie regular también supuso la primera colaboración entre Ennis y Darick Robertson (plantando la futura simiente de proyectos como The Boys) y el reencuentro con John McCrea (Hitman), otro de sus compinches habituales y cuyo trazo tosco y caricaturesco se ajusta al tono de comedia brutal de la mayoría de tramas. Sin embargo, tras cuatro años Ennis sintió la necesidad de dar un giro al personaje, lo que le llevó a reiniciar la cabecera con otra numeración y un nuevo tono acorde a la misma dentro de la línea MAX. Pero esta desenfadada visión de las andanzas del justiciero aún conocería una pequeña coda gracias a Punisher: Zona de Guerra, miniserie realizada en 2008 coincidiendo con la nueva versión cinematográfica del personaje de idéntico título. Una historia que recuperaba los personajes, argumentos y tono de comedia salvaje de aquella etapa, suponiendo tristemente la última colaboración entre Ennis y Dillon antes del fallecimiento del segundo. Recuperada con esta nueva edición dos décadas después de su publicación original, esta etapa no solo sigue igual de fresca que antaño, sino que su incorrección política prácticamente insólita a día de hoy es si cabe aún más necesaria.


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