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Monja Jamón es un fanzine con veteranía. Con la cuenta atrás pisando los talones, presentaron en sociedad su número –1 (sí, sí, menos uno) en el Salón del Manga de Barcelona. Estrictamente hablando, Monja Jamón no es un fanzine de cómic, pero resulta ser un perfecto compendio de la subcultura popular, un catálogo de lo cotidiano, lo nostálgico y lo cansino y, presumiblemente, un incunable freak con el paso de los años. Los artículos de opinión y reseñas que conforman cada número de MJ, escritos por los barcelonenses Monja (Enrique Domínguez), Jamón (Mireia Nieto) y Becaria (Esther Nieto) son retazos de ironía de la actualidad diaria. Desde sus páginas claman al mundo sus desdichas: están hartos de la publicidad de ING Direct, del cásting de El Código da Vinci, del erizo de los anuncios de seguros de coche, del Neng, de la Crazy Frog, de las camisetas de superhéroes del Zara, de que el Mindtrap I esté agotado, del SPAM, de los blogs, de los actores infantiles. Rememoran tiempos mejores de etapa escolar, de Parchís, del juego de Hugo en el Telecupón, de los chinitos de la suerte, de Chicho Terremoto.
El aficionado al cómic tampoco se ve insatisfecho. Desde un repaso al nacimiento de las principales revistas de manganime de España (parece que nadie recuerda que la mayoría de ellas comenzaron como fanzines grapados y cutremente fotocopiados, en la década de los noventa), hasta el recuerdo del movimiento Dragon Ball, que acompañó a toda una generación, los ‘monjajamoneros’ destilan ironía, verdad sin tapujos y desvergüenza. Lo que toca.
Monja Jamón es un fanzine peculiar, como peculiares son sus componentes. Venden fanzines en mano, como lo harían los mercaderes de noticias. Organizan minifestivales de Zoolander (el próximo en el primer trimestre de 2006, www.monjajamon.dreamers.com/zoolander). El perfecto libro para la mesilla de noche, para la lectura rápida antes de dormir. Un icono, en poco tiempo. Por necesidad. En el próximo número 0 se acaba la batalla. Vamos. Ponga un Monja Jamón en su vida.
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