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Paco Roca

"Los mundos dibujados por Paco Roca"

Un artículo de Paloma Bellot Barrera

Introducido el 15/06/2002

Paco Roca

Un genio de la pintura y su ayudante, un joven que acude a un pueblo de difícil acceso, en la España de poco antes de la Guerra Civil. Una mujer inocente y una serie de rumores que convierten el entorno del pintor catalán en un mundo de pesadilla.

Este es el punto de partida de una historia truculenta, “El juego lúgubre”, que introduce al lector en el mundo onírico de un tal “Salvador Deseo”. El autor: un joven valenciano de 31 años, considerado como una de las figuras emergentes del cómic en España, Paco Roca.
Sus inicios se remontan a 1996, año en el que colaboraba con una revista erótica titulada “kiss Comix”. En ella creaba historias subidas de tono con los personajes infantiles más carismáticos de protagonistas, como por ejemplo Peter Pan. Dos años más tarde, comienza a publicar para la revista de cómics “El Víbora”, la única que queda en España de este tipo.
Y llegamos a “GOG”, un comic-book que confeccionó junto al guionista Juan Miguel Aguilera y que recrea mundos virtuales. En ellos la gente vive sus sueños, aunque no sean reales. Paco Roca me comenta que “Gog” surge antes que “Matrix”, que exhibe notables similitudes con este comic-book.
El guión de “El juego lúgubre” participó en el pasado Salón del Cómic de Barcelona y ha sido publicado recientemente en Holanda, Francia e Italia.

·“El juego lúgubre” es uno de tus cómics más logrados. Distorsionas el pasado, te vales de elementos reales y de leyendas para elaborar una ambiente opresivo y una historia morbosa. ¿Cómo concibes tus proyectos?

Depende. Concretamente con “El juego lúgubre” mezclé varios elementos: en primer lugar, el “Drácula” de Bram Stocker, la película de “El silencio de los corderos” y “Tesis” de Alejandro Amenabar. De Bran Stocker me impresionó cómo había logrado crear un personaje de ficción como Drácula, a partir de uno real como Vlad “El Empalador”. De “Tesis” me quedé con el gore que se desprende de este film, ya sabes el tema de las “snaff movies”. El personaje de Annibal Lecter me sedujo por su inteligencia y su capacidad de manipulación. Un hombre que piensa que es superior al resto de los seres humanos y que, por tanto, no tiene la obligación de ajustarse a las normas que rigen el mundo de los demás mortales. Todos estos ingredientes los combiné para elaborar esta siniestra historia.

En “El juego lúgubre” aparecen determinadas perversiones sexuales como parte fundamental del argumento. ¿Qué importancia tiene en tu obra?

Siempre me han atraído los mundos oscuros, los ambientes siniestros, aunque también los cuentos y los dibujos para niños. Quizás por esto me gusta tanto el trabajo de Tim Burton, ese terror gótico que se desprende de su obra. En la historia de Dalí, el planteamiento de la sexualidad de manera sórdida constituye un componente más.

Te gusta mezclar la realidad con la ficción. Lo que muestras en este cómic, ¿podría haber sucedido?

Me documenté mucho antes de escribir el guión y uno de los motivos por los que elegí a “Salvador Deseo” es, precisamente, porque lo que cuento podría haber pasado. Ten en cuenta que este genio era un adelantado a su tiempo: vivía con Gala, una mujer que hacía “top less” en una época previa a la guerra civil española y, además en un lugar como Cadaqués, un pueblo aislado. Imagínate lo que pensarían las gentes de allí. Por supuesto, Dalí y Gala no estaban casados. En fin, que pensé que en ese momento los habitantes de Cadaqués debían de haber inventado toda una historia morbosa sobre lo que hacía este provocador nato.

¿Por qué has elegido la figura de este pintor para crear todo un mundo oscuro y morboso?

Buscaba a alguien que fuera excéntrico, que viviera en un lugar apartado y que tuviera un móvil para hacer el mal. En un principio, pensé en Gaudí, ya que se ajustaba perfectamente al perfil: había pasado sus últimos años en la cripta de la Sagrada Familia y era muy religioso, tanto que su arte era para la gloria de Dios. Finalmente, me decidí por Dalí. Me gustó más. Para él la religión no importaba. Se trataba de un excéntrico total, que residía en Cadaqués de 1936, un pueblo de la costa catalana de difícil acceso. Para Dalí, su arte y la gloria eran lo esencial.

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