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Cuando Daredevil recuperó la sonrisa

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 25/07/2012

Angustia, remordimiento, ambientes sórdidos, alienación urbana, injusticias sociales, crímenes abyectos, antagonistas despreciables… ese es el caldo en el que suelen cocinarse las aventuras de Daredevil. O al menos eso creen la mayoría de los lectores, porque hubo una época en la que las aventuras de Matt Murdock tenían un tono muy distinto.

Daredevil es una serie y un personaje marcados a fuego por un nombre: Frank Miller. A principios de los 80, cuando las ventas acercaban a la serie a su cancelación, un casi novato Miller tomó las riendas de la serie. Como nadie esperaba nada de una colección que tenia los días contados, el futuro creador de Sin City pudo hacer y deshacer a su antojo, acercando la serie a los temas y estilo que le interesaban. Así, Miller acercó Daredevil a los ambientes y estilos de su querida serie negra, aumentando el tono de intriga, los ambientes policiacos y la visión fatalista y trágica de sus protagonistas. Los trajes coloridos y los poderes fantásticos quedaban en segundo plano frente a la sordidez urbana y villanos inquietantemente realistas como Kingpin. Esta visión, unida a cierta pátina de cultura oriental (Stick, los ninjas de la Mano), redimensionó al personaje cara a toda su trayectoria posterior.



Esto chocaba con la visión previa que veníamos conociendo desde su creación a cargo de Stan Lee y Bill Everett. Sí, había tramas criminales, traiciones, desengaños amorosos e instantes dramáticos, pero el tono era mucho más ligero y distendido. Guionistas como Roy Thomas, Steve Gerber o Marv Wolfman eran capaces de escribir sobre un Matt Murdock divertido, que podía encajar en aventuras superheroicas y que pese a sus traumáticos orígenes, era capaz de bromear y llevar una existencia agradable en su identidad secreta. Baste decir que en aquel entonces Daredevil podía tener novia sin riesgo de que esta acabase traumatizada, muerta o ambas cosas.



No es que el enfoque impuesto por Miller sea malo. De hecho las mejores historias del personaje han sido escritas conforme al mismo (incluida Born Again, LA HISTORIA por excelencia del personaje). Tampoco es cuestión de no saber utilizar las herramientas legadas por Miller: las magníficas etapas de Ann Nocenti y John Romita Jr o la más reciente de Brian Bendis y Alex Maleev así lo demuestran. El problema reside en que, pese a que ese enfoque no es el único válido, a veces parece ser el único posible. Ello ha dado pie a etapas del personaje (como las de Dan Chichester en los 90 o la recién concluida de Andy Diggle) que, sin ser despreciables e incluso contar con algunos hallazgos inspirados, parecen limitarse a reproducir mecánicamente la plantilla creada por Miller.



Sin embargo, otro Daredevil es posible, aunque difícilmente localizable. En la excelente Daredevil: Yellow, Jeph Loeb y Tim Sale contraponían vía flashback al alegre y luminosos superhéroe de los inicios con su sombría versión posterior. Asimismo, a finales de los 90 (justo antes del relanzamiento en Marvel Knights) la serie conoció una breve y reivindicable etapa a cargo de Karl Kesel y un casi debutante Cary Nord que devolvía al personaje al tono ligero y distendido de sus inicios.



En la actualidad, tras el punto de no retorno que supuso Tierra de Sombras, el personaje ha sido relanzado (y con éxito abrumador de la crítica) por Mark Waid, Marcos Martin y Paolo Rivera (los dos últimos alternándose en los lápices). Los guiones, desenfadados y 100% superheroicos, unidos a los dibujos de trazo limpio, sencillo y colores claros han convertido a la nueva cabecera del personaje en una de las más alabadas del momento. Toda una bocanada de aire fresco después de tanto ambiente opresivo y oscuro ¿Durará esta nuevo enfoque? La experiencia nos dice que no, motivo por el que habrá que saborearlo mientras dure.


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