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Punisher Max: seis horas para matar Comic Digital

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Punisher Max: seis horas para matar

Con la muerte en los talones

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 13/07/2010
Punisher Max: seis horas para matar
Punisher Max: seis horas para matar EE.UU. - 2009
Guionista:Duane Swierczynski
Dibujante:Michel LaCombe
Editorial:Panini - 120 páginas - color Precio:10,75
PUNTUACION
2,5/5
Frank Castle ha sido capturado y envenenado por unos criminales. A cambio del antídoto solo tiene que matar a una persona. Lo que para cualquier otro seria una amenaza para Punisher es una oportunidad: la de llevarse consigo a la tumba a cuantos más criminales mejor.

Segunda saga post-Garth Ennis previa al relanzamiento de la serie a cargo de Jason Aaron. Consciente de su función como mera herramienta de transición, el novelista Duane Swierczynski no se complica especialmente y ofrece un distraído relato de acción pura y dura sin muchas pretensiones. La trama recicla un conocido argumento cinematográfico varias veces llevado a la pantalla –de Con las Horas Contadas (Rudolph Maté, 1950) a la más reciente Crank (Neveldine & Taylor, 2005)- para plantear una situación límite que se ajusta al dedillo a un personaje como Punisher. El problema es que toda esa tensión a contrarreloj apuntada en la trama nunca llega a transmitirse al lector. Algo parecido sucede con el desfile de personajes que van complicando la trama –mafiosos, pandilleros, policías corruptos, agentes federales- sin que ninguno de ellos llegue a ser especialmente relevante.

Frente al potencial para el desmadre que la suma de ese argumento y este personaje ofrecían, el guión opta por un enfoque sobrio y, por desgracia, un tanto plano. Lo bien resuelto de las secuencias de acción y algún que otro apunto escatológico en la línea de Ennis –esa niña rica narcotraficante y su guardaespaldas/esclavo sexual- son quizás lo más reseñable de esta historia, bastante inferior tanto a la saga previa a cargo de Greg Hurwitz. No hablemos ya de la etapa de Garth Ennis. Los lápices de Michael LaCombe se limitan a ser cumplidores aunque un tanto faltos de expresividad. Esta es lograda en muchos casos mediante un esmerado uso de la paleta de colores –esos tonos rojizos en las escenas de violencia- más que mediante el rostro de los personajes.

En resumen, una historia entretenida y sin muchas pegas pero con pocas cosas que la sitúen dentro de la magnífica media que venía ofreciendo esta serie.

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