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La Atalaya del Vigía Comic Digital
REVISTA ESPECIALIZADA EN CÓMIC
"Practico para decirte adiós" Bleach
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La descompresión narrativa la carga el diablo

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 03/11/2010
La Atalaya del Vigía


Brian Michael Bendis ejemplifica los males de la palabrería superflua en el cómic occidental.
Los lectores de manga seguramente estén más que habituados a este tipo de escena: dos personajes hablan y la conversación se extiende páginas y páginas sin que cambien siquiera de postura. De hecho, en muchas ocasiones ni siquiera hablan: se limitan a perderse en un monólogo interior o a contemplarse en silencio. Tambien sucede lo contrario: una breve acción se eterniza durante varias páginas o capitulos rompiendo el sentido normal del tiempo. El texto –o su ausencia- es el verdadero motor de la escena, mostrando el dibujo cómo los personajes son afectados por lo narrado aunque la acción esté, bien congelada, bien alargada al extremo. Este efecto es la descompresión narrativa, un elemento capaz de lo mejor y de lo peor a la hora de contar una historia en viñetas.

En su magnífico ensayo Entender el Comic, Scott McCloud establece que el origen de este mecanismo expresivo tiene su razón de ser en la diferencia de conexiones narrativas. Mientras que en el cómic occidental se tiende a la concisión, en el cómic oriental se busca la conexión inmediata entre una imagen y la siguiente. El uso de los silencios como recurso expresivo, el gusto por el detalle de la acción y una mirada más contemplativa suelen contrastar con lo sucinto del cómic occidental. Buen ejemplo de esto último es como en cierta ocasión Brian Azzarello declaró que su mayor reto a la hora de escribir un cómic no consiste en el argumento o los personajes. Lo más difícil es poder meter todo lo que quiere escribir en los minúsculos bocadillos de esas pequeñas viñetas.

En los últimos tiempos, sin embargo, hemos podido ver a autores occidentales adoptando cada vez más este tipo de recursos narrativos. Rastreando esas influencias, posiblemente Frank Miller fue uno de los primeros en hacer uso de la descomprensión narrativa. Los combates del protagonista de Ronin o los flashback de la muerte de los padres de Batman en Return of the Dark Knight aparecen narrados con un detallismo casi paroxístico, similar al uso de la cámara lenta en el cine. Lo que bien podría ser narrado en tres viñetas puede ocupar tres páginas, dándole un peso emocional muchísimo mayor a la acción descrita. El verdadero problema reside cuando esa forma de narrar es utilizada para contar algo que no reviste especial interés o es directamente superfluo.
Es cierto que a veces los autores de manga abusan de ese ralentí de la narración. Naoki Urasawa (Monster, 20th Century Boys) tiene momentos en los que una confrontación dialéctica de los personajes resulta envarada y afectada en exceso. Tanto que en lugar de potenciar el aspecto emocional lo que consigue es que la escena parezca tan impostada que el lector no se la crea. Ya en occidente, el prolífico Warren Ellis cuenta con algunos trabajos (Red, Down, Anna Mercury) en los que su labor se antoja más como una mera anécdota alargada antes que una historia de verdad. Puros ejercicios de estilo, divertidos y vistosos pero sin la solidez del resto de su obra ni méritos para una relectura.

Por otra parte existen guionistas occidentales con una marcada tendencia a rellenar sus viñetas con textos de apoyo completamente superfluos, relatando exactamente lo mismo que el dibujo o los propios diálogos sin aportar ningún dato nuevo o distinto. Edgar Pierre Jacobs (Blake y Mortimer) y Chris Claremont son autores que suelen pecar de este defecto. Aunque si hay uno que ejemplifica los males de la palabrería superflua en el cómic occidental, ése es sin duda Brian M. Bendis. Aún reconociendo su buena mano para los conversaciones envolventes, el responsable de Powers suele hacer que el argumento esté al servicio de los diálogos en lugar de al revés. Divertidas pero intrascendentes conversaciones suelen primar sobre su narración sin que en muchos casos aporten nada el desarrollo de la historia o los personajes. Incluso llega a extremos risibles con diálogos basados en monosílabos (“si, uhau, verdad, aha,…”) o que un personaje repita lo que acaba de decir otro como si fuesen sordos. Por esta razón sus cómics suelen ser más disfrutables en leídos en tomo o varios de golpe, cuando la visión de conjunto da más peso a la historia. Y por esta razón muchos de sus comics resultan huecos y alargados en exceso (Dinastía de M sería el mejor de estos malos ejemplos). No es que se exija ir siempre al grano, pero un poco de equilibrio entre la historia y su representación no haría ningún daño.


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