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El brillante lado oscuro de DC

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 04/09/2013

Pasados casi dos años del relanzamiento del Universo DC ya es posible hacer un balance de altos y bajos. Y de todas las “familias” que integran los Nuevos 52 posiblemente la que salga mejor parada sea la popularmente conocida como The Dark. Integrada por títulos como Animal Man, La Cosa del Pantano, Liga de la Justicia Oscura, Demon Knights o Yo, Vampiro dicha línea engloba a personajes relacionados con el género del terror. DC volvía así a sacar partido a su estimable panteón sobrenatural, renovado y relanzado en los 80 por Alan Moore en su seminal etapa de La Cosa del Pantano y ordenado y oficializado en los 90 por Neil Gaiman con Los Libros de la Magia. Un área argumental en la que DC siempre le ha ganado por goleada a una Marvel que nunca ha querido (o podido) ordenar sus fichas pese a su potencial.



A efectos prácticos estas cabeceras suponían la reintroducción en la (nueva) continuidad de personajes que habían sido arrebatados de la continuidad por la línea Vertigo (John Constantine, Shade, Orquídea Negra o los ya citados Animal Man y la Cosa del Pantano). Sin entrar en la discusión de si era necesario defenestrar Vertigo para relanzar a estos personajes, el espíritu editorial que desprendía la propuesta destacaba de entre todo el reseteo editorial. Lo irónico es que las razones eran las mismas que veinte años atrás convirtieron a la línea Vertigo en una sensación.



Y es que, más allá de su adherencia al género sobrenatural, la elección de personajes y autores así como el tono de sus historias recuerdan al fermento creativo antaño esgrimido por Karen Berger: nuevas promesas procedentes del mundo independiente (Scott Snyder, Jeff Lemire, Joshua Hale Fialkov) y otros medios (Paul Cornell, China Mieville) así como algún viejo zorro (Peter Milligan, el dúo Dan Abnett & Andy Lanning) junto a más que solventes dibujantes sin miedo a transgredir las convenciones del comic de superhéroes (Andrea Sorrentino, Yanick Paquette, Alberto Ponticelli, Mikel Janin, Travel Foreman, Diogenes Neves).



Aunque los referentes pesan en algunos casos (como el trabajo de Jamie Delano en Animal Man) los autores consiguen no solo aportar nuevas ideas, sino redefinir la forma en la que veníamos viendo a varios de los personajes. Así la serie de la Cosa del Pantano se centra en el humano Alec Holland y no en el elemental vegetal -rompiendo lo que parecía una norma no escrita-. Las aventuras de Etrigan retroceden en el tiempo hasta la época artúrica para enclavarse con gran acierto en el género de espada y brujería. El género de las sagas vampíricas recupera mediante el personaje de Andrew Stanton el horror y violencia que ciertos fenómenos literarios parecían haberle arrebatado. El monstruo de Frankenstein reconvertido en jefe de un comando militar contra amenazas sobrenaturales da pie a un entretenidísimo recital de acción. Y el peculiar conclave de personajes héroes “siniestros” funciona con un dinamismo envidiable y escenas memorables -como la carrera (sic) de la Casa del Misterio o esa puya a la película Constantine.



Aunque la línea ha experimentado cancelaciones (inmerecidas como las de Frankenstein: agente of S.H.A.D.E y la inédita Resurrection Man), fracasos (el cierre de tambien inedita Sword of Sorcery tras solo ocho números) y sea responsable de una imperdonable puñalada trapera (el cierre de Helblazer con vistas a relanzar una colección con el “otro” John Constantine), la calidad media resulta bastante alta. Y a pesar de una mayor ligazón con la continuidad superheroica mantienen bastante independencia. Incluso en cruces como Mundo Putrefacto. El resultado global es, junto al Batman de Snyder, posiblemente lo más interesante que han dado de sí los Nuevos 52. Si Guillermo del Toro ha puesto un ojo en las series oscuras de DC para su próximo y prometedor proyecto fílmico por algo será.


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