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La Atalaya del Vigía Comic Digital
REVISTA ESPECIALIZADA EN CÓMIC
"“Te voy a contar el verdadero secreto de la magia: cualquier memo puede hacerla”" John Constantine / Hellblazer #240
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¿Se muere Vertigo?

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 08/12/2010
La Atalaya del Vigía

Si uno repasa las noticias relacionadas con el sello Vertigo de DC a lo largo de este 2010 que acaba, la impresión es que poco tiene de agradable: intentos de fusionarlo con el universo DC tradicional; primar las reediciones y la recuperación de materiales frente a nuevas apuestas; creación de feudos independientes como la línea Vertigo Crime; cancelación sistemática de casi todas las series lanzadas en los últimos dos años (Air, Soldado Desconocido, Young Liars, Greek Street, Madame Xanadu)... Un cúmulo de circunstancias al que se añade la reciente decisión de DC de cesar el sello Wildstorm en lo que parece parte de una reestructuración empresarial donde el futuro de Vertigo pinta un tanto oscuro.

El secreto del éxito de Vertigo se debió principalmente a la conjunción de una serie de componentes insólitos. Siguiendo los hallazgos de la década de los 80 y el boom del cómic USA para adultos (con Alan Moore y Frank Miller a la cabeza), Vertigo nació en 1993 integrando un puñado de series que si bien pertenecían al mainstream, no encajaban exactamente en él. Ya fuese por su temática –series de terror como Swamp Thing o Hellblazer- o por su peculiar tratamiento –superheroes tan extraños como Animal Man o la Doom Patrol-. La mayor permisividad de temas y contenidos (el precio fue la etiqueta de “para lectores adultos”), unida a potenciar la figura del guionista sobre la del dibujante (a contracorriente de lo usual en los temibles años 90) y una política de derechos de autor creó un caldo de cultivo que atrajo a numerosos talentos -principalmente británicos- que comenzaron a ofrecer grandes cómics de temáticas atrevidas, originales y poco frecuentes.

Algunos de ellos lograron trascender el gueto del lector de cómic y convertirse en fenómenos de masas, atrayendo la atención de crítica y público ajeno. Ese sector que despreciaba por sistema al cómic acababa aplaudiendo obras como el Sandman de Neil Gaiman. Un aténtico fenómeno cultural, la serie que DEBÍA leerse tanto si te gustaba el cómic como si no y que fue durante años la cabeza visible de subsello, recogiendo posteriormente el testigo Garth Ennis y Steve Dillon con Predicador. El logo Vertigo en la portada implicaba un estándar creativo, una imagen de marca, que aportaba la seguridad de adquirir un producto diferente a todo lo demás.

Sin embargo, una década después el panorama ha cambiado. El público de los cómics ha aumentado en sectores y gustos (aunque irónicamente las cifras de ventas son significativamente menores). La calidad media del cómic yanqui también ha sufrido un significativo aumento, pero la concentración de la misma se ha dispersado. Tanto lectores como autores tienen a su disposición un mayor abanico de posibilidades para buscar y producir material como el que lanzó a Vertigo. Image, Avatar Press, Dark Horse, Dynamite, IDW, los sellos ICON y MAX de Marvel… todos se reparten el pastel de trabajos que antaño eran “carne” de Vertigo. Todos ellos ofrecen asimismo unas condiciones laborales y creativas que tientan a los grandes autores consagrados, a las firmas de peso que atraen lectores (Ennis, Morrison, Millar, Brubaker, Ellis), a llevarse sus ideas a otra parte.

A esta dispersión se une la falta de un caballo de batalla, un fenómeno editorial que sirva de símbolo de la línea y sea mecanismo de arrastre para el resto (quizás Fábulas podría ser el icono actual, aunque su repercusión mediática difícilmente alcanza a la de Morfeo y cia). No es que la Vertigo actual carezca de calidad. Títulos como la citada Fábulas, Scalped, Unwritten o los trabajos de Brian Wood (DMZ, Northlanders) son garantía de buena lectura. Pero el desgaste de unos (Fábulas alcanza su nº 100 con voces discordantes entre el público y la cancelación de su spin off dedicado a Jack), la inminente conclusión de otros (DMZ) y la falta de futuros proyectos de peso (solo Spaced de Brian Azzarello y Eduardo Risso rompe esta pauta) auguran una época de vacas flacas para lo que antaño fue una cornucopia. Ojalá sea sólo un bache momentáneo y se haga realidad aquello de que “quien tuvo, retuvo”.


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