Miracleman, ese ilustre desconocido
Para los aficionados al cómic el 12 de octubre de 2013 es conocido como el día en el que heló en el infierno, los burros volaron y el Sol salió por el oeste. O casi. En esa fecha Marvel anunció la reedición de Miracleman veinte años después de que su publicación fuese interrumpida por la bancarrota de Eclipse Comics. Dos décadas plagadas de acuerdos rotos, reproches, denuncias, juicios y un conjunto de problemas legales digno del mejor culebrón. Un embrollo mayúsculo que impedía cualquier reedición de la obra, convirtiendo las ediciones originales en artículos de lujo con precios desorbitados.
Semejante coyuntura provocó además una curiosa paradoja: que Miracleman sea considerada unánimemente como una obra maestra del género a pesar de que muy pocos la han leído. Así pues, con el regreso de la serie a las librerías españolas de mano de Panini, más de uno se preguntará si en realidad es para tanto.
|
Marvelman fue creado por Mick Anglo pero su fama se debe al renacimiento del personaje de mano de Alan Moore en la revista Warrior |
Miracleman –conocido inicialmente como Marvelman pero rebautizado años más tarde por problemas legales- fue creado por Mick Anglo a imagen y semejanza del Capitán Marvel/Shazam y publicado entre 1953 y 1963. En 1982 Alan Moore, lector del personaje durante su infancia, decidió recuperarlo en la revista británica Warrior –y, tras su cierre, en la editorial estadounidense Eclipse- para aplicarle las ideas que sobre el género de los superhéroes ya bullían en su joven mente. Acompañado por dibujantes como Garry Leach, Alan Davis, Rick Veitch y John Totleben, Moore cogió aquel personaje inocente y luminoso para darle una capa de realismo y oscuridad acorde a los nuevos tiempos.
|
La brutal y gráfica representación de la violencia en la obra es uno de sus sellos de identidad |
Lejos de las típicas historias de evasión fantástica, el Miracleman de Moore estaba firmemente enraizado en la realidad. La guerra fría, el thatcherismo o los movimientos antinucleares aparecen como trasfondo en el regreso del protagonista, que descubre que sus recuerdos son una mentira para encubrir un origen ligado a oscuros experimentos genéticos. Pero el elemento distintivo del enfoque de Moore es su concepción del superhéroe como un ser no humano. Dotados de enormes poderes, Moore los muestra como criaturas más cercanas a un dios que a un persona corriente. Seres que no se atienen a las leyes o la lógica humanas porque no están limitados por ellas y que miran a los hombres igual que estos miran a las hormigas.
|
Kid Miracleman, otrora inocente compañero del protagonista, se convierte aquí en un psicópata superpoderoso |
Esa visión del género, más próxima al superhombre de Friedrich Nietzsche que al Superman de Jerry Siegel y Joe Shuster, da su tono característico a la serie. El lector asiste fascinado y/o aterrorizado ante elementos como la megalomanía psicótica de Johnny Bates/Kid Miracleman -el antiguo compañero del protagonista-, los criminales experimentos genéticos del Dr. Gargunza, el nacimiento de la hija sobrehumana del protagonista, la desintegración del matrimonio entre un renacido Miracleman y su muy humana esposa, la batalla entre Miracleman y Kid Miracleman que arrasa Londres provocando cientos de víctimas (mostrada con todo detalle sin escatimar un pelo de crudeza) o la imposición de una utopía sobrehumana que altera drásticamente el mundo entero. Tras dieciséis números y considerando que no podía ir más allá, Moore le pasó el testigo a Neil Gaiman. Este último, con Mark Buckingham a los lápices, empezó su etapa explorando como ese régimen utópico afectaba de distintas maneras a varios miembros de la población. Por desgracia el cierre forzoso de la cabecera le impidió desarrollar sus planes… hasta ahora.
En la mente del lector posiblemente resuena el eco de obras –algunas del propio Moore- que han revolucionado el concepto del superhéroe insuflándole una tonalidad más dramática, realista y adulta. Watchmen, El regreso del Caballero Oscuro, The Authority o The Ultimates son alguna de ellas. Pero a pesar de que Miracleman las precede a todas, no goza de su misma fama. Su irregular ritmo de publicación -apenas veinticuatro números en doce años- y el limbo legal en el que ha permanecido desde 1994 son los principales culpables. Un error que los lectores de entonces y ahora pueden –deben- reparar por fin (re)descubriendo una obra pionera y revolucionaria. De las que se pueden contar con los dedos de una mano.
|
|
|