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Animal Man de Grant Morrison: Deconstrucción Animal

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 17/02/2016
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Alguien dijo una vez que no existen malos personajes. Solo autores sin ideas para los mismos. Y el comic de superhéroes está lleno de ejemplos. Uno de los más claros es Animal Man, personaje minoritario del catalogo de DC al que la fortuna hizo caer en manos de un Grant Morrison dispuesto a forzar los límites tanto del género como del medio.


Creado por Dave Wood y Carmine Infantino, Buddy Baker era un especialista de cine al que los alienígenas otorgaban poderes que le permitían adoptar las habilidades de cualquier animal en las cercanías. Tras debutar en 1965 en las páginas Strange Adventures #180 Baker protagonizó varias aventuras en dicha cabecera antológica con apariciones puntuales como personaje invitado en otras series. Durante las dos décadas siguientes permanecería en un discreto segundo plano, recordado solamente por un puñado de lectores. Pero entre esos lectores figuraba un joven escocés llamado Grant Morrison. Fichado por DC a mediados de los 80 como parte de la llamada Invasión Británica, Morrison presentó una propuesta para relanzar Animal Man con la que dar rienda suelta a las ideas que rondaban por su cabeza desde hacía años y que, rápidamente, obtuvo luz verde en forma de serie regular.


Los guiones de Morrison pivotaban sobre cuatro aspectos cuidadosamente relacionados entre sí. En primer lugar la vida familiar de Buddy como trabajador de clase media y la relación con su esposa Ellen y sus hijos pequeños Cliff y Maxine, desprovista de glamour y fantasía y que acaba escorándose hacia la tragedia según progresa la serie. Por otra parte, el papel del protagonista como superhéroe de escasa reputación y sus encuentros con otros habitantes del universo DC. Un apartado que permitía al escritor recuperar y/o reinventar a personajes olvidados como B'Wana Bestia, Vixen, Delfín o el Amo de los Espejos dándoles un nuevo y mejorado tratamiento. El tercer aspecto característico era su fuerte tono ecologista, con historias donde Morrison introducía una visión crítica de temas como el vegetarianismo, la experimentación con animales, las cacerías de delfines o la falta de escrúpulos medioambientales de las grandes empresas. Finalmente, destacaba su experimentación narrativa (más atrevida a medida que avanzaba la numeración) que llevaba al protagonista a realizar un viaje astral influido por drogas alucinógenas, romper la cuarta pared para percibir a los lectores, recordar la continuidad pre-Crisis, tomar conciencia de su propia naturaleza ficticia, moverse en los espacios entre las viñetas, visitar el limbo editorial donde vagan los personajes olvidados y encontrarse con el propio Morrison para cuestionar su labor como cronista de sus aventuras.


A lo largo de los veintiséis números que compone esta etapa el guionista escocés consigue una proeza aparentemente contradictoria: la de mantener continuamente la sorpresa e incertidumbre en cada entrega a pesar de que todas forman parte de un rompecabezas cuidadosamente medido al milímetro del primer número al último. Así, historias tan insólitas como El Evangelio del Coyote –peculiar homenaje a los cartoons de Warner con una visión tan cruel y triste de Will E. Coyote que cuesta volver a reírse de sus desventuras tras el Correcaminos- se alternan con otras como El Tiempo en una Botella, trama de viajes temporales que une elementos y escenas secundarias distribuidas a lo largo de todos los números previos, dándoles un sentido del que parecían carecer.


Para llevar a buen puerto dicha combinación Morrison cuenta con la colaboración de Chas Troug, competente dibujante sin una personalidad gráfica marcada, de un trazo limpio y académico. Un aparente hándicap que redunda en beneficio de los guiones, aportando una estética estándar que hace contrastar aún más los experimentos narrativos de la serie cuando estos tienen lugar. Una narración concisa y funcional que hace más digeribles las innovaciones de Morrison, evitando que el resultado caiga en la confusión y/o el exceso al que son proclives otras obras suyas como Los Invisibles o El Asco.


Tras la marcha de Morrison Animal Man gozó de etapas interesantes como las firmadas por Jamie Delano y Jeff Lemire. Pero ninguna de ellas ha sido tan decisiva, influyente y redonda como esta, que supuso asimismo una de las piedras fundacionales del sello Vertigo. Un clásico moderno que ha superado el paso del tiempo y continua estando entre los trabajos más destacados de su laureado autor. Su reedición a manos de ECC permitirá descubrir a neófitos y rezagados el porqué.


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