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Caballero Oscuro III: De finales y reinicios

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 27/09/2017
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Cuando hace dos años DC anunció a bombo y platillo que Frank Miller concluiría su trilogía dedicada al Caballero Oscuro, muchos arrugamos la nariz con gesto de incredulidad. No solo por la decepción que previamente supuso la polémica El Contraataque del Caballero Oscuro, sino porque la merecidamente emblemática El Regreso de Caballero Oscuro jamás fue pensada como un inicio, sino como un final. El gran éxito obtenido tuvo como primera víctima dicho planteamiento. Y así con el paso de los años se fue creando una suerte de subuniverso centrado en el Batman de Miller con aportaciones que van de la excelencia -Batman: Año Uno- a la mediocridad -All Star Batman & Robin- pasando por añadidos no exentos de interés pero muy lejos del mejor nivel su autor -la citada El Contraataque…-.


En ese sentido, la participación de Brian Azzarello y Andy Kubert como guionista y dibujante principales de esta “tercera parte” (sic) con Miller asumiendo un discreto segundo plano en ambos apartados suponía una buena y una mala noticia. Buena porque hace años que el creador de Ronin parece haber perdido la chispa que le convirtió en uno de los autores punteros del medio. Mala porque certificaba que en vez de ante una obra personal (para bien y para mal) íbamos a encontrarnos con una (otra) maniobra de explotación comercial de un viejo éxito. Visto el resultado final lo sorprendente es que ni lo primero resulta un defecto importante ni lo segundo acaba por ser un lastre definitivo.


En La Raza Superior, Miller, Azzarello y Kubert retoman el desenlace de la primera parte pero aprovechando los elementos más destacables de la segunda. Así asistimos a un segundo regreso del murciélago a las calles de Gotham tras varios años de ausencia, convertido nuevamente en fugitivo de la policía liderada por la comisaria Ellen Yindel. Paralelamente, el guión explora la situación de otros personajes del "universo Dark Knight" con Superman apartado del mundo, Wonder Woman volcada en sus raíces amazonas, la hija de ambos Lara rechazando el legado sus progenitores y Carrie Kelly empeñada en prolongar el de su mentor. El Átomo, Flash, Aquaman, Green Lantern o Hawkman son otros de los personajes que recuperan ese “retorno de los héroes” que constituía lo mejor que aquella polémica primera secuela y que el presente capítulo potencia mediante la inclusión en cada entrega de una suerte de apéndices en formato minicómic -firmados estos sí por el propio Miller, bien en solitario bien acompañado de lujosos invitados como Eduardo Risso y John Romita Jr-. Apéndices que complementan de forma efectiva un argumento que pese al nombre de la obra tiene más de protagonismo coral que de historia en solitario.


El surgimiento de un grupo de radicales kryptonianos atrapados en la miniaturizada ciudad embotellada de Kandor y su amenaza sobre una indefensa raza humana frente a la ausencia de los héroes encargados de defenderla, supone el espinazo argumental de una obra trufada de guiños a detalles y momentos emblemáticos de sus predecesoras –el recurso de la narración mediante informativos televisivos, el caos urbano entre una población en crisis, la armadura blindada, el brutal cuerpo a cuerpo que termina con la muerte de un héroe, etc-. Sin embargo, esta nueva entrega también tiene un ritmo y un saber hacer propios, así como la suficiente pericia en el guión y en la parte gráfica para poseer interés por sí misma. Desgraciadamente, todo lo que se gana en las formas se pierde en el fondo.


Así, Azzarello vuelve a demostrar su buena mano para los diálogos con frases que definen a la perfección la esencia de los personajes, pero sin la mordiente y profundidad que Miller insufló años atrás. El creador de 100 Balas entrega un competente relato de acción superheroica, pero sin la ambición argumental ni el trasfondo de crítica política que convirtió a las entregas precedentes en incómodo espejo de sus épocas. Si se busca se encontrarán elementos referentes a los peligros del fundamentalismo religioso o a la falta de ética de unos medios de comunicación entregados al beneficio económico. Incluso una referencia directa a Donald Trump y sus políticas xenófobas en el último número. Pero incluso la desnortada metáfora sobre el 11-S improvisada en la secuela previa resulta mucho más valiente y transgresora en ese aspecto.


En idéntica línea, el dibujo de Kubert presenta todas las bondades gráficas que le han convertido en una estrella. Pero incluso con su dinámica disposición de viñetas o el gran nivel de expresividad y detalle de sus figuras se nota en falta la ambientación decadente y el arrojo narrativo que caracterizaba al viejo Miller y que ni siquiera el inteligente detalle de recuperar a Klaus Janson como entintador logra subsanar. Por el contrario, el dibujo de Miller en los minicómics, aún manteniendo el agarrotamiento y parquedad que se han apoderado de sus lápices, mejora levemente gracias a los acabados de Janson.


Sin embargo, el detalle que revela las verdaderas cartas de esta nueva entrega tiene lugar con la peculiar transformación sufrida por Bruce Wayne en el último tercio de la historia y que invierte el sentido de El Retorno del Caballero Oscuro original, transformando aquel final definitivo en un nuevo principio, recuperando al personaje en todos los sentidos del término y dejándolo listo para nuevas aventuras en ese subuniverso “milleriano” del que, a raíz del éxito de ventas cosechado, seguramente volveremos a oír hablar pronto. Caballero Oscuro III: La Raza Superior se resume como un buen cómic de superhéroes cuyo mayor problema es el peso de la alargada sombra que supone llevar el nombre de una revolucionaria obra maestra. Ni sus autores intentan sentar un nuevo precedente ni DC lo espera, pero ni el tiempo ni el dinero invertidos en su lectura estarán desperdiciados.

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