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La Atalaya del Vigía Comic Digital
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"Eres tan desagradable que incluso yo estoy impresionada. ¿Visitas también orfanatos para contarle a los niños que no existe Santa Claus?" Emma Frost a Agente Brand / Astonishing X-Men #22
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Roger Stern, olvidado pero inolvidable

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 07/11/2011
La Atalaya del Vigía

Cuando se habla del cómic USA durante los 80, lo más habitual es llenarse la boca hablando del despegue de autores rompedores como Frank Miller o Howard Chaykin. De fenómenos comerciales como Chris Claremont y John Byrne. De la invasión británica encabezada por Moore, Gaiman y cía. De auge del cómic independiente con títulos como Maus, Cerebus o Love & Rockets. De muchas cosas antes de hablar de Roger Stern. Que muchos lectores se pregunten quién es este tipo cuando no tienen problema a la hora de reconocer los nombres anteriores da una idea de cómo a veces importa más publicitar tu trabajo que hacerlo bien.

Ésa es la principal virtud de la obra de Stern: la seguridad de estar ante un trabajo bien hecho. Puede que nunca revolucionase la narrativa secuencial, cambiase las bases del género o se moviese en los márgenes de la industria con contenidos alternativos, pero si eras un lector de superhéroes sabías con total seguridad que su nombre en portada era sinónimo de tiempo y dinero bien invertidos.


Aunque empezó en el cómic a mediados de los 70 en calidad de editor para Marvel, fue a principios de los 80 cuando Roger Stern inició su labor como guionista. La editorial ganó así un guionista que sabía tomar el pulso a los personajes, conocía bien su continuidad y no tenía miedo de aportar novedades y hacerlos evolucionar. A lo largo de la década, Stern se ocupa de varios de los personajes más emblemáticos de la editorial, a veces brevemente (Hulk, Iron Man, Capitán América), otras con planes a largo plazo (Amazing Spiderman, Dr. Extraño, Los Vengadores). En ambos casos su labor a la hora de plantear, desarrollar y resolver los argumentos resulta impecable y adecuada a las circunstancias. Si una historia dura X números es porque eso es justo lo que debe durar. Nada de subtramas eternas, escenas estiradas o soluciones a matacaballo. En un guión de Stern nada sobra y todo está ejecutado de manera que nada falte.


La aparición de El Duende y la Gata Negra, la emblemática pelea entre Spiderman y Juggernaut, la consolidación definitiva del romance entre Peter Parker y Mary Jane, el Capitán América considerando presentarse a presidente, la creación del nuevo Union Jack, la ruptura entre Clea y el Dr. Extraño, la erradicación de Drácula y los vampiros, el personaje de Paladín, el ataque de los señores del Mal a la mansión de los Vengadores, el asalto al Olimpo… son sólo algunas de las historias realizadas por Stern que han quedado grabadas en el recuerdo de los aficionado de la época. De hecho, en el caso de sus largas etapas en Dr. Extraño o los Vengadores casi puede hablarse de historia definitiva, pues la solidez y calidad que desprende todo el conjunto prácticamente no ha vuelto a repetirse. De hecho, historias como el especial donde Dr. Extraño y Dr. Muerte se alían para viajar al infierno y enfrentarse a Mefisto, no hacen más que ganar con el paso de los años.


Durante los 90 Stern cambió de aires marchando a DC y ocupandose de personajes como Legionnaries, el Starman pre-Robinson o Superman, siendo uno de los responsables de su mediática “muerte” durante los 90. Pero en la época de las splash-pages y las portadas fosforescentes, ser tan sólo un buen escritor ya no cotizaba, por lo que sus siguientes trabajos pasaron casi de tapadillo, reduciéndose a pequeñas colaboraciones con viejos compañeros como John Byrne (Generación Perdida) o su claro continuador Kurt Busiek (Historias jamás contadas de Spiderman, Thunderbolts, Siempre Vengadores). A falta de un encargo de empaque que le devuelva a primera línea (su reciente regreso a Spiderman supo a poco) es de agradecer el esfuerzo de Panini de reeditar en nuestro país buena parte de sus trabajos de los 80, en una oportunidad que el lector no debería dejar pasar. El que avisa no es traidor.


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