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Los Nuevos Mutantes: Generación Perdida

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 30/08/2020
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Por fin se ha estrenado Los Nuevos Mutantes (2020). Y decimos “por fin” porque las múltiples vicisitudes por las que la adaptación cinematográfica del cómic homónimo de Marvel ha pasado hasta su estreno en salas darían por si solas para otra película: falta de confianza de la productora original (20th Century Fox) en el primer montaje y el tono elegido por el director; planes de reescritura y rodaje de nuevas secuencias que acabaron no teniendo lugar; venta a una nueva productora (Disney) que no deseaba el proyecto pero estaba contractualmente obligada a distribuirlo; hasta cuatro fechas de estreno incumplidas; una pandemia mundial; la competencia directa en la cartelera contra el estreno blockbuster más esperado del año… circunstancias que han otorgado al film escrito y dirigido por Josh Boone una aureola de “película maldita” antes incluso de poder haber sido vista y que pende sobre la cabeza del espectador que se acerque a verla, predisponiendo hacia el desastre su impresión sobre el resultado.


Planteada como parte de la expansión de la franquicia cinematográfica de X-Men más allá de su saga principal, Los Nuevos Mutantes, al igual que Deadpool (2016) y Logan (2017) buscaba ampliar el terreno de juego del universo cinematográfico mutante no solo presentando nuevos personajes, sino también una mayor variedad temática y argumental. En este caso la intención era añadir al componente superheroico elementos propios del género del terror, tomando como base argumental una historia que precisamente logró algo similar en las páginas del propio cómic adaptado: la Saga del Oso Místico (New Mutants #19-20 USA), inicio de la revolucionaria etapa firmada por Chris Claremont y Bill Sienkiewicz a principios de la década de 1980 que devino en objeto de culto por sus inusuales argumentos y su rompedor estilo gráfico. Así Boone propone una historia con una ambientación atípica (un siniestro y solitario hospital psiquiátrico) y un tratamiento de los personajes alejado del prototipo habitual del género superheroico donde los uniformes de vistosos colores son inexistentes y las espectaculares y aparatosas escenas de lucha a base de habilidades sobrehumanas escasean. Incluso las referencias al universo cinematográfico compartido de la trama, limitadas prácticamente a un par de menciones a los X-Men, son circunstanciales. La elección por parte del director y guionista de colaboradores como el director de fotografía Peter Deming (habitual del cine de David Lynch) y el compositor Mark Snow (Expediente X) deja claro que sus intenciones apuntan en otra dirección.


Durante su primera hora de metraje la película transcurre por terrenos más próximos al imaginario de Stephen King que al de Stan Lee y Jack Kirby, centrándose en las desventuras del joven quinteto protagonista encerrado en dicho recinto contra su voluntad mientras lidian con sus propios traumas personales derivados de su condición de mutantes. Irónicamente al alejarse de los aspectos estéticamente más evidentes del cómic, la película consigue capturar en la esencia que Chris Claremont supo convertir en el sello de identidad de sus cómics, utilizando las habilidades sobrehumanas de los personajes como pretexto para hablar de temas como la angustia adolescente, la pubertad, el rechazo social y los prejuicios.

Posiblemente el “temidos y odiados” asociado a la condición mutante sea abordado aquí de forma más directa que en la mayoría de films precedentes de la franquicia, tomando forma en base al remordimiento por la muerte de seres queridos (Espejismo, Bala de Cañón, Mancha Solar), el sentimiento de culpa religioso (Loba Venenosa) e incluso la sombra del maltrato infantil (Magik). Y aunque el conjunto de actores se defiende, en el aspecto dramático queda eclipsado por la labor de Anya Taylor-Joy como Illyana Rasputin. El suyo es el personaje con más aristas del reparto y al que la protagonista de Múltiple (2016) dota de un exterior bravucón y cortante que esconde un interior frágil y sensible, personalizado por detalles como su interacción con la marioneta de Lockheed. Algo que provoca que, pese a que la perspectiva protagonista teóricamente pertenezca a Danielle Moonstar (Blu Hunt), Illyana robe toda la atención cada vez que aparece en pantalla. La cruz del reparto la encontramos en la doctora Reyes encarnada por Alice Braga, personaje al que el guión busca dotar de un perfil ambiguo y autoritario que no llega a reflejarse en el trabajo de su intérprete.


Boone se toma su tiempo para desarrollar los rasgos de sus protagonistas, jugando a enturbiar poco a poco el film mediante el uso del suspense hasta que todo estalla en el clímax del tercio final donde los protagonistas deben hacer frente a los horrores propios y ajenos que se materializan para liquidarles. Es en este tramo donde el resultado muestra sus mayores grietas a consecuencia del caótico proceso de producción previo. Así, pese a contar con un presupuesto oficial de 100 millones, las secuencias de pirotecnia visual como el enfrentamiento con Oso Demonio o la visita al Limbo lucen visualmente menos de lo que deberían. Y en todo momento los tira y afloja en cuanto al componente terrorífico provocan la sensación de que la película busca ser mucho más turbia y explícita (la visión de la novia calcinada de Mancha Solar, los escalofriantes y deformes hombres sonrientes que acosan a Illyana) de lo que su calificación PG-13 le permite ser.


Epílogo forzado de una franquicia ya desaparecida, inicio abortado de una trilogía que no verá la luz independientemente del resultado (abortados quedan los planes para una secuela que incluiría a Karma, Warlock y el Club Fuego Infernal así como una tercera entrega basada en el evento Inferno), finalmente Los Nuevos Mutantes se reduce una película que, desde una condición más humilde frente a las grandes superproducciones a las que estamos acostumbrados en el cine de superhéroes, trata de aportar nuevos aires al mismo. Y pese a sus evidentes problemas, el resultado se antoja mucho más compacto y satisfactorio del ofrecido por propuestas como X-Men: Apocalipsis (2016) o X-Men: Fénix Oscura (2019). Quizás a algunos les sepa a poco, pero en la variedad que aporta y la competencia con la que ha sabido esquivar el potencial desastre, la película resultante ofrece un digno visionado más allá de sus carencias propias y ajenas.


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