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Criminal: Regreso al lugar del delito

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 30/08/2021
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Recomendar a estas alturas la labor del dúo creativo formado por el guionista Ed Brubaker y el dibujante Sean Phillips se antoja una tarea superflua. Desde su primera colaboración en Sleeper hasta la más reciente Pulp, dicho tándem se ha revelado como uno de los mejor avenidos creativamente de los últimos veinte años. Su nombre en la portada ha devenido en un sello de calidad con especial valor si hablamos del género noir por el que suelen demostrar una especial querencia. Pero de todas sus obras conjuntas hasta la fecha, Criminal ocupa un lugar especial tanto para sus lectores como para los propios autores. Y la publicación en España de Cruel Summer, su más reciente entrega vía Panini Cómics, nos recuerda por qué.

Creada en 2006, Criminal fue planteada desde su inicio como una cabecera antológica de historias de género negro protagonizada por personajes situados al otro lado de la ley. Personajes que iban rotando de una historia a otra, alternando papeles protagonistas con roles secundarios y tejiendo una amplia red argumental que abarcaba varias generaciones donde cada trama podía disfrutarse por sí sola al tiempo que, vista en conjunto, dibujaba un escenario gigantesco que saltaba hacia adelante y hacia atrás en el tiempo. Un concepto similar al utilizado por Frank Miller en Sin City pero apartándose de la estilización visual y la brutalidad extrema de este en favor de un tono mucho más seco y realista.


La propia naturaleza “guadianesca” de la serie acabó imponiéndose a su ritmo de publicación, pasando de una colección regular cuya numeración fue reiniciada a una sucesión de miniseries y finalmente a un parón editorial que duró varios años mientras los autores iban dando salida a otros títulos para Image Comics como Fatale, The Fade Out o Kill or Be Killed demostrando su versatilidad. No fue hasta 2015, cuando Criminal también fue trasladada a esta nueva editorial en forma de reediciones en formato integral, cuando volvimos a tener noticias de la cabecera mediante dos especiales, seguidos por una novela gráfica y finalmente una nueva serie abierta que actualmente ha vuelto a quedar en pausa tras doce entregas. Una nueva etapa recogida en cuatro tomos con diferentes peculiaridades argumentales y visuales que demuestran no solo que a la serie aún le queda cuerda para rato sino también que sus responsables, lejos de acomodarse, aun se desafían creativamente.


Mal momento, mal lugar recopilaba el regreso de la serie con aquellos dos especiales, ambientados a finales de la década de 1970 y protagonizados por Teeg Lawless, el atracador y sicario presentado en el tercer tomo y padre de Tracy Lawless, protagonista a su vez ya de adulto del segundo y quinto arco argumental. Dos historias, de género carcelario la primera y road movie la segunda, que sirven a Brubaker para trazar un drama sobre traiciones y violentos vínculos familiares entre padre e hijo al tiempo que homenajean de forma metanarrativa (vía “cómic-dentro-del-cómic”) a los tebeos de fantasía y terror de la época –Conan el Bárbaro y Werewolf by Night en concreto), permitiendo a Phillips desplegar su versatilidad estética y su talento para la narrativa encajando ambos planos de narración en un todo compacto.


Mis héroes siempre han sido yonquis es una novela gráfica que curiosamente no fue publicada como parte de la cabecera. De hecho no es hasta sus páginas finales, que incluyen la aparición sorpresa de un viejo conocido de la serie, cuando el lector se percata de su pertenecía al canon de Criminal. Una historia sobre jóvenes atormentados y el coste del talento artístico que inesperadamente entronca en la tradición de las femme fatales. También añade la novedad estética de que Jacob Phillips (hijo del propio dibujante) pasa a responsabilizarse del color, estableciendo una nueva estética donde los tonos más luminosos y claros provocan un contraste buscado con la progresiva negrura de la trama.


Bad Weekend recupera a Jacob Kurtz, el atormentado dibujante de tiras de prensa visto en el cuarto arco argumental, haciéndole protagonista de una historia que supone una suerte de desmitificador homenaje a la propia industria del cómic y sus autores veteranos. Mediante la relación de Jacob con Hal Crane, su antiguo mentor y autor resentido y de vuelta de todo, Brubaker realiza un cáustico repaso a la cara más amarga de la industria que, trama de robos aparte, recuerda al reciente examen sin pelos en la lengua que Howard Chaykin realizó con pleno conocimiento de causa en Hey Kids! Comics!. Una historia originalmente publicada en dos capítulos que Brubaker y Phillips modificaron para su edición en tomo añadiéndole nuevas páginas, en una suerte de “montaje del director” donde resulta extremadamente distinguir esos añadidos a posteriori.


Finalmente Cruel Summer recoge la que hasta la fecha es la trama más larga y ambiciosa tanto de la presente etapa como de toda la serie. Una trama apuntada ya en aquel primer arco argumental y a la que Brubaker había ido haciendo referencias más o menos veladas a lo largo del resto de historias durante todos estos años. El guionista recupera de nuevo a Teeg Lawless para narrar la planificación y ejecución de su golpe más ambicioso. Un argumento cuyo desarrollo recuerda poderosamente a la prosa de Donald Westlake para su personaje de Parker y donde la preparación de ese atraco perfecto –cuya realización ocupa un capítulo entero- acaba en una tragedia provocada por el egoísmo, los celos y las relaciones familiares disfuncionales cuyo impacto se extiende, cual onda expansiva, por el resto de tramas pasadas y futuras.


Una historia que pese a tener al susodicho Teeg como epicentro es narrada de forma coral junto a otros personajes como Ricky Lawless, el problemático hijo menor de Teeg; su joven amigo y futuro ladrón profesional Leo Patterson (quien fue-será protagonista del primer arco de la serie); la astuta y manipuladora vividora profesional Jane Hanson; o el turbio e inestable detective privado Daniel Farraday;… piezas de un puzzle que se superponen en una trama que señala más que ninguna otra la condición de saga criminal (entendida esta como historia que abarca diferentes generaciones) de la cabecera. Ambos Phillips, padre e hijo, recuperan aquí la paleta de tonos oscuros y contrastes lacerantes -esos tonos rojizos, esa iluminación claroscuro- del inicio de la serie, dándole un acabado tan impactante en sus momentos violentos como desolador en sus instantes pausados.

El dúo Brubaker-Phillips aún parece tener cuerda para rato –con Panini ya anunciando la publicación de Reckless, su nuevo proyecto-, pero Criminal parece haberse tomado de nuevo unas vacaciones editoriales. Una pausa indefinida que, a diferencia de la anterior, no supone motivo para lamentarse. La calidad de su más reciente etapa demuestra que no importa la espera sino lo excelente del resultado.


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