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                                                        Marvel Premiere - Inferno   El adiós mutante de Hickman a Krakoa                                                               
  Cuando Jonathan Hickman desembarcó en la franquicia mutante, su propuesta fue tan ambiciosa como provocadora: una utopía donde todos los mutantes -héroes, villanos y figuras intermedias- pudieran convivir bajo el amparo de Krakoa. Aquella promesa de convivencia en igualdad se revelaba luminosa en la teoría, pero cualquier paraíso, tarde o temprano, acaba enfrentándose a la fricción de los intereses personales. Esta propuesta, recientemente editada por Panini dentro de su línea Marvel Premiere, nos muestra cómo el sueño comienza a resquebrajarse y hasta qué punto las grietas de ese proyecto amenazan con devorarlo desde dentro.
 Uno de los pilares fundacionales de Krakoa ha sido desde su comienzo el Consejo Silencioso, órgano de doce miembros que pretendía reflejar la diversidad moral, política y cultural del homo superior. Pero entre esas figuras nos hemos encontrado con una Mística con una demanda clara e innegociable: la resurrección de Destino, su gran amor. Xavier y Magneto, instigados por esa inesperada versión de Moira MacTaggert, negaron esa posibilidad con argumentos que aquí alcanzan su clímax dramático. La revelación del porqué resulta devastadora, y Hickman la aprovecha para situar a Mística en el centro de un juego de intrigas que podría suponer el final de la utopía y el comienzo de la pesadilla.
 
 A partir de ahí, la miniserie se transforma en una auténtica partida de poder. El guionista despliega una trama de alianzas rotas, secretos susurrados y pactos que duran lo que tarda alguien en encontrar un beneficio mayor. Los miembros del Consejo no son meras piezas decorativas: cada uno tiene ambiciones y pulsiones bien definidas, desde la codicia retorcida de Mr. Siniestro hasta la religiosidad férrea de Éxodo. Hickman maneja sus motivaciones con pulso firme, construyendo un drama político que no tiene nada que envidiar a cualquier thriller político que se precie.
 
 
 Porque sí, los enemigos externos no desaparecen. Orchis, con Nimrod y el Centinela Omega como cabezas visibles, sigue tejiendo su amenaza, ahora más sofisticada que nunca. Hickman enlaza estas piezas con las semillas plantadas en sus primeras miniseries, recordándonos que su plan narrativo no ha tenido cabos sueltos: cada escena, cada villano, cada insinuación estaba calculada desde el inicio. En ese sentido, Inferno es tanto una conclusión como una vindicación de su método, un recordatorio de que incluso en la derrota aparente, los mutantes viven en un tablero mayor de lo que sospechan.
 
 En el apartado gráfico, tres artistas -Valerio Schiti, Stefano Caselli y R.B. Silva- se reparten el trabajo con sorprendente coherencia. Caselli brilla en los rostros tensos y las miradas envenenadas, mientras Silva despliega todo su talento para imaginar escenarios tecnológicos de un futurismo abrumador. Schiti, por su parte, aporta un equilibrio que dota de uniformidad a la miniserie. Todo ello convierte este volumen en un cierre visualmente sólido para la etapa de Hickman. Un cierre que, conviene subrayar, es también una despedida: el arquitecto de la revolución mutante se baja del barco para dedicarse a otros proyectos, dejando tras de sí la incógnita de cuál habría sido su desenlace ideal. Quizá nunca lo sepamos, pero lo que sí sabemos es que este volumen nos recuerda por qué su paso por la franquicia mutante marveliana ha sido tan estimulante.
 
 
 
 
         
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