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Santiago Valenzuela

"Apocalipsis de andar por casa"

Un artículo de Antonio Núñez

Introducido el 13/03/2006

Santiago Valenzuela

Pocas veces se tiene el placer de poder conversar en profundidad con un autor de tebeos tan interesante y con una obra tan atípica y personal como Santiago Valenzuela (San Sebastián, 1971), así que quisimos aprovechar para dejarnos llevar por sus palabras, a ver si se nos pegaba algo.

Extramuros fue elegida como mejor obra nacional en alguna revista, el año pasado a estas alturas. ¿Qué sentiste al recibir los parabienes de la crítica?
Agradecimiento, evidentemente. Y satisfacción por haber conseguido llegar de algún modo a los lectores o al menos a un tipo de lector. Alivio de no estar flotando en el puro aire, vamos, lo cual quizá tampoco estaría tan mal, viendo como andan las cosas.

Este mes sale a la venta HUMO, revista editada por Astiberri que viene a cubrir de algún modo el hueco dejado por TOS, donde también colaborabas. ¿Qué podemos encontrar en El gabinete del doctor Salgari?
Lo que quiero hacer ahí es un juego de referencias con las historias de género, partiendo de modelos más o menos compartibles y dándoles luego una vuelta de tuerca para ver hasta donde pueden llegar. Es una coña de referencias culturales, y el reto sería ver cuantas cosas se pueden mezclar sin perder la unidad narrativa. En el primer número de la revista he metido una historia de tema bíblico donde, partiendo de las referencias del antiguo testamento a la figura del "homicida involuntario" (figura que está en todas las culturas antiguas, la mitad de los héroes de la Iliada son antiguos exiliados de sus tierra natal acogidos en palacios ajenos tras haberle roto el cráneo a algún compañerito de juegos en la adolescencia) se llega, a través de una broma sobre las doce tribus de Israel, a un homenaje más o menos chusco a las películas de asesinos en serie, ya que el protagonista es un homicida involuntario en serie que se ha cargado en una sucesión absurda de accidentes a un miembro de cada una de esas tribus y busca refugio en Hebrón, una de las ciudades sagradas de los levitas, con lo cual, al mismo tiempo, la historia es también un homenaje a las pelis de fugitivos y hasta a las de rollo judicial como Doce hombres sin piedad, etc.

Siendo alguien que desarrolla sus historias a lo largo de grandes álbumes, ¿qué supone retarte a narrar una historia en cuatro o cinco páginas?
Lo veo como una forma de ejercitar la imaginación y de buscar otras vías y tocar otros temas. Un espacio tan reducido te obliga a buscar golpes de efecto, giros inesperados, etc. De todas formas cualquier historia -y estas van a ser todas individuales y no tendrán hilazón entre sí- por corta que sea la veo siempre como parte de algo más grande. Supongo que éstas que aparecerán en Humo acabarán formando algo diferente, enlazadas por nuevas páginas que les den un sentido distinto, tal y como hice en los álbumes Sociedad Limitadísima y El lado amargo.

Especialmente con Sociedad limitadísima se da uno cuenta de que tienes, salvando las distancias, puntos en común con los humoristas Faemino y Cansado: además de vuestro afán verborreico, tanto ellos como tú usáis el surrealismo y una mezcla de cotidianeidad con humor absurdo para construir un universo inimitable. Esto hace que nada más conoceros cueste conectar con vuestras obras, pero en cuanto eso se logra se disfrutan muchísimo. ¿Estás de acuerdo con esta apreciación?
En tiempos me reí mucho con Faemino y Cansado, luego les he perdido un poco la pista. Una vez jugué al fútbol con Cansado. Cuando yo estudiaba Bellas Artes en la Complutense parece ser que se reunía los viernes en unos campos de deporte que había ahí al lado, iba con una especie de grupete salvaje de puretas, unos tíos bastante marrulleros que te entraban directamente al tobillo y que naturalmente nos ganaron. De todas formas eso de mezclar lo cotidiano con lo absurdo es algo casi básico del humor en general, creo, o al menos del humor que me hace gracia a mí. Quizá en lo que nos parecemos más es en que se trata de un humor que, si bien siempre quiere ir un poco más allá y dar una última pirueta en el sinsentido y la patochada y por tanto aspira a cuestionarlo todo, nunca es agresivo personalmente, ofensivo, en el sentido en que no busca la gracia ridiculizando a otros, aunque por supuesto ridiculice cosas más generales o categorías y comportamientos humanas más o menos abstractos. No es un humor a costa de nadie.

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