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Cinco razones para leer Watchmen

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 16/01/2013
AVISO: Este texto fue publicado en nuestra Edición Impresa en el número de DICIEMBRE

La publicación en España de la línea Before Watchmen supone el inicio de lo que se prevé como una agria polémica entre los detractores y partidarios del proyecto. Pero Before Watchmen también sirve poner de actualidad la obra original de Alan Moore y Dave Gibbons. Obra de merecida fama repetidamente citada como ejemplo. Tanto que en ocasiones parece que se hable de ella como un tópico al que muchos recurren sin reparar en el porqué. Para refrescarles la memoria -y para los que aún no la conozcan, que alguno habrá- aquí va cinco razones:

1) El concepto: nacida como un encargo de DC para relanzar una serie de personajes adquiridos de la extinta editorial Charlton –Question, Blue Beetle, Capitan Atom, Thunderbolt, Nightshade-, Alan Moore aprovechó esa tábula rasa para mostrar el género de los superhéroes desde la óptica del mundo real. Así, el guión se plantea qué efecto tendría de verdad en la sociedad la aparición de vigilantes enmascarados con habilidades extraordinarias. Las secuelas físicas y psíquicas para dichos personajes, pero también las consecuencias sociales, políticas o históricas de aplicar el maníqueo blanco y negro de los superhéroes al fangoso gris de la vida real. La historia de superhéroes de siempre, pero como jamás se había visto.



2) La narrativa: Si el concepto parecia simple, su realización fue todo lo contrario. Planificada como una historia cerrada de doce entregas, Watchmen posee un nivel de complejidad y detalle que asusta. Su trama está repleta de continuos saltos en el tiempo hacia adelante y atrás a lo largo de varias décadas, de repeticiones de escenas desde distinto punto de vista, de cambios en el narrador protagonista, de historias paralelas no necesariamente relacionadas con la principal, de segmentos en prosa y de pequeños datos que acaban desvelándose como fundamentales. Las herramientas ya estaban ahí, pero nadie las había usado y/o combinado con tanta precisión y espectacularidad.



3) Los personajes: frente al habitual esquema de las historias héroe/villano Watchmen hace gala de un dramatis personae tan variopinto como trabajado. Obsesos en la lucha contra el crimen convertidos en violentos perturbados, inseguros patológicos llenos de complejos, heroínas hartas de cargar con la tradición familiar, corruptos sin escrúpulos que justifican sus fechorías mediante el patriotismo, mentes brillantes inclinadas a la megalomanía apocalíptica, seres todopoderosos que miran a sus supuestos semejantes como insectos… De los personajes principales a los que apenas ocupan un par de páginas –el viejo héroe retirado, el quiosquero ignorante de lo que sucede a su alrededor, el psiquiatra cuya visión del mundo se derrumba…- todos resultan tener una voz única y un papel que cumplir en la trama.



4) El dibujo: aunque el guionista suela llevarse el mérito, resulta imposible imaginarse la obra sin los lápices de Dave Gibbons. Con una composición de página clásica –generalmente nueve viñetas simétricas- y un estilo grafico muy académico, Gibbons impone orden y ritmo a la brutalmente densa y enrevesada historia de Moore. Cada expresión de rostro transmite exactamente lo que el personaje siente, cada lugar y momento en que transcurre la historia es perfectamente identificable y cada pequeño detalle está incluido sin entorpecer o interrumpir la narración. El guión puede describir el escenario, pero es gracias al dibujo que jamás nos perdemos dentro del mismo.



5) La influencia: Watchmen puso patas arriba el cómic USA, abriendo la puerta a una nueva manera de contar historias tanto dentro como fuera del género de los superhéroes, influenciando a la práctica totalidad de creadores posteriores (aunque no siempre para bien), atrayendo la atención sobre el medio de toda clase de publico ajeno y trascendiendo las fronteras de éste. Watchmen, como ninguna otra obra antes o después, sentó un nuevo nivel de excelencia en el medio, destiló las mejores virtudes de este y aportó otras en las que ni siquiera se había pensado antes. En una palabra: imprescindible.


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