"Hay una pregunta que quizás puedas responderme. Algo que llevo años preguntándome. ¿Porqué coño les gusta Benny Hill a los americanos?" Yorkie Mitchell / Punisher Max #37
Cuando saltó la noticia que aseguraba que entre la producción de Apple TV nos encontraríamos con una reinvención de la memorable Amazing Stories –conocida como Cuentos Asombrosos en nuestro país-, muchos fueron los que anotaron la fecha en sus calendarios catódicos para apuntarse al estreno. No por nada, la propuesta se convirtió en todo un acierto en el momento de su estreno y, gracias en gran medida al estreno de tres de sus mejores propuestas (unidas para formar un largometraje) en las salas cinematográficas de nuestro país, consiguió un éxito de crítica y, sobre todo, público que la situó en las listas de todos los fans del mundo seriéfilo.
El estreno cinematográfico de Cuentos Asombrosos en España allá por 1986 nos ofreció una mirada a esta serie que buscaba crear una antología de relatos de género fantástico basada en el espectáculo, la aventura y el sentido de la maravilla. Alejado del estilo En Los Límites de la Realidad y sus historias con raíces sociales y finales sorpresa, Steven Spielberg perseguía entregar cada semana al espectador un episodio repleto de magia televisiva que siguiera la fórmula Amblin que tan buen resultado había dado en la gran pantalla. De esta manera, el productor fichó a artistas de primera fila para el desarrollo de guiones (Bob Gale, Mick Garris, Todd Holland, Rockne S. O´Bannon o el mismísimo Richard Matheson), la dirección (Joe Dante, Tobe Hooper, Brad Bird, Clint Eastwood, Peter Hyams o Robert Zemeckis, además del propio Spielberg por supuesto) o la interpretación (Kevin Costner, Harvey Keitel, James Cromwell, Mark Hamill, John Lithgow, Rhea Perlman, Patrick Swayze, Kyra Sedgwick, Kiefer Sutherland y muchos más) para conseguir una serie repleta de calidad e historias que han pasado al imaginario fantástico popular.
¿Qué hacemos con el reboot?
Con estos precedentes era normal que el público recibiera la noticia de su relanzamiento con gran emoción y alegría. Además el nuevo estudio quería contar de nuevo con Spielberg como productor ejecutivo y, como sorpresa final, decidió fichar a Hart Hanson (Bones) y el inigualable Bryan Fuller (Hannibal) como showrunners de la propuesta. La llegada de Fuller anticipaba una serie de rabioso estilo visual -como demuestran sus aportaciones catódicas en la citada Hannibal o American Gods), radicales guiones e inventiva extrema y demostraba que los poderes fácticos intentaban entregar al público un producto innovador y único, quizás para competir con ese reboot de En Los Límites de la Realidad guiado por el enérgico Jordan Peele que intentaba lanzar historias relevantes y actuales en su última encarnación televisiva.
Sin embargo, las buenas noticias terminaron ahí. Fuller y Hanson decidieron abandonar la propuesta por la consabidas y temidas “diferencias creativas” -traducción: Apple quiere dejarse de historias originales y arriesgadas y crear un producto de consumo cómodo y seguro- y fueron reemplazados por los mucho más genéricos y serenos Adam Horowitz y Edward Kitsis (responsables de Érase Una Vez), lo que ya anunciaba que el cambio en los objetivos de la propuesta había realizado un giro de 180 grados y se dirigía a un destino mucho menos imaginativo y fantástico.
¿El resultado? Desgraciadamente no dista mucho de lo que nos esperábamos. El primer problema con el que nos encontramos es la duración de los episodios. Suponemos que para rellenar programación, los creadores han optado por el formato de entregas de una hora de duración. La complicación viene cuando las ideas lanzadas en los capítulos estrenados no dan ni para media hora y el alargamiento de las repetitivas tramas sólo consigue exponer al espectador a más problemas a la hora de combatir el aburrimiento. La serie original planteaba narraciones mucho más interesantes con menos tiempo y sólo se saltaba esa regla si el guión lo pedía a gritos, lo que conseguía que siempre quedaras con ganas de saber más de esos personajes que acababas de conocer y, posiblemente, nunca volvieras a ver.
¿Los guiones? Pueden resumirse en una sola palabra: derivativos. No es que no sean originales -que no lo son, no vayáis a equivocaros-, es que cada uno de ellos se ha hecho hasta la saciedad y mejor en propuestas anteriores. Entregas como ¡Dinoman y Voltio! “toman prestados” directamente elementos del género superheroico y se limitan a copiar de manera vaga las tramas de grandes films como El Protegido o ¡Shazam!; Signos Vitales nos ofrece un relato de alienígenas que roban cuerpos sin darnos una respuesta al motivo por el que están en nuestro planeta; y El Sótano, piloto de la serie y episodio que debía engancharnos a todos para continuar el visionado de la propuesta, es un relato genérico de amor atemporal que olvida sus propias reglas para el viaje en el tiempo ¡a los 20 minutos de haberlas expuesto! ¿Asombroso? Por supuesto. ¿Coherente? Nada.
Los únicos puntos reseñables de la serie terminan siendo la incorporación de actores y actrices de primera fila que, desgraciadamente, son desaprovechados por completo en tramas intrascendentes; el “salvable” último episodio titulado La Grieta gracias a ser la entrada más ambliniana del conjunto y a su mezcla de films como Eternamente Joven o Capitán América: El Primer Vengador; su esfuerzo por introducir una mayor representación en tramas y personajes; y, por supuesto, la música de los títulos de crédito que, por una vez, no se pierde en intentos de modernidad y recupera la inigualable partitura del maestro John Williams.
Nos encantaría poder decir todo lo contrario pero, desafortunadamente, este reboot hace aguas por todas partes. Al menos la nueva encarnación de En Los Límites de la Realidad de Peele buscaba una relevancia y peso específico en sus entregas que, aunque no alcanzaba en todas sus historias, conseguía entregar al espectador interesantes momentos catódicos. Sin embargo, estos Cuentos Asombrosos han apostado por la generalidad y lo conocido, sacrificando con esa decisión la posibilidad de cualquier originalidad, riesgo o entidad. Una verdadera lástima.