DC Premiere: Amanecer de DC - Nightwing #2: Matar a Grayson Nueva entrega de esta brillante etapa del personaje
Si el primer tomo de esta etapa ya se presentaba como un manifiesto de intenciones claro y directo, este segundo confirma que la apuesta no era humo. Muchas veces hemos visto cómo planes sólidos se ven devorados por la marea de crossovers y exigencias editoriales, arruinando trayectorias prometedoras. Aquí ocurre lo contrario. Pese a los inevitables cruces con eventos como Estado de Miedo o la breve intersección con la serie de Jon Kent, la lectura en formato recopilatorio mantiene intacta la coherencia de la propuesta y refuerza la sensación de que el rumbo está perfectamente trazado.
El número más llamativo del tomo es, sin discusión, el famoso experimento del plano secuencia. Veintidós páginas concebidas como una pieza continua en la que la acción se despliega de izquierda a derecha sin cortes ni saltos. Bruno Redondo y Tom Taylor convierten lo que podría haber sido un simple artificio en una demostración de confianza mutua y de ambición narrativa. Más que un truco, el resultado funciona como una celebración de las posibilidades expresivas del cómic de superhéroes contemporáneo.
En paralelo, la trama sitúa a Dick Grayson en un terreno distinto al de su mentor. Al anunciar la creación de una fundación financiada con la herencia de Alfred, Grayson se expone no solo a los criminales de Blüdhaven, sino también a la amenaza de que su identidad pública y privada se entrelacen peligrosamente. La diferencia esencial con Batman se hace evidente: Dick no duda en recurrir a sus aliados, en apoyarse en una comunidad que lo define tanto como su propio uniforme. Frente al aislamiento de la cueva, Nightwing encarna la sociabilidad y la confianza en el trabajo compartido.
El cruce con Jon Kent refuerza esta idea. Superman delega en Grayson la protección de su hijo no por falta de respeto hacia Bruce, sino porque Dick representa un equilibrio entre la disciplina del Caballero Oscuro y la empatía del Hombre de Acero. El arco en sí no tiene mayor trascendencia argumental, pero resulta valioso como estudio de personajes. Nuestro protagonista se confirma no como la sombra de Batman, sino como la síntesis de lo mejor de sus dos grandes referentes.
En lo gráfico, Redondo cede puntualmente el testigo a Geraldo Borges, quien cumple con solvencia en un episodio compartido con Wally West. Aún así, la ausencia del dibujante titular se nota: el estándar que ha fijado Redondo en estos números lo coloca entre los artistas más influyentes del presente, con pocos colegas a su altura. Este segundo tomo ratifica que estamos ante una de las series más consistentes de la línea Amanecer de DC. Inteligente en su experimentación, firme en su desarrollo y vibrante en su ejecución, Nightwing vive un momento de plenitud creativa que merece ser señalado como una de las etapas más estimulantes del personaje.
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