Mujeres maravillosas Las superheroínas pegan más y mejor
AVISO: Este texto fue publicado en nuestra Edición Impresa en el número de Noviembre
La recuperación por parte de Marvel del terror de antes del Comics Code - solo que un tanto descafeinado - ya era un buen síntoma. Una declaración de principios que se tradujo en títulos protagonizados por superheroínas que pasarían al panteón posmoderno de las diosas con problemas. Hulka, Spiderwoman o Ms. Marvel eran de carne y hueso, preludio de las encarnaciones fascinantes e inspiradoras que estaban por venir. Los setenta allanaron el camino, no hay duda. Los tiempos de cambio se reflejaban en los cómics de la época. Desde el otro lado del charco, autores como Jean Claude Forest, Guido Crepax o Milo Manara llevaban dando permisos para imaginar desde una década antes. Barbarella, Valentina y las pelirrojas de Maurillo inspiraban a grandes y pequeños. Afrodita estaba en todas ellas. Fantasías masculinas proyectadas, desde luego, pero los europeos contaban con la coartada intelectual.
A las puertas de las posmodernidad superheroica, lo verdaderamente interesante todavía estaba por llegar.
Heroico despertar sexual
No deja de resultar irónico que las Crisis en las Tierras Infinitas - una jugada editorial que buscaba abrir el Universo DC a tramas adultas, quitándose de en medio las complicaciones de las tierras paralelas, inconsistencias argumentales y planteamientos infantiloides -, lejos de simplificar el panteón superheroico, terminara convirtiendo los viejos tiempos en la fuente de inspiración de los nuevos superhéroes. George Perez, sin ir más lejos, intentó rescatar el espíritu de Marston y le dio a Wonder Woman, después de haber servido ésta de cascarón para todas las encarnaciones estereotipadas de las tres últimas décadas, un nuevo/viejo origen y un propósito, “llevar la cultura amazona al mundo patriarcal”, con resultados discutibles.
En la cara B de las revisiones ochenteras nos encontramos con Chris Claremont y sus mutantes. La llegada a Marvel de este autor traería a nuevas encarnaciones de diosas – incomprendidas, salvajes, poderosas -, pero con Darwin y Mendel de por medio. Caprichos genéticos, metáforas de un cambio donde Tormenta decide seguir sus instintos más primigenios sin ser castigada por ello, mientras Jean Grey debe inventarse un lado oscuro para justificar sus ansias de poder. “Pasión encarnada” ¿recuerdan?
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