Ghost Rider 8: El Cielo en Llamas Apocalipsis angelical
Ghost Rider 8: El Cielo en Llamas EE.UU - 2010 Guionista:Jason Aaron Dibujante:Roland Boschi
Editorial:Panini -
128 páginas - color
Precio:12,5
El ángel rebelde Zadquiel está a punto de hacerse con el trono de los cielos y esclavizar a la creación. Johnny Blaze y Danny Ketch son la única cosa que se interpone en su camino y su única esperanza reside en un joven que podría ser la encarnación del Anticristo. Pero, ¿y si el remedio es peor que la enfermedad?
Con este tomo se cierra la etapa a cargo de Jason Aaron, confirmando una vez más a este guionista como un nombre a seguir de cerca. Lejos de la gravedad y tensión de Scalped, el guionista ha apostado en su versión del motero infernal por un tono más ligero en forma de road movie plagada de acción y humor negro. Pese a que las ventas no acompañaron a la serie y llevaron a su cancelación, la calidad de la historia propició que Aaron pudiese concluir sus tramas en la miniserie que recopila el presente tomo.
Tras ordenar y ampliar la mitología del personaje (recuperando de paso a Danny Ketch, el segundo Motorista Fantasma) el guionista culmina su etapa mediante una carrera contrarreloj en la que se ven implicados los dos motoristas fantasmas junto a una multitud de personajes secundarios extraídos del limbo editorial. No contento con devolver a la palestra a villanos como Apagón, Espantapájaros o el Capi Loco se atreve incluso a rendir homenaje a la añeja etapa de Hellstorm escrita hace dos décadas por un desconocido Warren Ellis, mediante la presencia del Hijo de Satán y su, a ratos novia, a ratos enemiga, Jaine Cutter.
Guiños irónicos –el Anticristo es un niño malcriado llamado Seitan que ejerce como banquero-, personajes extravagantes –el partido cómico que sabe sacarle a el Orbe es notable-, acción enloquecida –la pelea con Trull, un villano capaz de poseer cualquier vehículo- y continuos enfrentamientos entre unos protagonistas que se odian pero se necesitan son los principales elementos que se dan cita a lo largo de esta entrega. Una pena que el dibujo no acabe de estar a la altura de las circunstancias debido a los lápices de Roland Boschi. Su estilo resulta parco en detalles, dando incluso la sensación de estar inacabado o realizado con excesivas prisas. Algo que desluce imágenes tan atractivas como la de esa doble página de la batalla final, con un ejército de espíritus de la venganza. Una tara que no impide apreciar el colofón a una de las etapas más distraídas de la trayectoria del personaje.
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